Bailando al son de los ochenta
The Human League evocaron su d¨¦cada dorada en Sant Feliu de Gu¨ªxols
Pues fue una fiesta. No es que hubiese mucho p¨²blico, quiz¨¢s media entrada en el Espai Port del festival Porta Ferrada, pero el que estuvo fue a pas¨¢rselo bien, a recordar los ochenta sin ambages y a bailar. Y ya se sabe que cuando bailan los que dejaron la juventud hace d¨¦cadas no hay ma?ana que valga, p¨²blico casi tan agradecido y entregado como el de heavy. La cuesti¨®n es que en la tercera pieza, Heart Like A Wild, los laterales de la platea ya estaban llenos de p¨²blico que hab¨ªa abandonado sus sillas, situ¨¢ndose all¨ª por mor de no molestar a quienes en ellas permanecieron, detalle de provectos. Mientras tanto, en escena, una banda que vive del recuerdo sin justificarse, evocaba una ¨¦poca en la que el pop se envolvi¨® de sintetizadores y los m¨²sicos se vistieron como si no existiese sentido del rid¨ªculo. ?poca feliz, sin duda, en especial si en ella se fue joven.
El escenario ya era de ¨¦poca, todo blanco, con una bater¨ªa electr¨®nica y soportes sujetando sintetizadores, ni bajo ni guitarras. Eso se dej¨® de ver en el S¨®nar hace a?os, pero la coherencia encadena a las ra¨ªces. Phil Oakey ya no se pone en el disparadero con aquellos lacios flequillos y desde hace tiempo evoca al m¨¢s austero Doctor Manhattan de Watchmen, mientras mantiene la voz en forma debidamente ecualizada. Sus dos acompa?antes, Joanne Catherall y Susan Ann Sulley, arriesgaron m¨¢s con el vestuario, en especial con el ¨²ltimo modelito, manteniendo tambi¨¦n esa m¨¢xima de que un artista en escena no puede parecer una persona normal. Lo dicho, todo muy de ¨¦poca, con las pantallas de v¨ªdeo, escuchimizadas, ofreciendo im¨¢genes de comecocos y dem¨¢s juegos neodigitales de entonces. Mucha nostalgia y sonrisas en platea, y un ¡°?te acuerdas? sobrevol¨¢ndolo todo en silencio, por encima de las canciones.
Y esas, las canciones, fueron aquellas que el p¨²blico iba a o¨ªr, ¨¦xitos como Love Action, The Lebanon, (Keep Feeling) Fascination, Mirror Man y, c¨®mo no, Don¡¯t You Want Me, iniciada en toma instrumental para que Oakey pudiese ponerse el ¨²ltimo traje de la noche. A todo esto, Oakey, al parecer aquejado del baile de San Vito, se pas¨® el concierto caminando r¨¢pido por el escenario, encuestador en pos de respuestas, almirante que recorre inquieto su nave de babor a estribor y de proa a popa. Cansaba verlo, y contrastaba la poca elegancia de sus apresurados movimientos con el estilismo que quer¨ªa imponer con sus trajes de aire retrofuturista. Pero como fuere que impl¨ªcitamente se escuchaba ¡°nosotros ya inventamos la p¨®lvora y s¨®lo venimos a explicar c¨®mo ¨¦ramos¡±, verlos haber llegado hasta hoy y comprobar que el tiempo no los ha abollado m¨¢s que a nadie de los all¨ª presentes, flot¨® ese aire de complicidad que todo lo sobrelleva. Al fin y al cabo, era una noche de fiesta, ?para qu¨¦ hacerse m¨¢s preguntas de las necesarias?, ?por qu¨¦ no bailar?
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