Del tres por ciento a Putin
Es evidente que, con el aval de las soluciones que se consideran puras porque est¨¢n al servicio de la Catalu?a ideal, un per¨ªmetro de impunidad ha beneficiado a los protagonistas del 'proc¨¦s'

El proc¨¦s ha representado tanta confusi¨®n y tanta fumister¨ªa que casi ni hemos retenido en la memoria episodios de corrupci¨®n intensiva y otros delitos graves, como si toda la trama independentista hubiese sido el pretexto para circunscribir a la Espa?a depredadora buena parte de la podredumbre pol¨ªtica que ha campado en parte de la Catalu?a ¨¦pica. Asuntos de tanto calado para la ¨¦tica p¨²blica como los negocios de la dinast¨ªa Pujol o las mil y una pruebas sobre la exacerbaci¨®n del tres por ciento nos parecen cosa de un pasado remoto, alejadas del presente por las hogueras de los CDR o la apelaci¨®n al sacrificio que hace el presidente de la Generalitat, mientras Junts per Catalunya y ERC se descuartizan entre bastidores.
Si alg¨²n d¨ªa la pol¨ªtica catalana recupera un sentido razonable, divisaremos algunos destrozos morales. El peor elemento es la desconfianza pero no es menor la insalubridad de algunas franjas de la marea independentista. En la mayor¨ªa de las instituciones, desde el Parlamento auton¨®mico a TV3, el velo ha quedado rasgado. El soberanismo ha intentado patrimonializarlo todo, incluso la cultura y la lengua catalanas. Hay algo indecente en ese expolio. En un mundo incentivado gen¨¦ricamente por los intereses y no por las virtudes, la acumulaci¨®n de malversaciones va a generar un mayor descr¨¦dito de la pol¨ªtica. Har¨¢ falta un back to basics aunque, en pol¨ªtica, conviene desconfiar de los alardes de virtuosidad tanto como del cinismo excesivo. Hay casos ejemplares de grandeza austera. Cuando Pompidou llega al Palacio del El¨ªseo, descubre un contador de electricidad en la vivienda privada, modesta, que ocupaba antes el matrimonio De Gaulle. En cuanto fuese consumo privado, De Gaulle pagaba la electricidad de su bolsillo.
Evidentemente, hay corrupci¨®n y clientelismo en todas partes. La sentencia de los ERE es aplastante y no es previsible la desaparici¨®n del clientelismo y del populismo que corrompen al convertir la pol¨ªtica en una m¨¢quina tragaperras que consume dinero p¨²blico il¨ªcitamente, bajo la ficci¨®n de ofrecer asistencia benevolente al ciudadano. En realidad, es comprar votos con el dinero de todos. El gobierno elegido por el pueblo se convierte en un elemento de distorsi¨®n a la hora de las decisiones p¨²blicas. En el caso de las tropel¨ªas espec¨ªficas que se han concretado en la Catalu?a soberanista, se da un factor a?adido: todo se hac¨ªa por una causa esencialista, para hacer posible el destino de la naci¨®n irredenta. Lo significativo es que haya cundido tan f¨¢cilmente la picaresca, tanto confiar en que nadie se dar¨ªa cuenta porque la ciudadan¨ªa estaba entregada a la grandeza posible de una Catalu?a sojuzgada. Algo equiparable, en otra dimensi¨®n, ocurre cuando la pol¨ªtica se pone al servicio de una utop¨ªa.
Al echar la vista atr¨¢s, es evidente que, con el aval de las soluciones que se consideran puras porque est¨¢n al servicio de la Catalu?a ideal, un per¨ªmetro de impunidad ha beneficiado a quienes iban convirti¨¦ndose en los protagonistas del proc¨¦s. Unos practican el atraco institucional, otros buscan la complicidad de Putin y, en general, de esa derecha iliberal que hace tan solo unos d¨ªas hubiese sido considerada como algo imposible en Catalu?a. En esta trama internacional todav¨ªa queda mucho por aclarar. Entremezclada con las gentes de buena voluntad que creyeron y creen en una Catalu?a independentista, la prevaricaci¨®n cundi¨®, como van constatando los jueces. Suponer la inevitabilidad hist¨®rica de la secesi¨®n garantiz¨® para algunos una conducta no pocas veces impune, aunque una y otra vez hayan desacatado las leyes. Estas cosas tienen un precio. De una parte, puede ser la debida sanci¨®n al transgresor, pero a la vez a?ade a los costes econ¨®micos e institucionales del proc¨¦s un desgaste de la moral c¨ªvica, fraccionada, dividida, alterada.
Gustavo Zagrebelsky define la democracia cr¨ªtica como un r¨¦gimen inquieto, circunspecto, que desconf¨ªa de s¨ª mismo, siempre dispuesto a reconocer sus propios errores, a volver a ponerse en discusi¨®n, a volver a comenzar desde el principio. Concretamente, la situaci¨®n pol¨ªtica de Catalu?a se caracteriza por una falta extremada de autocr¨ªtica. ?Cu¨¢ntas cosas no se han hecho bien? Hay errores en todos los frentes pero la erosi¨®n del orden constitucional ha sido la exclusiva de quienes creyeron que el proc¨¦s era una ilusi¨®n al alcance. Mientras tanto, algunos met¨ªan mano en la caja. El independentismo ir¨¢ a m¨¢s o a menos pero su contaminaci¨®n moral por parte de compa?eros de viaje corruptos ya le ha causado un da?o irreversible.
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