Pacto de gobierno
Lo cierto es que si Ada Colau quiere ser de nuevo alcaldesa de Barcelona debe asumir, a su vez, los riesgos de tomar decisiones. Debe decidir de qui¨¦n quiere acompa?arse.
La escena pol¨ªtica se ha convertido en la representaci¨®n de intereses diversos y cambiantes. La ciudadan¨ªa reparte su voto entre m¨¢s opciones pol¨ªticas, de acuerdo con la complejidad creciente de nuestra sociedad (lean a Innerarity), las brechas son variadas y, por tanto, los intereses en juego no se mueven ya en un ¨²nico plano.
Los partidos deben asumir ahora sus responsabilidades. Son los electos, y no la ciudadan¨ªa, los que ha dado el paso al frente para asumir la tarea, a veces ingrata pero siempre necesaria, de representarnos. A trav¨¦s de su elecci¨®n, estas personas han sido investidas de nuestra confianza y es a ellas, no a nosotros, a quien corresponde decidir con qui¨¦n pactar y a qui¨¦n dejar fuera del gobierno, lo que no significa, por otra parte, expulsar de las instituciones representativas a las fuerzas que han llegado tras ser elegidas por una parte del pueblo soberano.?
Decidir con qui¨¦n se pacta y con qui¨¦n no se pacta va m¨¢s all¨¢ de mera t¨¢ctica. Pactar significa establecer una serie de principios de actuaci¨®n leal con unas opciones pol¨ªticas y no con otras. Determina la estrategia pol¨ªtica que quiere seguirse en el medio y largo plazo, las prioridades de gobierno y de pol¨ªtica social. Toda decisi¨®n comporta consecuencias, no hay decisi¨®n pol¨ªticamente neutra. Pero eso es, precisamente, gobernar. Pactar con unos o con otros implica elegir entre unas opciones frente a otras. De ah¨ª los llamados cordones sanitarios. Determinados grupos han sido elegidos por una parte de la ciudadan¨ªa a trav¨¦s de los cauces democr¨¢ticos y, por tanto, deben ser respetados. Ahora bien, est¨¢ en manos de las direcciones pol¨ªticas decidir si, adem¨¢s, entran a formar parte del n¨²cleo decisorio de los diferentes ejecutivos o, si por el contrario, los mantienen en unos niveles de impacto pol¨ªtico cotidiano menos inmediato.
Lo dicho hasta ahora es aplicable tanto para superar la investidura del se?or S¨¢nchez como para conformar otros gobiernos. No olvidemos que, a nivel estatal, los antisistema est¨¢n en Vox. Es este partido el que no acepta los valores b¨¢sicos sobre los que se construye el estado constitucional espa?ol y, en general, el edificio del estado de derecho europeo.?
Por supuesto, tambi¨¦n es aplicable a la batalla pol¨ªtica abierta en Barcelona. Ada Colau, pese a lo dicho el 26 de mayo, ha dado un paso al frente y ha decidido, con el apoyo de las bases, presentarse a la reelecci¨®n como alcaldesa de Barcelona. La cuesti¨®n en este caso est¨¢ en c¨®mo se presenta a esta investidura.
En Catalu?a, y m¨¢s espec¨ªficamente en Barcelona, los pactos deseables hace tan solo unos meses entre socialistas, comunes y Esquerra se han convertido hoy en misi¨®n imposible. En lo concreto, la ¨²ltima demostraci¨®n del cuanto peor mejor fue el bloqueo in¨¦dito de ERC a la candidatura de Miquel Iceta como senador. En un plano m¨¢s amplio, ERC y el se?or Maragall, de la mano de la se?ora Alemany, siguen en la l¨®gica unilateralista del procesismo, en la l¨®gica de se?alar al adversario pol¨ªtico como carcelero, represor, mal catal¨¢n. Todo ello bajo el manto del nuevo relato ¨¢ulico de que existe una ¡°operaci¨®n de Estado¡± para evitar un alcalde independentista en Barcelona. Deber¨ªan plantearse que, m¨¢s bien, se trata de hacer efectiva la mayor¨ªa no independentista que las urnas han mostrado en Barcelona. El deseo popular de que la ciudad condal no caiga tambi¨¦n en el empantanamiento procesista, que tan bien describi¨® Coscubiela.
Lo cierto es que si Ada Colau quiere ser de nuevo alcaldesa de Barcelona debe asumir, a su vez, los riesgos de tomar decisiones. Debe decidir de qui¨¦n quiere acompa?arse. Y es una decisi¨®n que le toca tomar a ella, que es la que se present¨® y a la que una parte de la ciudadan¨ªa concedi¨® su confianza, y no a las redes sociales ni a listas de inscritos virtuales que no se representan m¨¢s que a ellos mismos. El momento de votar, el momento de la ciudadan¨ªa de decidir a qui¨¦n quiere en las instituciones ya ha pasado. Ahora son nuestros representantes a quienes corresponde tomar decisiones. Si no lo hacen bien, ser¨¢n fiscalizados durante su mandato y en las pr¨®ximas elecciones. Pero el mandato representativo est¨¢ en sus manos.
La ciudadan¨ªa necesita saber de qui¨¦n y c¨®mo va a ser liderazgo de su ciudad. Los saltos sin red no son un instrumento v¨¢lido para gobernar. Deben tejerse alianzas y sumar esfuerzos para dotar de estabilidad a la gobernanza de las instituciones. Solo as¨ª se mantiene la confianza pol¨ªtica y ciudadana.
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