¡°Som gent de pau¡ ?anda ya!¡±
La peor parte de los disturbios del mi¨¦rcoles en Barcelona se la llev¨® un tramo de la calle de Roger de Flor que est¨¢ a un paso de una gasolinera
Contenedores y coches en llamas fueron lo m¨¢s vistoso. Pero tambi¨¦n ardieron parqu¨ªmetros, maceteros de bares, motos, ¨¢rboles, banderolas publicitarias, tiestos en balcones¡. y el calor revent¨® el cristal de una porter¨ªa y fundi¨® carteles de comercios. A esta descripci¨®n del panorama en la zona cero de los disturbios de la noche del mi¨¦rcoles en Barcelona, la calle de Roger de Flor entre Diputaci¨® y Consell de Cent, faltar¨ªa a?adir un tremendo olor a basura y a pl¨¢stico quemados. Y, para hacerse a la idea del mal rato que pasaron los vecinos, hay que pensar que ocurri¨® a solo 30 metros, ?30!, de una gasolinera.
Unos lo cuentan con pelos y se?ales, en modo casi terap¨¦utico. Otros est¨¢n enfadados con la prensa por el tratamiento informativo. Una vecina, que adem¨¢s acaba de abrir un precioso colmado en los bajos, no para de llorar y lo ¨²ltimo que quiere es protagonismo. Yu, el peluquero al que han quemado la moto, no entiende nada. Explica, debajo del cartel derretido de su peluquer¨ªa, que vio los disturbios por la tele, desde otro barrio de la ciudad, y que no pudo llegar para salvar la moto. Pregunta a los operarios de la gr¨²a si le pueden dar alg¨²n justificante que demuestre que el esqueleto de hierro que se llevan es suyo.
A dos puertas hay un restaurante coreano y Ui, su due?o, relata c¨®mo el local se llen¨® de gente y tuvieron que mojar la puerta, tirando agua, porque el calor era bestial. Lo dice en la calle mientras se?ala la tuber¨ªa del gas, a tres metros de donde lleg¨® el fuego, y se lleva las manos en la cabeza.
Maria ?ngels pas¨® muy mal rato ¡°viendo c¨®mo los manifestantes acercaban los contenedores a la gasolinera¡±. ¡°Las llamas llegaban m¨¢s arriba de casa¡±, dice. Vive en un segundo. ¡°Llam¨¦ a los bomberos como diez veces y las chicas de la centralita ya no sab¨ªan qu¨¦ hacer, me dec¨ªan: ¡®Lo sabemos, se?ora, pero es que se quema media Barcelona¡±. Maria Teresa, que volv¨ªa de celebrar su cumplea?os, no pudo llegar a su casa, al volver la esquina, en Diputaci¨®. Fue justo en el momento cumbre de contenedores y coches ardiendo. Lleva un marcapasos desde hace dos meses. Cuenta que le dio un ataque de ansiedad y la dejaron entrar en un hotel, donde estuvo una hora y media, ¡°hasta que pas¨® lo peor¡±. ¡°En mi vida hab¨ªa pasado tanto miedo¡±, resume. Y antes de despedirse, se?ala: ¡°Que conste que no todos los manifestantes son as¨ª. Son 400 desgraciados¡±.
Gabriel, que se recupera de una operaci¨®n, se une al corrillo. Ha bajado en zapatillas a charlar con los vecinos y resume c¨®mo est¨¢: ¡°Ayer muy acojonado, me llamaba mi hija y me dec¨ªa ¡®pap¨¢ que ten¨¦is una bomba al lado¡¯, por la gasolinera. Ahora estoy cabreado. No s¨¦ a qui¨¦n representan estos¡±, los protagonistas de los disturbios, dice con desprecio.
Aunque para enfado, el del gerente de la gasolinera. Enrique Puig. ¡°Som gent de pau¡ ?anda ya! Esto es kale borroka. Pusieron en riesgo a todo el mundo¡±, se?ala y celebra la actuaci¨®n de los antidisturbios. Desde la gasolinera tiraron mangueras para apagar contenedores. El empleado de la estaci¨®n se llama Jos¨¦ Antonio y explica c¨®mo el mi¨¦rcoles por la noche ¡°ve¨ªa por la tele los contenedores cada vez m¨¢s cerca¡±. ¡°Reconoc¨ª la gasolinera al segundo y no hac¨ªa m¨¢s que pensar en mi compa?ero que estaba trabajando¡±, suspira.
La mayor¨ªa de la gente de este tramo de calle se asom¨® a los balcones o subi¨® a las azoteas. Lo cuenta un vecino del 137, el edificio m¨¢s afectado, que no quiere dar su nombre: ¡°Hab¨ªa un mont¨®n de humo y los vecinos subimos al terrado, salimos a los balcones o bajamos a la calle. Luego los bomberos nos alertaron de que actuamos de la peor manera, porque el humo era s¨²per t¨®xico. Lo hicimos por instinto¡±.
Los vecinos charlan fuera del per¨ªmetro de cintas que habilitaron los bomberos. Dentro, desde antes de las ocho de la ma?ana y por orden, se han sucedido las gr¨²as que se han llevado los coches; las m¨¢quinas que han empujado los contenedores quemados con grandes palas para despegarlos del asfalto; otras m¨¢quinas que los han arrancado; los operarios de la limpieza (que llevan desde las cuatro de la ma?ana dale que te pego)¡ y tambi¨¦n chatarreros que en pocos minutos han llenado sus carros de supermercado de hierro.
¡°Mira que estamos a dos pasos del departamento de Interior de la Generalitat. Hemos visto decenas de manis. Pero como esta, con tanta violencia, nunca¡±, habla Laura, del restaurante Can Vador, mientras un operario repara la persiana del local, que qued¨® bloqueada por una avalancha de manifestantes. Deb¨ªa haber mucha gente, porque hay media docena de bicis aparcadas y aplastadas. ¡°Esto nos hace mucho da?o, al independentismo, a la ciudad y a Catalu?a¡±, lamenta. Laura sigui¨® los disturbios al lado de su restaurante mientras ve¨ªa desde el balc¨®n los que se produc¨ªan debajo de su casa, en Diagonal esquina Bruc. ¡°Eran ni?os, chavales muy j¨®venes, y todos con el m¨®vil en la mano¡±, se escandaliza.
El tramo de los coches quemados de la calle de Roger de Flor fue la zona cero de una noche en la que los disturbios comenzaron junto a Interior y se extendieron en un per¨ªmetro nunca visto: hasta la Diagonal por arriba, Urquinaona por abajo, paseo de Gr¨¤cia a la izquierda y N¨¤pols a la derecha. En medio, arterias tan importantes como el paseo de Sant Joan (donde el carril bici qued¨® hecho un desastre), Arag¨® o Gran Via, con el asfalto da?ado y sem¨¢foros achicharrados.
La parte m¨¢s aparatosa de la retirada de los restos de los disturbios va acabando. Quedan los operarios de la limpieza. Muchos son los del turno de madrugada, que trabajan cada d¨ªa desde las cuatro hasta las doce. Antes de las nueve, una pareja intenta arrancar los restos de un contenedor con una barra mec¨¢nica: ¡°?Esto? Esto es una pata de cabra¡± dice uno de ellos con un puro de los que ya no se ven en la boca. M¨¢s abajo y m¨¢s tarde, tocando a Gran Via, est¨¢ Mari¨¤. Barre restos de basura chamuscada con una escoba de largas cerdas negras. Est¨¢ pegada al suelo cosa mala y el olor es asqueroso. Cuando ellos acaben habr¨¢ que volver a asfaltar un mont¨®n de metros cuadrados.
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