Una historia de redenci¨®n
Catalu?a no se pone en marcha porque no hay ning¨²n actor de entre todos los que nos condujeron a octubre de 2017 dispuesto a sacrificarse asumiendo errores, culpas y desprop¨®sitos
Ruan, diciembre de 1870. En los ¨²ltimos compases de la guerra franco prusiana una decena de personas huye de la ciudad, ocupada por los prusianos, en una diligencia y un salvoconducto que les ha de llevar a Dieppe, para luego embarcar hacia el puerto de El Havre, a¨²n bajo dominaci¨®n francesa. Se trata de tres parejas, una de comerciantes, una que pertenece a la burgues¨ªa industrial y una de condes de la vieja aristocracia, adem¨¢s de dos monjas, un revolucionario que como revolucionario que es "tiene el monopolio del patriotismo" y una prostituta.
Pasadas unas horas, el vaiv¨¦n del trayecto les abre el apetito. Es entonces cuando se percatan que con las tribulaciones para salvarse ellos y sus fortunas se han olvidado las provisiones. S¨®lo ha pensado en ellas ?lisabeth Rousset. Aunque por su dedicaci¨®n sus compa?eros de aventura no se atreven aceptar el ofrecimiento que les hace de compartir sus viandas. Finalmente, el hambre se impone y se dejan invitar. Lo que, a su vez, lleva a sus est¨®magos, hasta entonces remilgados, a ver en la chica ¡°una agradable compa?¨ªa¡±.
Ciento cincuenta a?os despu¨¦s es Catalu?a (y Espa?a) quien se encuentra en la diligencia parada en la posada
Al caer el d¨ªa, la diligencia se detiene en una posada de T?tes, a medio camino, donde un oficial prusiano les impide proseguir. S¨®lo lo permitir¨¢ si Rousset accede a acostarse con ¨¦l. La chica se niega. Ella es la m¨¢s patriota de todos ellos, la ¨²nica que en Ruan se hab¨ªa enfrentado al invasor y le repugna la idea de yacer con el enemigo.
Con la excepci¨®n del revolucionario, que no por ello es menos cobarde, el resto la presiona para que acceda. No comprenden que alguien que ya est¨¢ en el negocio de la carne se resista ahora a la transacci¨®n. ¡°Como es su oficio, no tiene ning¨²n derecho a rechazar uno de concreto¡±, expresan. Las religiosas lo tienen claro. Dios perdona cuando el motivo es puro.
Al fin, Rousset transige. Mientras ella se convierte en salvoconducto en el piso de arriba, en el de abajo el grupo brinda con champ¨¢n. Al d¨ªa siguiente pueden reanudar la marcha. Con el a?adido de que todos, esta vez s¨ª, se han aprovisionado para la ruta, excepto la chica que vejada por haberse acostado con el invasor no se ha acordado de ello. Al contrario que en el inicio del viaje, mientras ella llora, nadie le ofrece ninguna vianda y es dejada de lado.
Guy de Maupassant public¨® este relato, Bola de sebo, en 1880 como una cr¨ªtica mordaz a la sociedad francesa del momento. El elenco de personajes quiere ser una muestra de los estratos sociales ¡ªel revolucionario, el eclesi¨¢stico, el arist¨®crata y el burgu¨¦s¡ª de su pa¨ªs y un retrato agudo de su hipocres¨ªa, m¨¢s preocupados cada uno por salvarse ¨¦l, es decir a los suyos, que a Francia en conjunto. El escritor perfila as¨ª la miseria moral que se esconde bajo una falsa honorabilidad social.
El elemento central de la obra, sin embargo, como indica el t¨ªtulo que describe su voluptuosidad es la chica que desde una posici¨®n marginal salva, providencial, al resto. Terminada la lectura uno est¨¢ tentado de quedarse en la indignaci¨®n, l¨®gica, que produce la actitud de los dem¨¢s para con ella. Aunque una cierta dosis de hipocres¨ªa, como de medias verdades, es inherente en nuestras sociedades y es, mal que pese al escritor, necesaria para que los engranajes que nos relacionan a los unos con los otros est¨¦n engrasados. ?Pobres de nosotros, sino!
El relato de Maupassant, en cambio, tiene otra lectura, la que ve en Rousset no a una figura despreciada sino triunfante, entre sollozos y l¨¢grimas. La obra se cierra mientras el revolucionario silba la Marsellesa, lo que nos indica que se deja atr¨¢s el reinado de Napole¨®n III para dar paso a la Tercera Rep¨²blica. Pero no es el revolucionario quien lo propicia sino la decisi¨®n de la chica de yacer con el oficial prusiano. Es en la redenci¨®n de la actitud de los dem¨¢s a trav¨¦s suyo donde radica la victoria. Porque si Francia, a pesar de sus taras, recluida en una diligencia, puede seguir adelante, avanzar y evolucionar, es gracias a ella.
Ciento cincuenta a?os despu¨¦s es Catalu?a (y Espa?a) quien se encuentra en la diligencia parada en la posada. Incapaz de ponerse en marcha porque ning¨²n actor de entre todos los que nos condujeron al octubre de 2017 quiere representar el papel de Rousset, de aut¨¦ntico h¨¦roe o hero¨ªna, y sacrificarse asumiendo errores, culpas y desprop¨®sitos para eximir ¡ªsobre todo¡ª a los nuevos liderazgos del peaje de tener que edificarse sobre proclamas, lemas y asunciones falaces por miedo de no ser vistos ellos como traidores entre los suyos.
Contra el inmovilismo del que una y otra vez sostiene que su comportamiento no tuvo m¨¢cula y mantiene p¨¦treo la actitud del intransigente, un gesto redentor resultar¨ªa no s¨®lo ¨²til, sino tambi¨¦n liberador. Quiz¨¢s as¨ª, el conjunto de nuestra sociedad, con los defectos pertinentes, podr¨ªa continuar su trayecto. El relato de Maupassant a penas llega al medio centenar de p¨¢ginas, pero resulta muy edificante.
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