Elogio de las normas
Vivimos malos tiempos en Espa?a para esta cultura de las normas que nos civiliza

La historia de la humanidad, frente a la de los animales, es la historia de las normas. Nos hemos dado de todo tipo (morales, sociales, jur¨ªdicas) con la voluntad fundamental, en la mejor lectura que es democr¨¢tica, liberal y republicana, no tanto de limitar la libertad cuanto de ordenarla, de racionalizarla y de igualarla para hacerla posible a todos, evitando o castigando el abuso y la dominaci¨®n del naturalmente m¨¢s fuerte. Primero hubo normas religiosas para todos y progresivamente, conforme avanzaba la civilizaci¨®n y se consolidaba el proceso de secularizaci¨®n y la Modernidad, ¨¦stas formaron parte ¨²nicamente de la ¨¦tica privada de fieles y creyentes siendo sustituidas por las normas comunes, generales y abstractas, de la ¨¦tica p¨²blica, las reglas sociales m¨¢s b¨¢sicas y singularmente el Derecho, laico por definici¨®n, que nos obliga a todos por igual, gobernantes y ciudadanos, creyentes y no creyentes.
Vivimos malos tiempos en Espa?a para esta cultura de las normas que nos civiliza, que nos saca de la guerra de todos contra todos y que nos iguala en la libertad. En ellas est¨¢ tambi¨¦n la ¡°revoluci¨®n del respeto¡± que reclam¨® Fernando de los R¨ªos. La corrupci¨®n, que supone saltarse las reglas m¨¢s b¨¢sicas con el fin de enriquecerse, ha sido una de las peores expresiones de este retroceso ¨¦tico. Pero no es la ¨²nica. Los insultos que proliferan en las redes sociales, o la descortes¨ªa parlamentaria instalada en nuestro parlamento y en las asambleas legislativas de las comunidades aut¨®nomas contribuyen tambi¨¦n a que nos encontremos en una grave crisis de convivencia, de confianza mutua y en un deterioro serio de la pol¨ªtica y de la imagen de los pol¨ªticos. En las primeras legislaturas de la democracia, si un diputado llamaba a otro ¡°fascista¡± o ¡°rojo¡±, el presidente le llamaba al orden y a la cortes¨ªa parlamentaria. El recuerdo de la guerra (in)civil y de la dictadura de Franco estaba muy presente. Ahora se puede acusar de ser ¡°amigo de los terroristas¡±, o de ¡°los golpistas¡± o de tener las ¡°manos manchadas de sangre¡±, no s¨®lo con impunidad, sino con absoluta normalidad, aunque entre tus filas tengas a Quico Tom¨¢s y Valiente cuyo padre, un gran hombre y un gran dem¨®crata, fue asesinado por ETA. Y se lanza el exabrupto con naturalidad, como si fuera aceptable en una democracia parlamentaria, como si fuera un argumento, volviendo a la peor dial¨¦ctica del amigo-enemigo de funesto recuerdo en nuestro pa¨ªs y en Europa. Es la l¨®gica del odio que identifica al leg¨ªtimo adversario con un enemigo substancial al que hay que destruir, si no f¨ªsicamente, s¨ª en su honor, prestigio, reputaci¨®n o buen nombre.
Respetar las normas que nos hemos dado en el espacio p¨²blico, tambi¨¦n las reglas del trato social y de la cortes¨ªa parlamentaria, no nos hace menos libres sino m¨¢s civilizados y m¨¢s iguales en la libertad, y es tan fundamental como acatar el principio de las mayor¨ªas. Debemos hacer un esfuerzo todos por desterrar el insulto y la ofensa personal de grueso calado del debate pol¨ªtico y parlamentario y aspirar a ofrecer buenas razones, argumentaci¨®n y deliberaci¨®n. En juego no s¨®lo est¨¢ la ¨¦tica p¨²blica, fundamento moral de la pol¨ªtica democr¨¢tica, sino la convivencia y la concordia en Espa?a, nuestro proyecto de vida en com¨²n dentro de Europa y de un mundo m¨¢s humano, es decir, regido por normas, iguales y compartidas. Es la esencia de la filosof¨ªa de los l¨ªmites al poder, de todo poder, tambi¨¦n el de uno mismo en relaci¨®n con los dem¨¢s. Nuestros hijos e hijas, las futuras generaciones, merecen que les dejemos un legado ¨¦tico y cultural que favorezca el di¨¢logo, la raz¨®n y el respeto mutuo sin los cuales la libertad de todos y de todas ser¨¢ imposible.
?Jos¨¦ Manuel Rodr¨ªguez Uribes es Secretario Ejecutivo de Laicidad en el PSOE y Portavoz Adjunto del Grupo Parlamentario Socialista en la Asamblea de Madrid
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