A Gaud¨ª le hubiera gustado Bill Viola
La Pedrera acoge la primera antol¨®gica en Barcelona del pionero del videoarte neoyorquino que recorre cuatro d¨¦cadas de sus trabajos
Si el esteta, m¨ªstico y espiritual Antoni Gaud¨ª viviera, le hubiera gustado ver que una de sus obras m¨¢s personales, La Pedrera, acoge la obra de un creador tan pionero y singular como fue ¨¦l: Bill Viola (Nueva York, 1951). Y seguro que le habr¨ªa encantado ver c¨®mo el piso noble que cre¨® para uno de sus mecenas dialoga con las videocreaciones de este artista ¨²nico. Pero no es la primera vez que Viola entra en contacto con el genial arquitecto. En 2009, cuando fue galardonado con el Premi Internacional de Catalunya, visit¨® este edificio del paseo de Gr¨¤cia quedando abrumado por la rotundidad de sus formas y la materializaci¨®n de elementos de la naturaleza. Diez a?os despu¨¦s, el artista vuelve de la mano de Bill Viola. Espejos de lo invisible, una exposici¨®n en la que pueden verse (hasta el 5 de enero) una veintena de sus obras que hablan del agua, met¨¢fora del nacimiento y renacimiento, del fuego purificador, pero tambi¨¦n del paso del tiempo, convertido en algo f¨ªsico y tangible; de muerte, amor, dolor y redenci¨®n; algunos de los grandes temas de la condici¨®n humana que tanto gustaron tambi¨¦n al arquitecto modernista.
Y si las obras de Gaud¨ª no dejan indiferente a nadie, las creaciones de Viola te dejan mudo y embobado y te transportan a un universo on¨ªrico y m¨¢gico. Aut¨¦ntica terapia antiestr¨¦s, pocas personas terminan la visita como la comenzaron. Ayuda que los organizadores de la muestra, el equipo de la Fundaci¨®n Catalunya-La Pedrera, hayan optado por bajar las persianas y dejar a oscuras la sala para neutralizar la agitada y bulliciosa vida de la ciudad, pero tambi¨¦n, la fuerza de Gaud¨ª con el fin de que las obras de Viola sean las protagonistas. Tan solo las impresionantes columnas de piedra que sustentan el edificio se convierten en un bosque en el que ir descubriendo cada una de las videocreaciones.
La muestra, una antol¨®gica de 40 a?os de trabajo, desde 1976 hasta 2014, abre y cierra con obras que protagoniza Viola, quiz¨¢ porque el artista no ha podido viajar desde Long Beach (California) donde est¨¢ convaleciente. En la primera, Incremento (1996), el artista aparece en primer plano en un monitor mientras un contador va sumando un d¨ªgito cada vez que respira. Hay capacidad para nueve n¨²meros y 85 a?os de vida. La ¨²ltima es Autorretrato, sumergido (2013), una de sus obras m¨¢s recientes, en la que lo vemos con los ojos cerrados flotando en el agua aparentemente muerto, pero sereno, como si durmiera, mientras se espera que d¨¦ una bocanada y salga indemne.
En esas y en el resto de sus obras Viola utiliza dos buenas armas: la tecnolog¨ªa punta (las pantallas planas para mostrar los v¨ªdeos han viajado desde Alemania) y una nueva mirada al clasicismo (en temas, posturas, gestos y colores). Y si no qu¨¦ es El quinteto de los sobrecogidos (2000), en el que cinco personas de pie y muy juntas experimentan, a c¨¢mara superlenta, marca de la casa, un sentimiento de emoci¨®n profunda que acaba abrum¨¢ndolos; una escena que nos lleva de forma irremediable a recordar obras del Bosco o Caravaggio. Ninguna como el intenso Estudio para Aparici¨®n (2002), en la que dos mujeres esperan pacientemente sentadas en el suelo mientras de una especie de ba?era emerge, de pronto, un joven de un blanco cer¨²leo, que acaba en brazos de ellas. Una pieza inspirada en alguna de las pinturas renacentistas de Masolino.
