Las mujeres que hacen temblar el patriarcado en el mundo ¨¢rabe
EL PA?S re¨²ne en Sevilla a la periodista egipcia Mona Altahawy y a la ilustradora marroqu¨ª Zainab Fasiki, dos generaciones de mujeres unidas en su lucha a favor del feminismo
Zainab Fasiki (Fez, Marruecos, 24 a?os) aplaude emocionada cuando ve entrar por la puerta a la periodista egipcia Mona Eltahawy (Port Said, Egipto, 51 a?os). Para esta joven artista marroqu¨ª, cuyos dibujos de desnudos femeninos dan la vuelta al mundo mientras sufren la censura m¨¢s feroz en su pa¨ªs, la periodista es todo un referente: "Yo s¨ª te conozco, comparto todos tus art¨ªculos y eres mi ¨ªdolo", le zampa nada m¨¢s ser presentadas y antes de fundirla en un abrazo. Mona Eltahawy ha sido invitada a Sevilla por la Fundaci¨®n Tres Culturas para presentar su libro El himen y el hiyab, un manifiesto subversivo contra el patriarcado en el mundo isl¨¢mico escrito a ra¨ªz de su participaci¨®n en las revueltas de la Primavera ?rabe en El Cairo, que se sald¨® con una brutal paliza (fracturas en el brazo izquierdo y la mu?eca derecha) y su violaci¨®n por parte de la propia polic¨ªa antidisturbios egipcia. Zainab Fasiki, por su parte, inaugura la exposici¨®n Hshouma (tab¨² en Dariya, el ¨¢rabe de Marruecos) en el marco del Festival de Cine Africano de Tarifa que se inaugur¨® el pasado viernes 26 de abril, y en la que deja patente su compromiso con el arte y la libertad en unos dibujos que incendian las redes sociales, espacio donde reivindica el desnudo del cuerpo femenino y retrata sin tapujos la vida sexual de las mujeres ¨¢rabes.
Acaban de encontrarse por primera vez y tardan apenas un minuto en hacerse el primer selfie, intercambiar sus mails y subir a las redes un v¨ªdeo grabado por Fasiki en el que ambas levantan el dedo coraz¨®n (la consabida peineta) con un grito de guerra que repiten varias veces hasta que se las escucha bien alto: "Fuck you, patriarchy" (j¨®dete patriarcado). "Entre nosotras ha habido un cambio fundamental que facilita las cosas: los social media", explica Fasiki. "Para m¨ª las redes son un arma, ah¨ª no hay censores y es un espacio, el ¨²nico para las mujeres ¨¢rabes, de libertad". Altahawy apostilla que entre su generaci¨®n (naci¨® en 1957) y la de Fasiki (1994) persiste una lucha com¨²n: "El patriarcado sigue existiendo, y el sistema de opresi¨®n a la mujer es el mismo. Lo que ha cambiado es la reacci¨®n de las j¨®venes que, como Zainab, se exponen p¨²blicamente. Hay casos similares de otras chicas: recuerdo a una en Egipto que se fotografi¨® desnuda en su dormitorio y subi¨® la foto a Facebook; o el caso de Amina, una tunecina que se pint¨® los pechos con una barra de labios para decir 'mi cuerpo me pertenece' y se hizo un retrato que se viraliz¨® en cuesti¨®n de minutos. Ahora hay m¨¢s reacci¨®n, m¨¢s rabia, pero los problemas contin¨²an", asegura la periodista.
Altahawy se refiere a uno de los temas centrales de su libro: c¨®mo las mujeres participaron activamente en las revueltas de la primavera ¨¢rabe, junto a los hombres, pero s¨®lo consiguieron -"a medias"- ganar una batalla: la pol¨ªtica. "Pero luego est¨¢n la batalla de la calle y la del dormitorio, ¨¦sas son guerras que no hemos ganado. Despu¨¦s de la revoluci¨®n de 2011, las mujeres contin¨²an cubri¨¦ndose el rostro y relegadas en casa, no pueden conducir sus propios coches y no pueden casarse ni divorciarse sin la bendici¨®n de un tutor var¨®n", explica la egipcia, para concluir que "la ¨²nica revoluci¨®n posible en los pa¨ªses ¨¢rabes es la sexual. Ning¨²n cambio pol¨ªtico conseguir¨¢ ser definitivo sin el derecho a tener sexo con quien se quiera y ser due?a de una misma. Todo eso forma parte del car¨¢cter esencial de la libertad", a?ade.
"El sexo para nosotras no es una provocaci¨®n, es nuestra lucha ", contin¨²a la ilustradora marroqu¨ª, la menor de seis hermanos varones e hija de un matrimonio conservador y religioso que no es capaz de entender "que las mujeres no podemos vivir para los dem¨¢s, necesitamos tener nuestras propias vidas". La aceptaci¨®n de su activismo dentro del entorno familiar es otro parentesco que comparten Fasiki y Altahawy y que relatan con un trasfondo de profunda tristeza.
La escritora naci¨® en Egipto pero de muy ni?a se traslad¨® con sus padres al Reino Unido. Con 12 a?os, la familia vuelve a mudarse y se instala en Arabia Saud¨ª, donde sus padres hab¨ªan sido contratados para dar clases en la Universidad: "El choque cultural me aterroriz¨®. Mi propia revoluci¨®n feminista comenz¨® all¨ª, pero nunca fue un problema en casa porque, como periodista, me dedicaba a escribir sobre cuestiones de pol¨ªtica internacional. Sin embargo, cuando decid¨ª empezar a escribir sobre m¨ª misma, mis padres me retiraron la palabra. No fue hasta 2011, cuando me detuvieron y llegaron a pensar por unas horas que hab¨ªa muerto, que entendieron por qu¨¦ estaba luchando. Ahora los he reunido, les he contado que hay cosas en este libro que no les van a gustar, pero a¨²n as¨ª lo aceptan". El caso de Fasiki en Marruecos no dista mucho: "Mi padre dice que lo he decepcionado". El motivo, adem¨¢s de sus dibujos, fue la decisi¨®n de estudiar Ingenier¨ªa Mec¨¢nica en la Universidad de Casablanca: "No es lo que esperaba de mi, de cien alumnos, s¨®lo ¨¦ramos diez chicas. Se supone que no es propio de una mujer".
Tras su etapa universitaria, Zainab Fasiki se ha trasladado de su Fez natal a Casablanca, donde ha creado el colectivo Women Power para ayudar a allanar el camino a otras j¨®venes artistas que, como ella, sienten silenciada su voz. En sus reuniones mensuales, ponen en com¨²n textos como los que escribe Mona Altahawy en publicaciones como The New York Times o The Guardian. Ha creado una plataforma digital sobre educaci¨®n sexual y prepara su primera exposici¨®n en Nueva York para octubre. "Nos veremos all¨ª seguro", le promete la periodista egipcia, que reside en la ciudad de los rascacielos y que ya piensa en el que ser¨¢ su segundo libro: Los siete pecados que necesitan mujeres y ni?as.
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