Calders, contra el apocalipsis
Un libro re¨²ne art¨ªculos y cuentos dist¨®picos del escritor que rompen el t¨®pico del autor fantasioso y afable y le muestran comprometido con la realidad sociopol¨ªtica
La Exposici¨®n Internacional de 1929 impuso un tipo de urbanismo en Barcelona ¡°hecho, espiritualmente y materialmente, de yeso y escayola¡±, mientras la fuente de Carles Bu?gas oblig¨® a que el agua toda de la ciudad adquiriera ¡°unos colores y una consistencia de pasteler¨ªa barata, para enga?ar a bobos¡±. En El mar, la novela con la que Blai Bonet gan¨® el premio Joanot Martorell en 1957, los personajes ¡°parecen no tener otra man¨ªa que abrocharse y desabrocharse los pantalones, elevar el pelo a la categor¨ªa de imagen l¨ªrica y orinarse para celebrar cualquier ocasi¨®n (¡) hay un homosexualismo incestuoso que ocasiona un asco aut¨¦ntico, perdurable, total¡±. Mientras, Josep Pla ¡°s¨®lo tiene tres o cuatro primeros libros extraordinarios¡± y luego baja porque ¡°ha tendido a imitarse a s¨ª mismo y a repetir unas id¨¦nticas maneras de decir y adjetivar. Esto ¨²ltimo ha sido una de sus maldiciones¡±. Y todo ocurre en un Espa?a ¡°con m¨¢s vocaci¨®n africanista que europe¨ªsta¡± ¡
Aunque sin una palabra soez, las afirmaciones podr¨ªan atribuirse a muchos mordaces y oportunistas opinadores, pero pocos las asociar¨ªan a la afable figura de Pere Calders (Barcelona, 1912-1994). ¡°Era peque?o, delgado y bajo, pero en¨¦rgico y no se acoquinaba ante nada; ya mayor, con intenci¨®n de robarle, se le acercaron unos con la excusa de ofrecerle droga: ¡®?Mar¨ªa? ?Pero ten¨¦is cosa buena de verdad, fuerte, o no?¡¯, les desarm¨®¡±, recuerda hoy su hija peque?a Tess Calders. ¡°A la Guerra Civil fue voluntario, record¨¦moslo¡ Me molesta esa imagen del so?ador siempre en las nubes, alegre, juguet¨®n y fantasioso, como si fuera un lir¨®n: su discurso era mucho m¨¢s trascendente y dec¨ªa cosas dur¨ªsimas¡±, sostiene la hija ante la aseveraci¨®n de Diana Coromines, nieta del escritor y compiladora de Pere Calders. Sobre el feixisme, l¡¯exili i la censura (Rosa dels Vents). Con los seis relatos dist¨®picos, cinco vi?etas de L¡¯Esquella de la Torratxa y 88 art¨ªculos period¨ªsticos de diez cabeceras distintas (Diari Mercantil, Serra d¡¯Or, Tele-Estel, Avui¡), escritos entre 1933 y 1994, que ha reunido de su abuelo, Coromines quiere tambi¨¦n ¡°romper el t¨®pico de ese Calders iluminado, fant¨¢stico, y ver que tras su obra literaria hay tambi¨¦n un compromiso pol¨ªtico muy arraigado en la realidad, del que se le ha querido desposeer porque ese tipo de reflexiones no escond¨ªan que Catalu?a es un pa¨ªs ocupado¡±, sostiene sobre quien, en uno de los textos, se declara ¡°nacionalista¡±, sentimiento que, a veces, ¡°se me emparraba en el independentismo radical¡±.
¡°Los art¨ªculos ayudan a interpretar los cuentos dist¨®picos, donde a veces hay frases e ideas casi id¨¦nticas¡±, justifica la mixtura Coromines. En el que es el tercer libro que recopila la obra period¨ªstica de Calders, tras El desordre p¨²blic (1985) y Mesures, prodigis i alarmes (1994), hay quiz¨¢ cinco obsesiones que cosen los textos y muestran al autor de Cr¨°niques de la veritat oculta bastante alejado de su arquetipo. Un escritor contra el apocalipsis.
