A?os de charlest¨®n
El primer per¨ªodo de entreguerras seguido por la dram¨¢tica gran recesi¨®n se convirti¨® en inspiraci¨®n literaria que, rele¨ªda ahora, m¨¢s que evocar, asusta por los f¨¢ciles paralelismos que pueden establecerse
Hace un siglo el mundo se dio una tregua. Se dejaba atr¨¢s un gran desastre a escala global que comenz¨® con un asesinato y acab¨® en la Primera Guerra Mundial. ?sta, a su vez y a ojos posteriores, ser¨ªa analizada como un ensayo de la Segunda. M¨¢s terrible, m¨¢s cruel, m¨¢s desoladora. Y en el ¨ªnterin la sociedad decidi¨® divertirse. La fiesta dur¨® menos que la d¨¦cada porque lleg¨® el crac del 29 y mand¨® parar. Pero all¨ª quedaron para la posteridad los felices veinte que los m¨¢s desinhibidos calificaron de locos y que protagonizaron ¡°fantasmas desdichados, que respiraban sue?os en lugar de aire e iban sin rumbo de aqu¨ª para all¨¢¡±. As¨ª los observ¨® F. Scott Fitzgerald desde la atalaya de su propia experiencia invitado a las fiestas sin parang¨®n en el Long Island norteamericano que transit¨® El gran Gatsby.
Toda evocaci¨®n a aquellos tiempos decorados con Art Deco, subyugados por la magia del cine y acompa?ados por el incipiente poder de la radio suele ir acompa?ada por una banda sonora a ritmo de charlest¨®n. Una melod¨ªa pegadiza que obliga a movimientos regulares de piernas y brazos y que fue de tan fuerte impacto social como breve duraci¨®n. Un s¨ªmbolo de unos momentos estelares que pretend¨ªan enterrar amarguras, contagiar alegr¨ªas y potenciar esperanzas. Y aunque han sido reproducidos hasta la saciedad tambi¨¦n por el papel de la mafia y la ley seca norteamericanas, la advertencia que destilaron no ha declinado. Tampoco como ejemplo de lo que denominaron deterioro moral. Por eso, aquel primer per¨ªodo de entreguerras seguido por la dram¨¢tica gran recesi¨®n se convirti¨®, a su vez, en inspiraci¨®n literaria que, rele¨ªda ahora, m¨¢s que evocar, asusta por los f¨¢ciles paralelismos que pueden establecerse. All¨ª empez¨® a llorar Stefan Zweig su mundo de ayer que hoy observamos como un potencial pre¨¢mbulo a una nueva narraci¨®n. La del modelo pol¨ªtico, econ¨®mico y social que se desmorona. La pauta que ha marcado nuestro rumbo durante los ¨²ltimos y generosos setenta a?os.
El doble debate de investidura ha tenido recurrentes citas a Aza?a incluso por parte de una derecha irredenta
Nos ense?¨® Karl Marx que la historia ocurre dos veces: la primera como una tragedia y la segunda como una miserable farsa. Siguiendo esta premisa, y atendiendo las sesiones del doble debate de investidura con sus recurrentes citas a Aza?a incluso por parte de una derecha irredenta, cualquier observador extranjero conocedor del comportamiento de nuestros antepasados podr¨ªa preguntarse si no estamos hoy ante el segundo supuesto marxista. Porque las esencias patrias substituyeron a los proyectos pol¨ªticos y el intento de patrimonializaci¨®n de la figura del jefe del estado y del marco legal inalterable dobleg¨® la tolerancia negando, a su vez, la base misma de la democracia liberal por parte de quienes dicen ampararse en ella. Y esa es la trampa dial¨¦ctica a la que nos han acostumbrado esperando que a fuerza de repetici¨®n convirtamos en virtud lo que es un defecto. Mientras, los insultos y descalificaciones que tampoco eran nuevos se impusieron a las propuestas imprescindibles para debatir las razones de un presente f¨¢cilmente alterable ante la duda permanente de un futuro angustioso.
Es evidente que no estamos en condiciones de reproducir el derroche que se vivi¨® hace cien a?os en el mismo per¨ªodo de tiempo. Quiz¨¢s podr¨ªamos si invirti¨¦ramos sus efectos. Porque la gran crisis se adelant¨® y sufrimos todav¨ªa sus consecuencias. Porque su inferencia ha provocado la l¨®gica alteraci¨®n social que a su vez ha movido el paisaje pol¨ªtico. Y porque, al final, el resultado es el de un mundo en inestabilidad permanente fomentada a su vez por unos l¨ªderes cada d¨ªa m¨¢s proclives a ofrecer soluciones simples a problemas complejos por empe?o de las redes sociales. Ah¨ª tenemos a los diversos Trump que monopolizan la escena y a sus rivales que le emulan con menos gracia que acierto y que parecen empujados a aplicar la ley del Tali¨®n porque ya sabemos c¨®mo rivalizan los matones.
Con este panorama echa a andar el primer gobierno de coalici¨®n y de izquierdas de la renovada democracia espa?ola. Ah¨ª es nada. Con la voluntad de dar un vuelco imprescindible a una situaci¨®n enquistada desde todos los ