Calle rica, calle pobre: las fronteras invisibles de Madrid
A veces en la capital basta con girar una esquina para entrar en otra realidad, la que separa a privilegiados y desfavorecidos
En ocasiones doblar una esquina en Madrid supone cruzar una frontera de extrema desigualdad. Los datos de renta de las secciones censales de Espa?a que el mes pasado public¨® por primera vez el Instituto Nacional de Estad¨ªstica han puesto de relieve que a veces con cambiar de calle dentro de la capital es posible encontrar brechas abismales de riqueza. Las secciones censales son ¨¢reas donde residen unos 1.500 vecinos, el nivel geogr¨¢fico de an¨¢lisis de renta m¨¢s peque?o que conocemos. Ahora sabemos que de una avenida a otra se esconden realidades tan distintas como que unas cuentan con el doble o triple de renta que las otras. Lo que es una se?al de identidad en las megaurbes latinoamericanas es una verdad algo m¨¢s difuminada en la capital de Espa?a. A la sombra de las Cuatro Torres o detr¨¢s de los pisos con vistas al r¨ªo Manzanares se esconde una realidad paralela. Exploramos estas fronteras invisibles.
Los perdedores de las Cuatro Torres
Vista desde las Cuatro Torres, la ciudad de Madrid aparece como una alfombra de edificios donde es imposible distinguir los barrios ricos de los pobres, un sue?o igualitario. Por las cristaleras de la cafeter¨ªa de la Torre Cepsa, en la planta 17 de una de estas cumbres del poder espa?ol, empleados y ejecutivos pueden ver a sus pies los pisos de La Ventilla, aparentemente un vecindario m¨¢s en esta zona privilegiada del norte de la capital. Sin embargo, a ras de suelo el contraste es salvaje.
La Ventilla, con 7.995 euros de renta media por persona, es uno de los barrios m¨¢s pobres de Madrid y Espa?a. Sus ingresos son casi un tercio de los 23.384 euros de sus vecinos del barrio del Pilar, inmediatamente al norte, tambi¨¦n a la sombra de los cuatro rascacielos madrile?os, seg¨²n los datos de renta publicados por el INE.
A la hora de almorzar, los empleados de las torres buscan mesa en los restaurantes y cafeter¨ªas de la zona, pero ninguno se acerca al bar de Antonio Ramos y Pilar Garc¨ªa, La Taurina, uno de los emblemas de La Ventilla. La Taurina (Calle de Matilde Landa, 11), con dos m¨¢quinas tragaperras y tres cabezas de toro disecadas colgando de las paredes, estaba una tarde de esta semana lleno de obreros, todos hombres, trabajadores de talleres y peque?os negocios del barrio.
Un montado de lomo y una cerveza cuestan cuatro euros en este bar; en Vaca Nostra, un lujoso restaurante junto a la Torre Cepsa, los clientes ordenan carne Black Angus de Nebraska, a 94 euros el kilo.
A los clientes de La Taurina no les sorprende que nunca aparezcan visitantes de las torres. Les separan apenas 400 metros pero hay una frontera invisible que divide estos dos mundos. Una ma?ana de esta semana pasaron por el solar ajardinado de las torres en cuesti¨®n de cinco horas el ministro de Fomento, Jos¨¦ Luis ?balos; el l¨ªder del Partido Popular, Pablo Casado, y el equipo de f¨²tbol del Brujas, concentrado en Madrid para un partido de la Champions League.
Las torres no han dado ninguna vida a La Ventilla, dice Fidel Garc¨ªa, de 58 a?os, profesor de econom¨ªa en el Padre Piquer, un colegio del barrio. ¡°Los empleados llegan y se marchan de la oficina en coche por el anillo subterr¨¢neo y ni siquiera salen de los edificios¡±, dice el profesor, durante su almuerzo en la barra de La Taurina.
Desde que fueron terminadas, entre 2007 y 2009, en los antiguos terrenos de entrenamiento del Real Madrid, el mayor impacto para muchos vecinos ha sido visual. Abren la ventana y se encuentran con los gigantes de cristal al acecho, doblan una calle y vuelven a verlos. Pronto se les unir¨¢ un quinto rascacielos, cuando concluya la obra de la Torre Caleido. Desde lo alto de los rascacielos el tapiz de Madrid es pura armon¨ªa. Ni siquiera es posible distinguir con claridad las chabolas cercanas construidas junto a las v¨ªas de tren, separadas de La Ventilla por el Paseo de la Castellana. Son los m¨¢s pobres de los pobres y ni siquiera figuran en el mapa de la renta del INE.
A Pilar Garc¨ªa, la cogerente de La Taurina, le parece que los vecinos de La Ventilla sacaban mucho m¨¢s partido a la Ciudad Deportiva que a las Cuatro Torres. ¡°Hab¨ªa piscinas y una pista de patinaje que al menos pod¨ªamos usar pagando¡±, dice Garc¨ªa, de 46 a?os. Para ella y otros vecinos los rascacielos no son un s¨ªmbolo del que presumir. ¡°Yo siempre digo que las Cuatro Torres est¨¢n cerca nuestra y no al rev¨¦s¡±, a?ade.
