El d¨ªa que mi madre me salv¨® de Escobar
Es dif¨ªcil no ver Narcos con reservas por la entronizaci¨®n de la figura de Escobar y la modificaci¨®n de situaciones para que la serie sea m¨¢s espectacular
Glori, ?el paquete lleg¨® bien?
¡ªSi do?a Alba L¨ªa, todo bien.
¡ªMi dios te pague.
Era el mi¨¦rcoles 23 de agosto de 1989. Medell¨ªn, viviendo la zozobra de que cada coche ¡ªbien o mal aparcado¡ª fuera una bomba, intentaba digerir la declaraci¨®n de guerra del narco contra el Estado. Y s¨ª, el paquete era yo. Seis a?os, alumno de preescolar y envuelto en una manta. Mi madre me hab¨ªa acabado de salvar de las garras de Pablo Escobar.
En menos de una semana se ten¨ªa que celebrar la asamblea de la Asociaci¨®n Nacional de Industriales (ANDI), la CEOE colombiana. Mi madre era la organizadora. Unos 300 empresarios, sus parejas, todo el periodismo econ¨®mico colombiano... La ciudad de Bucaramanga era la sede de ese a?o.
La mafia tambi¨¦n ten¨ªa en el punto de mira al poder econ¨®mico. En los ¨²ltimos d¨ªas varios empresarios hab¨ªan visto arder sus chal¨¦s como advertencia. Uno de los afectados era el propio presidente de la ANDI, Fabio Echeverri Correa. A FEC, como le dec¨ªan, no le temblaba la voz para cargar contra Escobar. Tampoco para minimizar la participaci¨®n del Ej¨¦rcito en grupos paramilitares que mataban sindicalistas. A?os despu¨¦s fue uno de los escuderos de ?lvaro Uribe.
Un d¨ªa antes, la actividad en la ANDI era fren¨¦tica. A eso de las 9.30 son¨® el tel¨¦fono personal de mi madre y una voz masculina que ella recuerda como seria y amenazante le dej¨® claras las intenciones. Se identific¨® como uno de ¡°los extraditables de Escobar¡±:
¡ªSi no trasladan la asamblea a Medell¨ªn nos llevamos a Camilo.
Mi madre le contest¨® que no pod¨ªa hacer tal cosa. La voz insisti¨® y le dijo cu¨¢l era mi colegio, mis horarios¡ FEC estaba en Bogot¨¢ y, para evitar cualquier interceptaci¨®n, ella le explic¨® todo v¨ªa fax. La madre pero tambi¨¦n la periodista le pidi¨® no comentar nada. Se plante¨® mandarme a EE UU. Ella se neg¨®. Tres meses despu¨¦s, el narco hac¨ªa explotar un avi¨®n en pleno vuelo.
Con el miedo a los tel¨¦fonos pinchados y el tiempo en su contra, mi madre contact¨® con Beatriz, su mejor amiga. ¡°Tengo que sacar a Camilo¡±. Fue a por mi al colegio y me llev¨® a casa bajo la excusa de que a¨²n no me recuperaba de un ataque de asma. Como Roberto Benigni en La Vida es Bella, ella pint¨® todo de colores y me dijo que me iba al bosque por el aire puro. La idea me encant¨®.
Mi madre tampoco quiso alertar m¨¢s de la cuenta a Gloria, la chica que lleva m¨¢s de 37 a?os haciendo que mi casa funcione. Sin embargo, s¨ª le dijo que ser¨ªa bueno que sali¨¦ramos de la ciudad. Glori sugiri¨® llevarme donde su t¨ªo, Pedro, un guardabosques que viv¨ªa en una vereda a hora y media, en San Antonio de Prado. Era un sitio conocido: all¨ª ¨ªbamos cada a?o a coger el musgo para el pesebre de Navidad.
Ese mi¨¦rcoles, Beatriz y un amigo suyo llegaron a mi urbanizaci¨®n en un Jeep a las 3 de la ma?ana. Me montaron en el coche y me llevaron hasta la casita campesina. Pedro no ten¨ªa tel¨¦fono y, para justificar las horas intempestivas, Gloria dijo que mis padres estaban discutiendo.
Mi madre le dijo a mis abuelos que est¨¢bamos en Bucaramanga. A mi padre, que trabajaba en una emisora en Bogot¨¢, que nos ¨ªbamos a un hotel. Ella se qued¨® en el piso, acompa?ada por el ruido de los helic¨®pteros y sobreviviendo el primer d¨ªa de toque de queda instaurado por el Ayuntamiento. ¡°Y comiendo mucho¡±, recuerda al otro lado del tel¨¦fono. S¨®lo quedaba seguir las instrucciones del coronel encargado de la seguridad de los altos cargos de la ANDI: cambiar de rutas y horarios, no montarse todos en el mismo avi¨®n¡
Gloria y mi madre se comunicaban lo m¨ªnimo. Los d¨ªas los pasaba acompa?ando a Amparito, la hija menor del t¨ªo Pedro, a llevarle la comida hasta donde trabajaba. Cant¨¢bamos sin parar la canci¨®n publicitaria de Cerveza Pilsen. El viernes, ante las amenazas de distintos tipos, FEC cedi¨® y decidi¨® que ese a?o no se realizar¨ªa la asamblea. Yo estuve una semana m¨¢s en el campo y volv¨ª porque ¡°ya me hab¨ªa curado¡±.
Supe la verdad a los 17 a?os. El narcotr¨¢fico impregna la historia de cada familia colombiana. En mi casa, afortunadamente, no tuvimos que pagar con sangre. Tal vez por eso, cuando esa guerra ha sido la serie de tu vida es dif¨ªcil no ver Narcos con reservas. Por la entronizaci¨®n de la figura de Escobar ¡ªque no niego que sea llamativa¡ª, por la modificaci¨®n situaciones para que la serie sea m¨¢s espectacular ¡ªpor ejemplo, no est¨¢ probada su participaci¨®n en la toma del Palacio de Justicia¡ª y sobre todo, por el respeto a las v¨ªctimas ¡ª15.000 en 20 a?os, seg¨²n la revista colombiana de pol¨ªtica Semana¡ª. Las sociedades cocain¨®manas suelen ser bastante indolentes ante el drama ajeno. Recuerdo la pol¨¦mica por los sombreros mexicanos en la Rambla. Nadie dice nada porque la camiseta con la cara de Escobar triunfe en las tiendas. Ah¨ª les dejo su ¡°hijueputa¡±?souvenir.
Una blanca Navidad
1.- A?o de estreno y origen. La productora es colombiana y el director
2.- Actores protagonistas. Wagner Moura (Escobar).
3.- Edad al verla y situaci¨®n. Empec¨¦ a verla en la Navidad de 2016 tras la pol¨¦mica por el anuncio en la plaza del Sol.
4.- La mejor escena. Por subversiva, el baile entre el capo gay Pacho Herrera y su amante.
5. Serie que ve ahora. Dudando entre comenzar Years and years o Big little lies.
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