La f¨®rmula Fonsi
El puertorrique?o altern¨® baladas y piezas bailables en su triunfal concierto en Cap Roig
Lleg¨® al final, pero lleg¨®. Y probablemente llegar¨¢ de por vida en sus conciertos, como el Eva Mar¨ªa de F¨®rmula V o La Barbacoa de Georgie Dann. Y es que hay canciones tan invasivas, tanto del repertorio de sus artistas como del ¨¦ter, que resultan sencillamente inevitables, tanto como ponerse de tiros largos para asistir a un concierto en Cap Roig, el Liceu de los tejanos Armani. S¨ª, era el Despacito y ¨¦l Luis Fonsi, un artista que gracias a esta canci¨®n entr¨® en la esfera del reguet¨®n para colonizarla hasta el infinito y m¨¢s all¨¢, como dec¨ªa Buzz Lightyear. Y eso que ¨¦l funciona m¨¢s bien como gal¨¢n rom¨¢ntico, un registro que lo coloca en la senda de los cl¨¢sicos latinos de mirada gatuna (bien de minino abandonado o de depredador en acci¨®n), eterna diabetes emocional y prioridades claras: familia, fans, patria y carrera, seg¨²n ¨¦l mismo declar¨® en el escenario. Lleg¨® el Despacito y la platea de Cap Roig, bail¨® desatada. Pero la estrella ofreci¨® dos horas de pop y amor primerizo en las que se fij¨® sobre todo en sus fans y, consecuentemente, en su carrera.
Sus fans se dejaron o¨ªr, todo y que Fonsi consider¨® que las que hab¨ªan asistido solas al concierto, pocas seg¨²n su impresi¨®n, bastantes cuando pidi¨® que alzasen la mano, eran solteras. Alguna tibia protesta se elev¨® sin llegar a o¨ªdos de Fonsi, que sin duda prefer¨ªa una platea de parejas ablandadas por el amor para as¨ª arrullarlas con baladones como ?Qui¨¦n te dijo eso??o Llegaste t¨². Pero ni ese detalle podr¨ªa romper el idilio entre el artista y un p¨²blico que no necesit¨® su gran hit para entrar en un concierto por ¨¦l definido como una monta?a rusa emocional, met¨¢fora que indicaba la mezcla entre temas bailables y piezas para decirse cositas al o¨ªdo, ¡°cortavenas¡±, las defini¨® con un tremendismo muy latino.
Embutido en un escenario donde apenas cab¨ªa su producci¨®n, con iniciales im¨¢genes de espermatozoides en pantalla, por cierto formulaci¨®n prosaicamente androl¨®gica del amor y la pasi¨®n, con los bailarines, cuatro, haciendo esfuerzos para no pisarse y los m¨²sicos, cinco, en los laterales, Fonsi se defendi¨® como un entertainment limitado, sin demasiado estilo movi¨¦ndose por el entarimado, con alocuciones al p¨²blico ya o¨ªdas el mismo d¨ªa que se inventaron y unos cambios raqu¨ªticos de vestuario que no alcanzaron a los pantalones, negros para combinar con todo. Para redondear el concierto no faltaron los popurr¨ªs, uno ac¨²stico y otro el¨¦ctrico, f¨®rmula id¨®nea para no prescindir de ning¨²n tema. Pese a ello, en una muestra de arrojo casi inconsciente, Fonsi quiso que le pidiesen canciones, y la primera seguidora que lo hizo solicit¨® una que no llevaba ni en los popurr¨ªs. Ya solo habl¨® de la energ¨ªa del lugar y de lo bonito que era.
Y as¨ª transcurri¨® un concierto animado por un p¨²blico multigeneracional con su entrega y las luces de sus m¨®viles, sus gritos y unas caras de felicidad cuya contemplaci¨®n ya valen el precio de las entradas. Y conste que no hubo tensi¨®n en espera del Despacito, pues piezas como Calypso o Coraz¨®n en la maleta, su versi¨®n de ¡°Gyal you a party animal¡± o las finales ?chame la culpa o Aqu¨ª estoy yo, por cierto protagonizada por una pareja que aparentemente se hab¨ªa dado el s¨ª en platea, mantuvieron al p¨²blico en pie. La f¨®rmula Fonsi: reguet¨®n pop sin aristas para acercarse a la persona amada y balad¨®n para que no corra el aire. Infalible.
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