Nadie sospech¨® en 15 a?os que hab¨ªa muerto porque pagaba sus recibos
La polic¨ªa halla el cad¨¢ver momificado de una mujer que falleci¨® en el ba?o de su casa casi dos d¨¦cadas atr¨¢s
Isabel Rivera Hern¨¢ndez era la propietaria fantasma de un piso en Arturo Soria. Su rostro se hab¨ªa convertido en un recuerdo lejano para sus vecinos, que no la hab¨ªan visto en a?os. Sin embargo, pagaba sin falta la comunidad, las derramas por el tejado nuevo, el agua y todos los recibos que ten¨ªa domiciliados en la cuenta de su banco, donde cada mes le ingresaban la pensi¨®n. La Oficina del Censo Electoral, de hecho, le acababa de informar por carta del colegio en el que ten¨ªa que votar en las pr¨®ximas elecciones generales del 10-N. El problema es que la mujer llevaba muerta m¨¢s de una d¨¦cada sin que nadie la hubiera echado de menos.
La polic¨ªa, por una denuncia de una sobrina que dijo acordarse de ella tantos a?os despu¨¦s, encontr¨® el martes el cad¨¢ver momificado de Rivera en el interior de la casa. Los bomberos tuvieron que acceder por la terraza. Antes de morir, la se?ora hab¨ªa dejado las llaves puestas por dentro. El cuerpo se conserv¨® en ese estado porque la mujer muri¨® de muerte natural en el ba?o, donde se dieron las condiciones id¨®neas de humedad y ventilaci¨®n que favorecieron su momificaci¨®n. Seg¨²n inform¨® El Mundo, los m¨¦dicos certificaron que la mujer podr¨ªa llevar muerta entre 14 y 16 a?os.
Ahora se sabe que no lleg¨® a cumplir los 80 a?os de edad.
Isabel Rivera, nacida en 1926, viv¨ªa en este edificio de la calle Jos¨¦ del Hierro desde 1965. Las ¨²ltimas d¨¦cadas de su vida convivi¨® con un arquitecto, Juan Molina Mu?oz, divorciado y con hijos. Durante un tiempo, ¨¦l se encarg¨® de la comunidad y, seg¨²n los vecinos, los pleitos se sucedieron. Aquello, en cierta manera, los aisl¨® del resto de quienes habitaban en el edificio.
A la muerte de ¨¦l, ella se qued¨® sola. El poco contacto con su familia se fue difuminando hasta quedar extinguido. Tampoco se hablaba con nadie en el edificio, salvo con una vecina con la que discut¨ªa por ruidos y olores. La ¨²ltima vez que dijeron haberla visto fue en septiembre de 2004. Si hubiera ocurrido muchos a?os atr¨¢s, don Antonio, el conserje del edificio, que vest¨ªa de uniforme y gorra, se habr¨ªa dado cuenta de su ausencia, pero su trabajo lo dieron por amortizado cuando se puso de moda el telefonillo.
En enero de hace cinco a?os los operarios que retiraban las luces de Navidad se dejaron un cable enganchado entre el balc¨®n de Isabel Rivera y una farola. Una vecina avispada, Emilia Mu?oz, de 78 a?os, pens¨® que el alambre supon¨ªa un peligro de seguridad para su vecina. Como sab¨ªa que ning¨²n familiar se preocupaba por ella, Rivera era una anciana a la que pod¨ªan robar con facilidad. Cualquiera podr¨ªa trepar y entrar en su casa.
¡ªLlam¨¦ a la polic¨ªa. Vinieron y cortaron el cable. Le dije a un agente que mirase dentro de la casa porque hacia mucho que no sab¨ªamos de ella. Que estaba muerta o le pasaba algo. Miramos en el buz¨®n y vimos unas facturas de luz y como estaban pagadas las anteriores, me dijo que deb¨ªa de estar viva. ?Qu¨¦ pod¨ªa yo hacer m¨¢s?
No era la primera vez que alguien sospechaba algo. La directora de la sucursal de La Caixa de esa calle ¡ªya no existe¡ª se present¨® un d¨ªa en el edificio preguntando por Rivera. Le llamaba la atenci¨®n que su clienta solo pagara facturas y no tuviera gastos corrientes. Anduvo por el edificio sin sacar conclusiones. No regres¨®.
Alertados por el inter¨¦s del banco, una comitiva de vecinos fue a la comisar¨ªa del distrito de Ciudad Lineal a mostrar su preocupaci¨®n por la desaparecida. Cada cierto tiempo ten¨ªan que vaciarle el buz¨®n, lleno a reventar. Seg¨²n la polic¨ªa, los agentes les facilitaron el tel¨¦fono de una cu?ada de la mujer. Las autoridades necesitaban el aviso de un familiar para investigar su paradero. Los vecinos llamaron al tel¨¦fono que les dieron y la cu?ada les dijo que cre¨ªa que Isabel Rivera estaba viva y que deb¨ªa de vivir en una residencia. Asunto zanjado.
Hubo m¨¢s intentos fallidos. Un vecino de la misma planta, Antonio, aprovech¨® una visita a la junta de distrito para preguntar por su vecina, de la que jur¨® no haber sabido nada en a?os. Dijo a las claras que cre¨ªa que estaba muerta. Le contestaron que no pod¨ªan facilitarle informaci¨®n por la ley de protecci¨®n de datos. Antonio no le dio m¨¢s vueltas. Se olvid¨® del tema. Mientras tanto, el cad¨¢ver momificado de su vecina esperaba en el ba?o a que alguna civilizaci¨®n futura lo encontrara. Como pagaba sus facturas, nadie la echaba de menos.
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