Distop¨ªas visionarias. En el manifiesto futurista de Marinetti o en los megal¨®manos proyectos urban¨ªsticos para Roma de Mussolini se anuncia a voces el fascismo, grita Calders; como en el ¡°?Alemania por encima de todo!¡±, que recoge que se vocifera con Hitler (y que hoy recuerda al ¡°American, First!¡±, de Trump). Todo lo constata en art¨ªculos primerizos de 1933 en el Diari Mercantil al que le llev¨® su amigo, el editor Josep Jan¨¦s. Algo siempre le alerta y le hace temer, sensaci¨®n que suele tamizar con su idiosincr¨¢sica sutil iron¨ªa. Como ante la ca¨ªda de la URSS y del comunismo, un ¡°malo imprescindible, como el demonio de Els Pastorets. ?Qu¨¦ quedar¨ªa de Els Pastorets sin el demonio?¡±, lanza ya en 1991. Igual que un a?o despu¨¦s duda de la articulaci¨®n de la entonces Comunidad Europea, donde Italia y Alemania se blindan ante los refugiados de la Yugoslavia en descomposici¨®n. O al ver el inicio del Gran Hermano de las corporaciones a partir de la domiciliaci¨®n bancaria obligatoria de los recibos. Inquietantemente actual. ¡°Calders desconf¨ªa de la estabilidad y de la euforia permanentes que se vende en el mundo occidental; a medida que se abren posibilidades dist¨®picas, se hace realidad la distop¨ªa y eso lo percibe y plasma perfectamente¡±, dice Coromines. De ah¨ª naci¨® el libro: The Massachusetts Review incluy¨®, en un monogr¨¢fico sobre distop¨ªas hechas realidad, tres relatos de Calders, uno aqu¨ª incluido, La ratlla i el desig. La nieta incorpor¨® otros y traz¨® links con los art¨ªculos.
Literatura de miseria y llanto. Calders se pas¨® buena parte de su vida, a partir de 1958, defendiendo a capa y espada su literatura formalmente fant¨¢stica de los tiempos del realismo hist¨®rico-social que impon¨ªan mandarines culturales encabezados por Joaquim Molas y su libro La literatura de postguerra. Dedic¨® hasta una serie de seis art¨ªculos en Serra D¡¯Or a rebatir esa necesidad de hacer ficci¨®n como ¡°aportaci¨®n a la estad¨ªstica de la miseria y del llanto¡±, cargada de ¡°trastornos silvestres¡±, donde hasta, si es necesario, ¡°se transforma a los payeses en energ¨²menos sanguinarios para hacer dramas rurales modernos¡±. Harto de que se le acuse a ¨¦l y otros de su generaci¨®n de hacer evasi¨®n, literatura ahist¨®rica o libros ¡°desde las alturas divinas¡±, Calders defiende ¡°un humor reflexivo que intenta, con la sonrisa como bistur¨ª, penetrar profundamente las diversas capas del alma¡±. Y en un momento, estalla. Finamente, como siempre: ¡°Vi poetas, de estos ¡®fuera de tiempo¡¯, vestidos de soldados, no haciendo el servicio militar en provincias sino en frentes donde la gente mor¨ªa con un clar¨ªsimo realismo hist¨®rico¡±. La pol¨¦mica comport¨® su ostracismo en Serra d¡¯Or.