Es tan impactante e intensa como Tres mujeres (2008), que reflexiona sobre el paso del tiempo en el que una madre y sus dos hijas vuelven del m¨¢s all¨¢ (atravesando una cortina de agua) para luego regresar y desaparecer para siempre, o cuatro piezas de la serie M¨¢rtires (2014), derivadas del encargo hecho para la catedral de San Pablo de Londres, en las que cuatro personas actuales son atacadas por el fuego, el aire, la tierra y el agua, mostrando la capacidad humana de soportar el dolor, como lo hicieron los santos seg¨²n los textos sagrados.
Las cintas, de siete, diez, 28 o 34 minutos, hacen que el espectador se pare ante ellas en una larga observaci¨®n para captar todos los gestos y los detalles y comprobar en la pantalla, cuan fugaces y fr¨¢giles son nuestras vidas. Es el caso de La habitaci¨®n de Catalina (2001), formada por cinco pantallas en las que la rama que asoma por la peque?a ventana de la estancia en la que vive Catalina anuncia el paso de las cuatro estaciones. En la quinta y ¨²ltima, en la que la mujer duerme o quiz¨¢ est¨¢ muerta en la cama, la ventana es completamente negra.
Imposibles de olvidar
M¨¢s complaciente es Los durmientes (1992), en la que en el interior de siete bidones llenos con 200 litros de agua pueden verse otros tantos monitores con primeros planos de personas en brazos de Morfeo que, de vez en cuando, cambian de postura, pero siempre sin despertar.
40 obras para acabar con una anomal¨ªa
La directora general de la Fundaci¨® Catalunya-La Pedrera, Marta Lacambra, asegur¨® que esta exposici¨®n supone poder hacer realidad el sue?o de llevar a cabo un proyecto de gran envergadura con otras instituciones catalanas. Y eso es porque las obras de Viola tambi¨¦n podr¨¢n verse en el centro B¨°lit de Girona, en el Museo Episcopal de Vic, en el Museo de Montserrat y la Fundaci¨®n Sorigu¨¦ de Lleida, algunos de los lugares que Viola, Perov y su hijo visitaron en 1999. En Barcelona, adem¨¢s de poder verse una decena de obras en el Palau durante varios d¨ªas, el 4 de diciembre se vivir¨¢, tambi¨¦n en el Liceo, una "noche Bill Viola", en la que se proyectar¨¢n, de forma continua, desde las 18.00 hasta la una de la madrugada siete de sus piezas. En total, 40 obras de este artista tan excepcional como Gaud¨ª.
Para Homs las diferentes muestras y actividades organizadas sirven para acabar con una anomal¨ªa: que Barcelona no hubiera dedicado todav¨ªa una monogr¨¢fica a Viola, pese a ver estado presente con alguna de sus obras en algunas exposiciones o hab¨¦rsele dado el mayor premio que se concede en Catalu?a, el Premi Internacional de Catalunya en 2009.
Las obras de Viola no han viajado solas a Barcelona. Han venido acompa?adas de Kira Perov, su compa?era, mano derecha en la producci¨®n de sus trabajos desde 1978, y directora del Bill Viola Studio. Ella es la que mejor conoce al artista y su obra. Por eso comisar¨ªa la muestra junto con el gestor cultural Lluci¨¤ Homs. Perov apunt¨® que las obras de Viola son ¡°una b¨²squeda incesante del significado del mundo que nos rodea¡± y ley¨®, durante la presentaci¨®n ayer de la muestra un emotivo texto en el que disculp¨® la ausencia del creador y record¨® sus palabras: ¡°Tengo ¨¦xito si una persona se va con una imagen, un pensamiento, una realizaci¨®n, un sentimiento que pueden usar en su vida, incluso si no pueden recordar c¨®mo se llaman las piezas o mi nombre¡±. Imposible olvidar las obras de Bill Viola, aunque la memoria nos falle, despu¨¦s de haberlas visto.
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