H¨¢ganlo al rev¨¦s
Es verdad que las instituciones catalanas son menos fuertes que las de muchos Estados, pero parte de su debilidad manifiesta que no nos las creemos. La pol¨ªtica ha de actuar desde ellas y no siempre lo hace.
Acaso porque a muchos nos gusta saber qu¨¦ compramos cuando lo hacemos, apreciar¨ªa de verdad saber qu¨¦ me est¨¢ vendiendo la clase pol¨ªtica catalana. No lo est¨¢ haciendo. Me ofrecen emociones. No me bastan: vivo con ellas, como todo el mundo, pero no vivo de ellas, pues no soy pol¨ªtico ni (l¨¢stima) artista.
Por eso pido, humilde, a los pol¨ªticos que lo hagan al rev¨¦s, que me ofrezcan cosas concretas, no emociones.
Y es que bastantes pol¨ªticos me ofrecen una rep¨²blica y me dicen, impert¨¦rritos, que rep¨²blica es libertad. No lo compro, porque no s¨¦ de qu¨¦ me hablan. Si en lugar de la emoci¨®n, aprobaran en el Parlament una ley electoral que me dijera cu¨¢nto m¨¢s va a seguir valiendo el voto de un se?or de Lleida que el de una se?ora de L¡¯Hospitalet, sabr¨ªa a qu¨¦ atenerme. Y a¨²n m¨¢s lo har¨ªa si mostraran un borrador de Constituci¨®n catalana, o unas bases claras. No lo hacen, porque dicen que, por este orden, hay que conseguir la independencia, votar una asamblea constituyente, elaborar un proyecto de constituci¨®n y aclamarlo por refer¨¦ndum. No, no lo compro, no s¨¦ qu¨¦ me est¨¢n ofreciendo. Tampoco ellos.
Como muchos catalanes, creo que el que varios pol¨ªticos catalanes hayan sido condenados a penas de prisi¨®n comparables con las del homicidio es una desgracia grande. Para Catalu?a y para Espa?a.
Pero como muchos barceloneses, tambi¨¦n creo que columnas de manifestantes marchando sobre mi ciudad no le hacen ning¨²n favor. Mucho menos, millares de muchachos emprendi¨¦ndola con mil contenedores, escaparates o mobiliario urbano. Juegan con fuego. No puede acabar bien.
Y p¨¦simo es el lenguaje emocional cuando se reduce a insultos: un amigo m¨ªo, profesional de primer nivel, caminaba desde la Plaza Catalu?a, hacia su casa, entre basura y escombros, la noche del 18 al 19 de octubre, cuando unas adolescentes descerebradas le increparon: ¡°Espanyol, fill de puta!¡±. Qu¨¦ quieren que les diga que no haya escrito muchas veces: las personas que trabajan en el mundo del sexo (y sus hijos, la ¨²ltima casta) merecen m¨¢s respeto que yo y quien las insulta orina al cielo, esto es, sobre s¨ª mismo.
Es verdad que las instituciones de Catalu?a son menos fuertes que las de muchos Estados, pero parte ocultada de su debilidad manifiesta deriva de que no nos las creemos. La clase pol¨ªtica catalana ha de actuar primariamente desde ellas y no siempre lo hace.
He visto al Parlament de Catalunya zarandeado por manifestantes y medio cerrado por los diputados de una mayor¨ªa improbable. ?Aprobar¨¢ el Parlament una ley de presupuestos antes de que acabe el a?o?
He visto al Govern sacudido por asociaciones de activistas que le dirigen intimaciones varias y cuyos dirigentes enceguecidos declaran que los altercados hacen visible en el mundo la protesta. Por supuesto: proyectar y construir el equivalente a una nueva Sagrada Fam¨ªlia es much¨ªsimo m¨¢s dif¨ªcil que quemar mil contenedores.?
He visto a presidentes de la Generalitat centr¨ªpetos y ajenos al casi medio pa¨ªs integrado por quienes no comparten sus emociones, presidentes demasiado dispuestos a cesar a sus consellers d¨ªscolos o, sencillamente, independientes de criterio.
No nos vemos quienes ansiamos reforzar nuestras instituciones y lograr que funcionen cabalmente. Medio desgobernados, tampoco vemos que llevamos tiempo alejando del pa¨ªs a organizaciones valiosas que desconf¨ªan de nuestras instituciones ni que estamos empezando a perder gente muy valiosa.?
Entiendo a quienes, entre enso?ados y enfadados, quieren hacerse ver y o¨ªr alterando la normalidad. Pero hay mil maneras de hacerlo mejor. En Barcelona se ha instalado una nueva e impresentable normalidad: para bastantes j¨®venes ¡ªno s¨¦ yo si m¨¢s lacerados por la ineptitud que por la impotencia¡ª increpar a personas, quemar cosas, o paralizar servicios esenciales ya es lo normal. No: prueben de superar la normalidad en vez de rebajarla. No insulten en la calle, canten. No ensucien la ciudad, mant¨¦nganla limpia. No fuercen a cerrar la Sagrada Fam¨ªlia, el Liceu, o mi universidad, ¨¢branlos a m¨¢s gente. No bloqueen la circulaci¨®n, comp¨¢rtanla con nosotros. No golpeen al Estado en las carnes de mi ciudad, paga Barcelona, no Madrid.?
S¨¦ de sobras que insultar, ensuciar, cerrar, o bloquear es much¨ªsimo m¨¢s f¨¢cil que cantar, limpiar, abrir o negociar. Pero esto ¨²ltimo es mucho m¨¢s valioso. Hagan al pa¨ªs visible por sus obras. H¨¢ganlo al rev¨¦s. H¨¢ganlo bien.
Pablo Salvador Coderch es profesor de la Universitat Pompeu Fabra
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