Cerveza, apuestas y nostalgia: el secreto del Ecuavoley
Una especie de v¨®leibol que se disputa con balones Mikasa, originario de Ecuador, se expande por decenas de parques, convirti¨¦ndose en una algo m¨¢s que una cita deportiva
¡°Mami, si ya me conoces, ?por qu¨¦ no le echas bien de aj¨ª?¡±, pregunta alguien en medio de una turba de tenedores y bandejas de pl¨¢stico. ¡°Fritada no queda. Tengo choclomote con chicharr¨®n¡±, responde al azar Ana, la vendedora, desde el epicentro de este hurac¨¢n de hambrientos. Sentada en una silla de pl¨¢stico, despacha los ingredientes con una coreograf¨ªa estudiada: cebolla que salta desde la derecha, un trozo de carne que surge del asfalto, unas rodajas de pl¨¢tano frito brincando por la izquierda. Los saca de bolsas y cubos dispuestos estrat¨¦gicamente a su alrededor, como si tocara la bater¨ªa en un grupo de m¨²sica.
Reparte platos t¨ªpicos, pero tambi¨¦n ¡°agualeche, jugo de coco o ensalada de frutas¡± por unos pocos euros ¡ªentre uno y tres¡ª que agarra a pu?ados desde varios ¨¢ngulos y guarda en una ri?onera. A sus 45 a?os, esta mujer ecuatoriana ¡ªque prefiere no decir su ciudad natal¡ª suma unas monedas a la cuenta familiar gracias a este tenderete. Lo monta en canchas de Madrid donde se practica ecuavoley, una derivaci¨®n del v¨®leibol originaria de Ecuador. Los clientes acuden a esta cita con una intenci¨®n m¨¢s que deportiva: el ecuavoley es un punto de encuentro. Un plan que a¨²na ejercicio, pl¨¢tica, cerveceo, apuestas y llenarse la tripa con comida como la de Ana.
Hoy, ella ha visto negocio en una pista del distrito de Usera que todos conocen como Los Bomberos porque est¨¢ pegada, efectivamente, a un parque de bomberos. Flanqueada por el paseo de Santa Mar¨ªa de la Cabeza y un acceso a la M30, se usa como estadio no oficial de ecuavoley de lunes a jueves.
Los fines de semana, las opciones se ampl¨ªan: desde los lugares m¨¢s populares ¡ªSan Isidro, Laguna, Villaverde o El Pozo¡ª hasta cualquier descampado o plaza de periferia y poblaciones de extrarradio. Muchos de los ecuatorianos residentes en la Comunidad ¡ªque ascienden a 39.161, un 4,12% de la poblaci¨®n total extranjera, seg¨²n el ¨²ltimo informe, de 2019¡ª practica esta disciplina. Aseguran que es una tradici¨®n y la forma de ocio preferida de sus compatriotas.
¡°Es lo m¨¢ximo¡±, resuella Hugo con la camiseta sudada y olor a r¨¦flex. Acaba de perder contra los tres adversarios a los que se enfrentaba. Ese n¨²mero de participantes es la principal distinci¨®n con el v¨®leibol com¨²n, donde cada equipo lo componen seis personas. Aparte, la red se sit¨²a a 2,85 metros de altura (frente a los 2,24 del oficial) y mide unos 65 cent¨ªmetros de ancho. Las dimensiones del campo se mantienen (nueve metros cuadrados por cada lado) cuando se dan las condiciones oportunas, pero cambia la puntuaci¨®n: 12 puntos, con recuperaci¨®n de saque. A veces, en jornadas m¨¢s largas, se sube a 15. Y falta el factor clave: la pelota. Nada de una acolchada. Se utiliza una de f¨²tbol. Generalmente, de marca Mikasa: las que pican s¨®lo con mirarlas.