La Ventilla fue durante buena parte del siglo XX un barrio de chabolas, duramente golpeado por la epidemia de hero¨ªna de los ochenta. Las promociones de vivienda protegida mejoraron las condiciones de las edificaciones y el entorno del barrio. Cuando fueron construidos los rascacielos los inversores pusieron la mira sobre un sector con una ubicaci¨®n y unos precios envidiables, pero la crisis econ¨®mica destruy¨® sus planes. La nueva generaci¨®n de vecinos que algunos inversores inmobiliarios hab¨ªan presagiado no acab¨® por desembarcar en La Ventilla.
¡°Las Cuatro Torres fueron construidas en medio de la miseria¡±, explica Antonio Ortiz, uno de los vecinos activos en asociaciones de Tetu¨¢n, el distrito de la capital que abarca a La Ventilla. ¡°Las inversiones privadas no se vieron acompa?adas de dinero por parte de las Administraciones p¨²blicas. Estos barrios han sido hist¨®ricamente discriminados por las autoridades¡±, a?ade.
La operaci¨®n urban¨ªstica Distrito Castellana Norte, una expansi¨®n colosal en los terrenos cercanos de Chamart¨ªn, ha renovado el inter¨¦s por estas viviendas y quiz¨¢s ahora estemos ante el momento de inflexi¨®n para La Ventilla, cuando inquilinos y propietarios de toda la vida la abandonen ante el aumento desaforado de los alquileres. El fondo Lazora ha comprado decenas de viviendas ¡ªdel n¨²mero al 5 al 23 y del 49 al 69¡ª en la calle V¨ªa L¨ªmite y las ha puesto en alquiler a 1.450 euros al mes. Con precios as¨ª, un vecino de renta media de La Ventilla necesitar¨ªa 9.405 euros m¨¢s de ingresos para cubrir sus gastos de alojamiento y no le quedar¨ªa ni para comer.
Los peque?os comerciantes del barrio tambi¨¦n pasan apuros por la subida de las rentas, por las compras online o por la competencia creciente, pero el chivo expiatorio suele ser el reci¨¦n llegado, los emprendedores inmigrantes que compiten con precios m¨¢s bajos.
Youssef Helfwui, un joven de 23 a?os, abri¨® hace dos la peluquer¨ªa Moderna en la calle de Matilde Landa, tumbando a la mitad el precio del corte de pelo que ofrec¨ªan otros en La Ventilla. En su negocio, los adultos pagan seis euros y los ni?os, cinco. ¡°Es la peluquer¨ªa m¨¢s econ¨®mica del barrio¡±, presume ¨¦l. Son precios atractivos para el bolsillo de los vecinos, pero a ¨¦l le obligan a hacer largas jornadas para ganar un sueldo digno.
Con todo, estos emprendedores que aspiran a una vida digna en la clase media espa?ola lo tienen dif¨ªcil para competir con los gigantes de la est¨¦tica nacional. Al pie de las torres, pero del lado rico de Chamart¨ªn, hay una peluquer¨ªa de la cadena Marco Aldany, con m¨¢s de 400 salones por toda Espa?a. En su escaparate se anuncian, con cifras bien visibles desde lejos, las ofertas de turno: un corte de caballero sale por 9,99 euros, de lunes a mi¨¦rcoles.
La transformaci¨®n del barrio ha dejado sin empleo a Mari Rodr¨ªguez, de 42 a?os. Hasta abril era gerente de Aquazul, un centro de lavado de coches, pero lleg¨® un comprador y se qued¨® el negocio. Ahora, en el paro, no sabe ni siquiera si podr¨¢ quedarse en el barrio. Hace poco le subieron la renta de su piso hasta 850 euros al mes. ¡°Mi madre se ha ido a Vallecas y me dice ¡®vente¡¯ pero yo me quiero quedar¡±, dice Rodr¨ªguez, que se hace eco de un sentimiento de espanto en el barrio ante la temida gentrificaci¨®n, el fantasma que acecha sobre La Ventilla con una sombra igual de alargada que las torres.
Madrid R¨ªo, una loter¨ªa mal repartida
La gente aparcaba en doble fila, como pod¨ªa, y dejaba las llaves a un muchacho. El aparcacoches de la marisquer¨ªa K?ln encajaba los veh¨ªculos en un tetris que se expand¨ªa por el paseo del Quince de Mayo y alrededores. A veces se abr¨ªa una puerta y bajaba Luis Aragon¨¦s, con su hosquedad a cuestas. Aquel era el templo de los jugadores del Atl¨¦tico de Madrid, desde donde se ve¨ªa la silueta del estadio Vicente Calder¨®n de noche. Los futbolistas guardaban entre las estanter¨ªas una jarra con su nombre. Clientela de toda la ciudad mor¨ªa por hacerse un hueco en la barra y probar las gambas al ajillo y los boquerones en vinagre. En la acera de enfrente tambi¨¦n estaba atestado el bar La Parrocha, cuya clientela se pasaba al garito La Taberna Inglesa por una puerta falsa que conectaba los dos locales. Si quer¨ªas ser alguien en el Madrid de los ochenta ten¨ªas que darte una vuelta por all¨ª.
