Da?os del 'proc¨¦s' a Catalu?a
El regreso a las contradicciones y complejidades de la sociedad real es un requisito indispensable para superar lo que para unos ha sido un ensue?o imposible y para otros, una pesadilla
Aquel catalanismo que a finales del siglo XIX fue formul¨¢ndose como elemento de regeneraci¨®n de la pol¨ªtica irremediablemente est¨¢ quedando hecho trizas por el proc¨¦s. Es un fracaso que no ha tenido por detonante al Estado, seg¨²n deseaba ¨¢vidamente el independentismo, sino el pen¨²ltimo brote de irresponsabilidad que ha antepuesto ilegalmente la naci¨®n imaginaria a la sociedad real. A su modo, la enajenaci¨®n de Puigdemont y Torra ha ganado pero es una victoria infausta porque ha sido al precio de la convivencia en Catalu?a, incluso para quienes la quer¨ªan como rep¨²blica independiente. Eso culmina la historia de un espejismo que va a dejar a la ciudadan¨ªa de Catalu?a en la peor de las posiciones imaginables porque la divide, la contrapone al conjunto de Espa?a, desarbola su formalidad institucional, da?a su vitalidad econ¨®mica y la desprestigia internacionalmente. Estos da?os y perjuicios erosionan los v¨ªnculos que el catalanismo cl¨¢sico hab¨ªa pretendido generar. Ha ocurrido porque el maximalismo ha sobrepasado las normas, mal liderado y cada vez m¨¢s ajeno a una realidad social cuyo protagonismo plural acept¨®, de uno u otro modo, lo que comenzaba como fer pa¨ªs y que luego se convirti¨® en un proceso de ingenier¨ªa social que se ha cre¨ªdo legitimado m¨¢s all¨¢ de la ley. Es una penosa evidencia que supera las formas pol¨ªticas salvo que se rearticulen para afrontar los da?os del proc¨¦s y rehagan el contrato entre todos los catalanes. Eso quiere decir que, posiblemente, la nueva regeneraci¨®n corresponde a un post-catalanismo que todav¨ªa no ha sido enunciado.
Josep Tarradellas cuando regres¨® del exilio se dirigi¨® a los ¡°ciudadanos de Catalu?a¡± desde la Generalitat
Las revelaciones sobre los comandos CDR ensombrecen a¨²n m¨¢s lo que es un desconcierto y una inquietud, un desconcierto al que la pol¨ªtica y, sobre todo la sociedad en su necesidad constante de confianza, habr¨¢n de contraponer un principio elemental de racionalidad. Por ahora, lo que vamos a ver es que nadie se f¨ªa de nadie y que tanto la manipulaci¨®n medi¨¢tica como el autismo de la mayor¨ªa en el parlamento auton¨®mico agrietan aquellos consensos m¨ªnimos que una sociedad requiere para que la mala pol¨ªtica no prolifere m¨¢s y la inseguridad jur¨ªdica no se haga cr¨®nica.
Despu¨¦s de las elecciones municipales de 1931, Companys proclam¨® la rep¨²blica en la plaza de San Jaime. A la media hora y desde el balc¨®n de la Generalitat, Maci¨¤ quiso fundar la Rep¨²blica Catalana. Eso gener¨® en Madrid el temor republicano a una grave distorsi¨®n de un proceso de por s¨ª azaroso. Hubo que presionar a Maci¨¤ para que se olvidase de la Rep¨²blica Catalana. Aparec¨ªa la pol¨ªtica maximalista en el balc¨®n de la Generalitat, ese mismo balc¨®n al que Quim Torra pone y quita pancartas en una suerte de comedia de los errores que ya no divierte a nadie. En 1934, en pr¨¢ctica coincidencia con la revoluci¨®n de Asturias, Companys proclama sediciosamente otra Rep¨²blica Catalana. Companys siempre fue un pol¨ªtico anti-todo, especialmente si se le pon¨ªa en un balc¨®n. Lo tuvo muy presente Josep Tarradellas cuando regres¨® del exilio y desde ese balc¨®n se dirigi¨® a los ¡°ciudadanos de Catalu?a¡± porque hab¨ªa comprendido que la Generalitat deb¨ªa representar a toda la ciudadan¨ªa, con o sin catalanidad asumida, en cualquiera de sus gradaciones. La evoluci¨®n posterior del nacionalismo, tempranamente advertida por Tarradellas, consisti¨® en todo lo contrario y paulatinamente se aplicaron pol¨ªticas identitarias que incluso los partidos no nacionalistas asumieron. De ah¨ª fue deriv¨¢ndose la sedimentaci¨®n del futuro independentismo, propagado por distorsiones ¡ªlengua, historia y cultura¡ª en el sistema educativo.
Las revelaciones sobre los comandos CDR ensombrecen a¨²n m¨¢s lo que es un desconcierto y una inquietud
?Est¨¢ la sociedad catalana en condiciones de retomar su futuro en los t¨¦rminos que representaba Tarradellas? Evidentemente, falta un pol¨ªtico con sentido de Estado como Tarradellas, pero lo que constatamos ahora es que sin sentido de Estado ¡ªque lo es por ser parte sustantiva de Espa?a¡ª Catalu?a ha llegado a una situaci¨®n aciaga. El regreso a las contradicciones y complejidades de la sociedad real es un requisito indispensable para superar lo que para unos ha sido un ensue?o imposible y para otros, una pesadilla. Lo que queda es la norma constitucional que da unos m¨¢rgenes de maniobra todav¨ªa no explorados del todo, precisamente porque en la urdimbre de Constituci¨®n de 1978 el catalanismo tuvo su delta inclusivo. Por el contrario, en la circunstancia actual el independentismo ha sido excluyente, con una patrimonializaci¨®n del futuro de Catalu?a ¡ªincubada en el pujolismo¡ª que va a necesitar una lenta recomposici¨®n del mapa pol¨ªtico, siempre y cuando se respeten los acuerdos m¨ªnimos de una sociedad plural.
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