Llu¨ªs Bosch, navegante, maquetista, padre, amigo
Pas¨® muchos a?os en EL PA?S, primero montando el diario y luego haciendo el cierre en solitario, pero su gran pasi¨®n fue viajar. Varias veces intent¨® dar la vuelta al mundo en su barco
Cuando le conoc¨ª, mediados los a?os setenta, Llu¨ªs Bosch i Valent¨ª (Vallgorguina, Barcelona, 1952) maquetaba las p¨¢ginas de Mundo Diario, pero ya ten¨ªa en la cabeza una obsesi¨®n: dejar de trabajar. Lo consigui¨® hace ya bastante tiempo, pero no logr¨® cumplir la ilusi¨®n de su vida, dar la vuelta al mundo en su velero de casi 12 metros, que ¨¦l hab¨ªa convertido en su casa hace ya muchos a?os. Maquetista de profesi¨®n, s¨ª, pero navegante por vocaci¨®n, inspirado quiz¨¢s en uno de sus libros de cabecera, Navegando en solitario alrededor del mundo, de Joshua Slocum, el marino y aventurero canadiense que se convirti¨® en el primer hombre en dar la vuelta al mundo en solitario. Tard¨® m¨¢s de tres a?os (entre abril de 1895 y junio de 1898) para recorrer casi 75.000 kil¨®metros.
Llu¨ªs no dio la vuelta al mundo, pero surc¨® a menudo las aguas del Mediterr¨¢neo, recorri¨® cientos de kil¨®metros en moto (?con mixtas¡?) y viaj¨® todos los d¨ªas de su vida de una manera u otra. Viaj¨® a trav¨¦s de la m¨²sica, de la mano de King Crimson, de Jethro Tull, de los Rolling, Dylan, Pink Floyd, Frank Zappa, Lou Reed, Pau Riba. En sus a?os mozos viajaba a menudo acompa?ado de un buen canuto, aunque tuvo la sabidur¨ªa de dejarlos de lado cuando le empezaron a sentar mal, hace ya de eso muchos, muchos a?os. Le encantaba ponerte media discoteca en el barco: chupito de whisky en mano, pinchaba a Brassens o pon¨ªa a todo volumen el Gelato al Limon de Paolo Conte.
Viajaba tambi¨¦n de la mano del cine y de la literatura. Slocum, claro, y Patrick O¡¯Brian y sus batallas navales napole¨®nicas. Y mucha novela negra, con el gran Camilleri a la cabeza.
M¨¢s a¨²n que viajar, quiz¨¢s lo que m¨¢s le ha gustado son las mujeres. Pero no era un mujeriego de aqu¨ª te pillo y aqu¨ª te mato: era un mujeriego que necesitaba estar enamorado. Es dif¨ªcil imaginar a Llu¨ªs sin pareja y los datos no enga?an: tres madres (Antonia, Emma, In¨¦s) para sus cuatro hijos (Amanda, Mar?al, Andrea y Adri¨¤).
Aunque no se las daba de gastr¨®nomo, sus macarrones hicieron historia y era capaz de cocinar un arroz de primera (que no falten las alcachofas ni la costella de porc) en la diminuta cocina del barco. Su gran problema era el tiempo. Nunca tuvo tiempo para hacer todo lo que quer¨ªa hacer. Quiz¨¢s por ah¨ª le vino la obsesi¨®n de dejar de trabajar. Una vez, a¨²n en los a?os setenta, consigui¨® dejar un a?o los peri¨®dicos para vivir de la marqueter¨ªa. Se le pas¨® el a?o volando y no creo que entrara ni un solo d¨ªa en el taller que hab¨ªa montado en la m¨ªtica casa del carrer Sant Esteve, en Sant Cugat.
Ya en EL PA?S, donde pas¨® muchos a?os primero montando el diario y luego haciendo el cierre en solitario, intent¨® acogerse a la media jornada. Pero quer¨ªa una media jornada a su medida: seis meses trabajando y seis meses navegando. Al final consigui¨® ser el primero de muchos en abrazar la jubilaci¨®n, en su caso anticipad¨ªsima. Ni as¨ª pudo poner en marcha sus planes de dar la vuelta al mundo.
Ahora nos ha dado el disgusto de zarpar antes de hora. Pero, como los grandes capitanes, Llu¨ªs no abandon¨® el barco hasta el ¨²ltimo momento. El viernes desembarc¨® por su propio pie del velero-casa, anclado en el puerto del F¨°rum, para ingresar en la cl¨ªnica en la que morir¨ªa apenas unas horas m¨¢s tarde. Siempre nos quedar¨¢ su recuerdo. Y su mala leche. ¡°Per¨° qu¨¨ putes dius!¡±, gru?ir¨ªa si leyera esto.
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