Y a las que se refiere Manolo, acompa?ante de 45 a?os de Hugo, cuando ense?a el antebrazo. ?l ejerce de cualquiera de las tres posiciones que comprende el juego (pasador, defensa y rematador) y luce una piel de buey: ni un morat¨®n. ¡°Estamos acostumbrados¡±, resuelve coloc¨¢ndose una codera y masajeando un Mikasa de tri¨¢ngulos rojos, especial para ecuavoley. Los dos amigos se acercan a estas canchas desde que salen de trabajar hasta la noche. ¡°Pasamos unas tres horas. En invierno casi no hay porque hace m¨¢s fr¨ªo y oscurece antes¡±, afirman, ojeando de perfil la tangana que se acaba de montar: seg¨²n la categor¨ªa de los participantes, las normas son m¨¢s o menos estrictas, provocando discusiones puntuales a lo largo del partido.
Tambi¨¦n las provoca el traj¨ªn de las apuestas: cada jugador ha soltado 50 euros, y en los laterales se llega a pugnar con cifras de tres ceros, a pesar de que muchos tratan de ocultarlo.
Jos¨¦ Luis ¡ªal que llaman Manaba, porque viene de la provincia de Manab¨ª, en la costa¡ª controla estos desbarajustes. Le ha tocado colgarse el silbato y ejercer de juez. Cargo que lleva a gala porque significa ¡°que sabe¡±. ¡°Es que yo soy de los que m¨¢s juega¡±, comenta. Aprendi¨® ¡°tocando¡± en la calle desde peque?o: lo mam¨® en Ecuador antes de volar, dos d¨¦cadas atr¨¢s, a Madrid. Ahora, con 34 a?os, se coloca justo debajo de la red y determina la puntuaci¨®n y si hay algo irregular. El ecuavoley flexibiliza sus reglas dependiendo del tipo de pachanga. Si se hace como prueba o aprendizaje, la bola se puede sujetar m¨¢s tiempo; si se realiza de forma recreativa, se da manga ancha a estas recepciones del bal¨®n, aunque con un l¨ªmite; y si es en un campeonato no puede haber retenci¨®n.
Aqu¨ª, con participantes de bastante nivel, el esf¨¦rico pasa incandescente de un lado a otro. Los sonidos son secos ¡ªpoc, poc¡ª como si se golpeara con un bate de b¨¦isbol. Asevera El Gallo que eso no es nada: ¡°En Ecuador nos creer¨ªan ni?os¡±. Alude as¨ª a la calidad del juego en su tierra, enumerando algunas figuras destacadas de nuestra geograf¨ªa nacional: ¡®El Chino de Valencia¡¯, ¡®El Pechito¡¯, ¡®El Ronaldinho¡¯¡ Con 52 a?os y 22 en Madrid, El Gallo se considera un veterano del ecuavoley. ¡°Empec¨¦ en El Retiro y ¨¦ramos poquitos¡±, rememora, compar¨¢ndolo su experiencia aqu¨ª con la de Ecuador. ¡°All¨¢ todo es legal, se abren hasta tiendas y no nos persigue la polic¨ªa ni desmantelan los puestos¡±, protesta, delante de una mesa donde tres personas encadenan timbas de star poker con billetes y calderilla desperdigados entre las cartas.
Una de las quejas recurrentes suele ser esa. En Espa?a, lo que sucede en la pista se mira con lupa. Si levantan la cancha es una zona de patinaje u otro deporte, los agentes pueden retirar el tinglado. Y, atendiendo a la ley, queda prohibida la venta y el consumo de alcohol en v¨ªa p¨²blica.
¡°A mi cu?ado le multaron con 600 euros¡±, avisa Pablo Ar¨¦valo, ¡®El Negro¡¯, que enaltece el ecuavoley a ¡°esencia de vida¡±. ¡°Es nuestro medio para entablar conversaciones, estrechar lazos de amistad o incluso buscar empleo¡±, razona.Para los ecuatorianos, al horario laboral se le a?aden las tardes de confraternar a trav¨¦s de este deporte.
¡°Vengo a ver a la gente, a evadirme y juntarme con amigos. Luego me vuelvo a casa, me ducho y a dormir¡±, resume Mois¨¦s, alba?il de 46 a?os que vive en Galapagar, un sitio lejano desde el que no le da pereza venir. ¡°Antes jugaba, pero me romp¨ª la rodilla y todav¨ªa me molesta¡±, se resigna, mostrando una sonrisa brillante en lo alto de un macizo cuerpo azabache. Su rutina se la que asumieron muchos ecuatorianos cuando empezaron a llegar a Espa?a, a finales de los noventa.
