Morat, la felicidad en el cuerpo
El cuarteto bogotano culmina en Madrid su primera gira mundial y aprovecha para grabar ante 15.000 seguidores un disco en directo
La felicidad es un regalo del azar, porque hay vidas y circunstancias con las que no hay manera de lidiar, por muy voluntariosos que nos pongamos. Pero la felicidad tambi¨¦n tiene mucho de actitud, y en ese sentido los cuatro integrantes de Morat siempre han optado por mirar el mundo con los mejores ojos, perfilar en sus rostros sonrisas francas y esforzarse para que su bonhom¨ªa resulte contagiosa. Esta semana, de promoci¨®n por Madrid, alguien les birl¨® el banjo y la guitarra. Ellos escribieron: ¡°No vamos a dejar que esto se nos cague el d¨ªa¡±. Y por eso mismo, antes de pronunciar siquiera el primer verso de Maldita costumbre, la canci¨®n que abr¨ªa este domingo su gran noche en el WiZink Center, ya hab¨ªan lanzado al cielo cientos de serpentinas de colores. Las lenguas de fuego y la lluvia de globos ir¨ªan llegando a lo largo de la fiesta.
Morat quisieron convertirse, desde el primer d¨ªa, en embajadores de la alegr¨ªa y abanderados del alborozo. Es imposible escucharlos sin propinar saltitos, desga?itarse en los estribillos y alzar los brazos al viento (u ondearlos). Nueve de cada diez canciones son radiantes, y un porcentaje similar incluye alg¨²n ooohhh ooohhh para que la comuni¨®n con el grader¨ªo resulte a¨²n m¨¢s instant¨¢nea. A?adan algunos factores favorables ¡ªla inminencia del asueto navide?o, el final de la exitosa gira de Balas perdidas, el llenazo en un pabell¨®n con capacidad para 15.000 espectadores, la grabaci¨®n del primer ¨¢lbum en directo de estos colombianos¡ª y les resultar¨¢ m¨¢s sencillo comprender ese ambiente de euforia expansiva que impregnaba el recital desde el primer acorde.
Tiene su l¨®gica que el cuarteto bogotano escoja Madrid para registrar un disco en vivo, puesto que son gente afable y agradecida que deseaba esta vez ¡°ofrecer el aplauso desde este lado del escenario hacia el p¨²blico¡±. A fin de cuentas, los muchachos fueron descubiertos y fichados por la oficina espa?ola de su multinacional, vivieron juntos de alquiler durante nueve meses en un piso de la calle Fernando el Santo y a¨²n hoy adoran refugiarse algunos d¨ªas por Tirso de Molina para desconectar del mundanal ruido, objetivo improbable en una ciudad con abundante poblaci¨®n (espa?ola o latina) que los adora.
Hablamos de unos chavales que en apenas cuatro a?os han grabado dos ¨¢lbumes con sus respectivas ediciones expandidas, optado a un par de Grammys y crecido en Instagram hasta casi el mill¨®n y medio de seguidores. Esas cosas de la viralidad y la buena vibra contagiosa, ya saben.
No seremos nosotros quienes les neguemos aqu¨ª los m¨¦ritos. Son buenos instrumentistas, circunstancia no del todo extendida en el pop m¨¢s comercial escriben con habilidad y elocuencia sobre las apoteosis y cataclismos del coraz¨®n; las voces principales, las de Juan Pablo Isaza (el del sombrerito) y Juan Pablo Villamil (el guaperas del banjo) empastan bien; y hasta el bater¨ªa, Mart¨ªn Vargas, tambi¨¦n es capaz de ejercer como l¨ªder en Mi tesoro, que aporta una cierta distinci¨®n soul a ese pi?¨®n fijo bomb¨¢stico del grupo. Porque ese es, de hecho, el env¨¦s del buenrollismo: que tanta y tan prolongada felicidad puede resultar redundante, incluso francamente agotadora.
La fiesta, en cualquier caso, les sali¨® redonda a nuestros cuatro protagonistas (y sus dos refuerzos sobre el escenario). Un buen d¨ªa rubricaron una f¨¦rrea alianza a favor de la amistad, la lealtad, el amor y los m¨¢s nobles sentimientos, y obran en consecuencia. Aun a sabiendas de que la perfidia y la maldad tambi¨¦n existen: el bajista y hermano del bater¨ªa, Sim¨®n Vargas, ultima en sus ratos libres una tesis doctoral sobre la figura del diablo en las diferentes ¨¦pocas y culturas de la humanidad. Igual encontramos m¨¢s sorpresas en ella que en trabajos venideros de Morat.
Las c¨¢maras con seguridad habr¨¢n inmortalizado muchos rostros lindos y radiantes entre el p¨²blico, una inmejorable postal de recuerdo para esta historia de ¨¦xito fulminante y flechazo con la chavaler¨ªa. Dispuestos a dejar huella en las retinas, los rolos aprovecharon para estrenar su balada m¨¢s reciente (todo el Palacio core¨® Enam¨®rate de alguien m¨¢s, apenas un d¨ªa despu¨¦s de que desembarcara en las plataformas digitales) y extender su abrazo a unos cuantos invitados con pedigr¨ª.
Antonio Jos¨¦ se mostr¨® algo envarado en Embrujo; Aitana, comedida para Presiento; Cali y El Dandee, hiperb¨®licos con Mil tormentas y la chilena Cami, casi en el colof¨®n, c¨®mplice en Yo no merezco volver. Ah, por cierto: a¨²n no hay rastro de la guitarra ni del banjo, pero a Juan Pablo, al otro Juan Pablo y a los hermanos Vargas no les va a birlar nadie la felicidad que se les ha instalado en el cuerpo.
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