Candel y otras autocensuras. ¡°En la calle nos se?alaban como hijos de divorciados y no pod¨ªas decir nada sobre pol¨ªtica¡±, recuerda Tess Calders como ejemplo de la Catalu?a moralmente cerrada, gris y asustadiza que hallaron al regresar de su exilio en M¨¦xico, en 1962. El escritor lo comprob¨® diversas veces, en especial cuando al comentar el ¨¦xito de Paco Candel, Els altres catalans, apunt¨® el contrasentido de la m¨ªsera vida que llevaban los inmigrantes en una Catalu?a cara y que tampoco ten¨ªa suficiente poder industrial para absorber ese flujo de peonaje, ¡°inflaci¨®n demogr¨¢fica¡± para la que propon¨ªa intervenciones pol¨ªticas en su lugar de origen, parecido a lo que sugerir¨ªa a?os despu¨¦s con la emigraci¨®n en Europa. No fue bien entendido, cree Coromines, como le ocurri¨® con alg¨²n otro tema sobre el feminismo de las mujeres o el supuesto trato despectivo a los indios mexicanos que algunos quisieron leer en su Aqu¨ª descansa Nevares. ¡°Catalu?a era, como hoy, un pa¨ªs poco acostumbrado al debate de ideas, de una correcci¨®n pol¨ªtica que juega a favor de sus contrincantes; hab¨ªa mucha autocensura¡±, sostiene Coromines, periodista y traductora, que trabaj¨® en el Diplocat hasta la aplicaci¨®n del Art¨ªculo 155.
Coches y otros cachivaches. El plan pasar¨ªa por apagar todos los sem¨¢foros de la ciudad y suspender durante 24 horas toda normativa municipal sobre tr¨¢fico. El resultado ser¨ªa un caos tal que se acabar¨ªa con los coches, destrozados entre s¨ª. Podr¨ªa ser unos de sus relatos, pero es la tesis fant¨¢stica que suelta Calders, ya en 1989, en un art¨ªculo para atacar a una de sus bestias negras: el veh¨ªculo, la contaminaci¨®n y su invasi¨®n ciudadana. Pero tambi¨¦n asoman la suciedad de las calles, las obras eternas o el abandono de los enfermos plataneros. Es el Calders de proximidad c¨ªvica, ecologista, a mediados ya de los 80. ?Un visionario? ¡°Con el coche no pod¨ªa: ¨¦l era un desastre conduciendo, un peligro total¡ Pero no, ocurre que estaba al tanto de todo: cada ma?ana le¨ªa media docena de diarios, un par extranjeros; le encantaba la tecnolog¨ªa: fue de los primeros en tener ordenador, un aparato que reun¨ªa una peque?a tele con un transistor...; hoy tendr¨ªamos que llevarlo a desintoxicaci¨®n porque cambiar¨ªa de m¨®vil cada d¨ªa¡±, bromea su hija.
Independentismo radical. En un art¨ªculo de febrero de 1992, Calders admite ser nacionalista, sentimiento que, a veces, ¡°se me emparraba en el independentismo radical¡±. En los textos va dejando muestras de ello, siempre bajo las premisas del humor y, sobre todo, la iron¨ªa, sus p¨®cimas para tocar cosas m¨¢s graves: rechaza la hipot¨¦tica propuesta de trasladar el Senado espa?ol a Barcelona, lamenta que Madrid nos vuelva a pasar por delante al exponer al artista Piero Manzoni, el autor de Merde d¡¯artiste (potes con deposiciones) e, incluso, se muestra contrario a que la fiesta literaria de la Nit de Santa Ll¨²cia itinerase por Catalu?a porque es Barcelona la que necesita ¡°el refuerzo de todos los ¨®rganos que configuran nuestra naci¨®n¡±. ?Qu¨¦ pensar¨ªa hoy Calders ante la situaci¨®n generada por el proc¨¦s? ¡°?l era independentista, y si bien estar¨ªa sorprendido y emocionado con las manifestaciones y lo ocurrido en octubre de 2017, no estar¨ªa nada de acuerdo con la decisi¨®n de los pol¨ªticos catalanes tras el 1-O. ?l se lo hubiera cre¨ªdo y luego se habr¨ªa quedado de piedra, y se habr¨ªa llevado una decepci¨®n may¨²scula¡±, conjeturan al un¨ªsono Tess Calders y Coromines. La hija recuerda: ¡°Milit¨® de joven en la Palestra de Josep Maria Batista i Roca, y el Sis d¡¯Octubre de 1934 fue de los que se encerraron en el Coliseum, con una escopeta que no funcionaba¡ Dec¨ªa que era pacifista, pero que hab¨ªa momentos en que se hab¨ªa de dar todo lo que se hab¨ªa dar¡¡±. En el libro, lo hace.
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