¡°Y ahora no hay ni Dios¡±, dice Lola Vega, la ¨²ltima encargada de la marisquer¨ªa. Las obras durante a?os de la M-30, la demolici¨®n del Calder¨®n y el contrapeso que ha ejercido Madrid R¨ªo en las calles aleda?as, donde se ha abierto un Madrid m¨¢s verde y gentil con el ciudadano, ha levantado un muro invisible alrededor de esta avenida, cuyo esplendor emite sus ¨²ltimos destellos desde el pasado. Aqu¨ª, el mundo parece haberse detenido. El desarrollismo del barrio, el plan urban¨ªstico ejecutado por esos peque?os dioses que son los alcaldes y un poco la mala suerte han hecho languidecer esta zona en beneficio de sus vecinos de toda la vida. El progreso no ha sido amable con ellos.
Esa desigualdad queda patente en cifras. Los que viven a lo largo de Quince de Mayo tienen una renta por persona de 9.116 euros y de 22.049 por hogar. En contraste, los vecinos de un poco m¨¢s all¨¢, los de la calle Antonio L¨®pez, estando en el mismo barrio, compartiendo el mismo pasado y la misma clase obrera de Carabanchel Bajo, les doblan en ingresos. La renta por persona es de 18.481 euros, de acuerdo a los datos del Instituto Nacional de Estad¨ªstica que, por primera vez, puede valorar los ingresos de los ciudadanos calle a calle.
La diferencia entre unos y otros no es obvia a simple vista. El ojo dice que estamos en la Espa?a uniforme, clasemediera, al otro lado del r¨ªo Manzanares, cerca del centro pero no en el centro como tal, para eso hay que darle a la pata 20 minutos y empezar a cruzarse con turistas. Pero la realidad es que unos se han quedado m¨¢s atr¨¢s que otros. Si vives en Quince de Mayo cobras menos de los 13.573 euros en los que la OCDE valora el ingreso m¨ªnimo para considerarse clase media.
El reverso es Antonio L¨®pez, una calle en dos tramos continuados. Una bajada pronunciada y un puente dividen los distritos de Carabanchel y Usera. Todas son buenas noticias en los ¨²ltimos a?os para quien tenga una propiedad en esta calle. El mejor tramo de ocio de Madrid R¨ªo discurre en paralelo (Quince de Mayo se ha quedado con la parte menos frondosa y agraciada), tienen a mano un centro comercial llamado Plaza R¨ªo 2, a imagen y semejanza del opulento lugar de compras de Alcobendas, y cuentan con la cercan¨ªa del Matadero de Madrid, un antiguo degolladero de animales destinado ahora a la cultura.?
Victoriano L¨®pez, de 86 a?os, toma el sol a mediod¨ªa como un lagarto. Lleva gafas de sol. Fue ebanista antes de jubilarse. Recuerda de ni?o ver pasar a los camiones por esta avenida. Las madres ten¨ªan pesadillas en las que sus hijos cruzaban solos, sin mirar. El tr¨¢fico de camiones se desvi¨® para no molestar a las viviendas. ¡°Y con Madrid R¨ªo se soterr¨®. Se fueron bajo tierra. Nos quedamos tan felices¡±, resume L¨®pez. El precio de su piso, dice, subi¨®, igual que el de su hija, que vive dos plantas m¨¢s abajo.
Al otro lado, desde la galer¨ªa modernista del centro comercial, se disfruta el puente levantado por el arquitecto franc¨¦s Dominique Perrault en forma de doble tirabuz¨®n. Conecta Antonio L¨®pez con el Paseo de Yeser¨ªas. Desde aqu¨ª, el puente parece suspendido en el aire. Los ¨¢ticos de los pisos de al lado se han ido a los 400.000 euros: 60 metros, una habitaci¨®n con ba?o.
Ese esplendor no alcanza al Quince de Mayo. Vicente Hern¨¢ndez Alonso, regente del bar Tapakubos, dice que la avenida es ¡°un paso a nivel, una frontera¡±, que separa a ricos y pobres. El derrumbe del Calder¨®n se ha cebado con su negocio: le ha dejado sin 20 o 30 eventos al a?o que multiplicaban por 10 su caja.
En la marisquer¨ªa K?ln, que sigue manteniendo productos de calidad y una tabernera con un humor a prueba de bombas, la cosa no va mejor. A veces recibe clientela del tanatorio de al lado, gente que acaba de incinerar a un pariente. ¡°Me dicen que aqu¨ª ven¨ªan de fiesta hace muchos a?os. Se ponen nost¨¢lgicos¡±, cuenta ella con su dosis propia de morri?a.