Volver al amado Madrid t¨®xico
Desde fuera se ve la verdadera naturaleza de la urbe: un escombro fluorescente
Madrid como un gran coraz¨®n que bombea personas. En la s¨ªstole y di¨¢stole de la Navidad, por ejemplo, recibe a muchos visitantes y expele a muchos ciudadanos que vuelven a casa como el turr¨®n, porque poca gente es de Madrid y Madrid est¨¢ lleno de gente que es de fuera.
Ahora toca regresar, y est¨¢ bien haber pasado un tiempo lejos, de igual manera que algunas noches es bueno realizar un viaje astral para ver el propio cuerpo desde el techo de la habitaci¨®n. As¨ª tomamos conciencia de lo que somos, y de si nos huele el aliento vital. De otra manera uno se piensa que todo el Universo es Madrid, y eso agobia, igual que agobia pensar, cuando vas en el metro, que ese vag¨®n es todo lo que existe y que un Dios malvado ha rellenado el resto del espacio-tiempo de hormig¨®n.
Cuando llegu¨¦ a Madrid por primera vez, a principios del siglo XXI, me puse a vivir en un piso compartido por donde Callao (todav¨ªa los precios permit¨ªan esas cosas) y me daba la impresi¨®n de que todo suced¨ªa en el centro de Madrid, porque desde all¨ª se hac¨ªan los anuncios, las encuestas callejeras, las conexiones televisivas, las noticias pol¨ªticas, las sesiones de fotos o las mejores pel¨ªculas del cine espa?ol (a¨²n no hab¨ªa influencers). Al final, m¨¢s que cosmopolitismo, esto provocaba una fuerte claustrofobia existencial.
Me fui de Madrid por Navidades con un poco de ascopena, hartito ya de la ciudad y sus miserias, y ahora vuelvo mendigando fervor, suplicando amor, porque Madrid, aunque sea violenta y malcarada, no se deja as¨ª como as¨ª, igual que no se deja una secta, a la mafia o una relaci¨®n t¨®xica. Madrid te empuja fuera con todas sus mierdas, y con toda esa gente que se pelea por rentabilizar cada cent¨ªmetro c¨²bico de urbe, de orde?ar al m¨¢ximo el futuro; pero el madrile?o hardcore no tiene m¨¢s remedio que volver una vez m¨¢s.
Desde fuera, cuando uno se acerca a Madrid, ve la verdadera naturaleza de la urbe, que es la verdadera naturaleza de la vida: ese escombro fluorescente, esa chatarra que funciona, esa bestia a cuatro patas que ruge bajo una nube de smog que atraviesan las Cuatro Torres de Mordor. Ah¨ª dentro estamos todos, como dijo Carl Sagan del planeta Tierra (ese punto p¨¢lido azul), y ah¨ª, entre los humos y los especuladores, entre los riders y emprendedores, entre los hipsters y la ultraderecha, entre el ladrillo visto y las fant¨¢sticas vistas de las azoteas de los hoteles, transcurre agridulce la vida de los madrile?os: nuestros amores, nuestras peripecias laborales, nuestras afecciones cardiovasculares, nuestros caf¨¦s con leches y nuestros batidos smoothies. Se acabar¨¢ otro a?o, y se acabar¨¢ la vida, y se acabar¨¢ Saber y Ganar, y se acabar¨¢ el planeta, y Madrid seguir¨¢ aqu¨ª, para bien o para mal.
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