El rey de las olas
Jamie Cullum demostr¨® en Cap Roig sus habilidades como ¡°enterteinment¡± en un concierto tan amable como vol¨¢til
?All¨ª estaba, juvenil, suelto, bromista y franco. Sin duda los cuarenta del siglo XXI no son los del pasado siglo. Ataviado de manera que no ser¨ªa aceptado ni como pinche de cocina en los servicios hosteleros del festival, poni¨¦ndose gafas de sol en medio de la interpretaci¨®n del primer tema, When I Get Famous como parte de ese acentuado sentido del espect¨¢culo anglosaj¨®n, capaz de convertir a Faulkner en ligera lectura de verano, Jamie Cullum ejemplific¨® como casi nadie esa manera de digerir cualquier estilo para regurgitarlo en clave pop, apto para todos los p¨²blicos, como las pel¨ªculas de Pixar. Durante cerca de dos horas manej¨® como un malabarista a las dos mil personas que disfrutaron con su concierto en Cap Roig, una verdadera demostraci¨®n de entretenimiento sin fin ni filo.
En ese lapso de tiempo Jamie Cullum no dej¨® de surfear. Recordando a Alessandro Baricco en Los b¨¢rbaros, tal y como lo podr¨ªa hacer James Rhodes con la m¨²sica cl¨¢sica, Cullum se desliz¨® por encima de las olas acariciando un mar del que evit¨® las profundidades. Todo fue suave, un deslizar din¨¢mico, gamberrete, los surfistas ya suelen tener este punto de juvenil desaf¨ªo normativo, sin apenas complicidad con la emoci¨®n porque, como recuerda Baricco, ¡°el movimiento es el valor supremo¡±. No hay espacio para la mirada interior, para el sufrimiento o dolor que expresan alguna de las canciones que version¨®, v¨¦ase Sinnerman de Nina Simone, incluida en el repertorio junto a piezas mucho m¨¢s vinculadas a la personalidad de Cullum, como por ejemplo el I¡¯m Just A Gigolo de Louie Prima que parece adaptarse mejor a su propia personalidad por ritmo y aceptable nivel de soportable autoparodia. Cullum lo hace todo amable para un mundo que cuando se entretiene huye del conflicto.
Y al menos durante una hora, su espect¨¢culo, Jamie es un cantante y pianista aseado, result¨® muy entretenido. Hab¨ªa detalles que llevaban a pensar, sin ir m¨¢s lejos, la colocaci¨®n de las coristas en primera fila, como contraprogramando la tesis de 20 Feet From Stardom, el documental que explica el ninguneo precisamente de las coristas, siempre en la parte trasera del escenario, aunque todo lo dem¨¢s estaba hecho para ser digerido, en buena medida con ayuda del incuestionable carisma de quien supo hacer buenas bromas con la pronunciaci¨®n de la ¡°r¡±, para un ingl¨¦s tan complicada como els pronoms febles pera un vallisoletano. A¨²n con todo, Cullum acab¨® perdiendo la medida, y como quien se emborracha con su propio humor, la parte final del espect¨¢culo, con temas enlazados como en popurr¨ª, solos, paseos por platea, coros enfatizados con la complicidad del p¨²blico y m¨¢s bromas, perdi¨® tensi¨®n. Eso s¨ª, a valor no hay quien gane a Cullum, que tambi¨¦n se atrevi¨® con el Don¡¯t You Know popularizado por Ray Charles. Ninguna monta?a es inasequible si de lo que se trata es de entretener simulando que la escalas.
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