Como prolongaci¨®n de las costumbres y como b¨¢lsamo al dolor del expatriado. Las veladas en las canchas, admiten, alivian la distancia. Aunque pequen de segregaci¨®n. ¡°Es un reencuentro y una tradici¨®n, pero nosotras no solemos participar¡±, narran Vilma y Melisa, madre e hija de 35 y 15 a?os, respectivamente.
S¨ª que hay mujeres que juegan, pero no es lo habitual. Permanecen en las bandas. Consultan el tel¨¦fono, cuidan de los peque?os o venden v¨ªveres, como Ana. ¡°Mentitas, chiclitos¡±, grita una de ellas.
Otra llama a su marido. Es Natalia, que espera mientras Aitana, de tres a?os, ve una pel¨ªcula en el m¨®vil. ¡°Me gusta m¨¢s el f¨²tbol, pero vengo por el ambiente y porque es de mi pa¨ªs¡±, explica con un helado artesanal de maracuy¨¢ que ha fabricado en su nevera. ¡°Tampoco hay espa?oles. Ahora, con las nuevas generaciones, que se emparejan con gente de muchos sitios, empieza a descubrirse¡±, analiza el ¨²nico cocinero var¨®n del parque. Una melena sedosa y un sombrero rojo en concordancia con las botas amortiguan los 62 a?os con los que sirve caldo de salchicha, ceviche mixto o bollo de pescado. Los adereza con chascarrillos sobre el partido y, para quien lo pida, con bien de aj¨ª.
Ser¨¢ oficial
Gabriel Caisaguano es el presidente de la Asociaci¨®n Ecuatoriana de Ecuavoley. En 2000 lleg¨® a Barcelona desde Lacatunga, al sur de Quito, "por su querencia hacia la playa". Hace dos a?os, cuando estrenaba medio siglo de vida, se mud¨® a Madrid. Mont¨® la plataforma junto a varios colegas. "No hab¨ªa una reglamentaci¨®n ni una organizaci¨®n. Queremos que entre en las competencias municipales y auton¨®micas para que se le reconozca", esgrime desde el local de Villa de Vallecas que ejerce de sede de la agrupaci¨®n y de cabina para Ecuavoley Radio. "Somos muchos ecuatorianos en Espa?a [131.669 empadronados en enero de 2019, seg¨²n el Instituto Nacional de Estad¨ªstica, un 2,6% del total de la poblaci¨®n extranjera], pero nunca nos hemos movido. Queremos que sea de todos, no una cosa nuestra", defiende.
Por un lado, Caisaguano pretende que el ecuavoley sea una variante oficial del voleibol denominada 'voley 3' porque, explica, no puede haber referencias a una nacionalidad en el nombre. Asegura que es "un deporte centenario" y cita documentos del ecuavoley de 1912. "Lo introdujeron a finales del XIX los norteamericanos que trabajaban en el ferrocarril", apunta, "y jugaban all¨ª con lo que hubiera. De ah¨ª el bal¨®n de f¨²tbol y la red distinta".
Otra finalidad es que, al estar reconocido, se podr¨ªan destinar espacios espec¨ªficos y controlar lo que se haga. "Los barrios nos ayudar¨ªan. No puede ser que no podamos dejar las redes colgadas o que tengamos que estar pendientes de la polic¨ªa porque, amparado en su filosof¨ªa social, el ecuatoriano suma al deporte otras cosas como apuestas, alcohol o reyertas", concede. Dice Caisaguano que su empresa no es f¨¢cil ("es como pedir que te construyan una mezquita") y que debe ir poco a poco: "Hay que pensar que no se reduce a un ejercicio. Es formaci¨®n integral de la persona. Incluye educaci¨®n f¨ªsica, pero tambi¨¦n diversi¨®n, respeto o tolerancia".
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