De silencios y ba¨²les de juguetes
La personalidad de Ferran Palau y Joan Pons cautivaron al p¨²blico que llen¨® el Apolo

Silencio. La bater¨ªa deja caer sus acentos con la velocidad del goteo de un grifo casi totalmente cerrado. Silencio. Un sonido sampleado brinca. Silencio. Una voz que no quiere cantar sino decir rompe el en¨¦simo silencio. Y as¨ª progresa la canci¨®n, las canciones de Ferran Palau, fr¨¢giles construcciones de arquitectura minimalista, mel¨®dicamente intachables y lentas como la humedad que poco a poco opaca los cristales en un d¨ªa lluvioso. Esta vez, el p¨²blico que llenaba la sala coreaba las canciones, mec¨ªa al propio Palau en su misma hamaca, justo antes de que quien tocaba la bater¨ªa con ¨¦l, Joan Pons, cerrase la noche frente a su propio grupo, El Petit de Cal Eril. En realidad dos almas casi gemelas ense?ore¨¢ndose de un Apolo que se qued¨® sin entradas. Una noche en la que la delicadeza se hizo m¨²sica.
Lo de Ferran Palau parece ajeno a este mundo, canciones sin prisa, voces que no elevan el tono, secas, historias de intimidades ajenas perfectamente universales, conjunto de detalles sonoros que brillan por su ausencia, un canto a lo estrictamente esencial. Como por ejemplo el uso que de la guitarra hace Jordi Matas, fin¨ªsimo instrumentista tambi¨¦n en El Petit, cuyos delicados dibujos no llenan las canciones, sino que las perfilan como quien delimita los contornos de una nube. Est¨¢n ah¨ª sin pedir un protagonismo que en realidad s¨®lo pertenece a la globalidad, a la idea de hacerlo m¨¢ximo con lo m¨ªnimo, incluido un bajo casi mel¨®dico. Ello mostrado con un repertorio tan s¨®lido y convincente que dos de las mejores canciones de su ¨²ltimo disco, ¡°Univers¡± y ¡°Kevin¡±, sonaron a las primeras de cambio. ?Prisas?, ?qu¨¦ es eso?, ?quiz¨¢s aguardar el siguiente silencio que suspender¨¢ la canci¨®n como sublimaci¨®n de un suspiro?
El aterrizaje de la noche lo pilot¨® Joan Pons al frente de su proyecto. M¨¢s pop, pero como de plastilina, unas melod¨ªas de aire naif, maduramente ingenuas, trampas que ocultan un capacidad descomunal para cincelar recuerdos que parecen rescatados de un ba¨²l de juguetes que alguien olvid¨® al no saber hacerse mayor. Y de repente, al abrir el cofre surgen esos balones de colores, ese payaso con peluca fosforescente y aquellas mu?ecas que nos hablan de c¨®mo fuimos. As¨ª suena El Petit, con acentos muy personales en los teclados, nubes acolchadas pespunteadas con el bajo sobre las que brinca, como en una batalla de almohadas, la voz deliberadamente infantil de Joan, otra voz singular de nuestra m¨²sica que ha encontrado la complicidad con Ferran Palau para ofrecer otra manera de encarar esto de hacer canciones que merezcan ser recordadas.
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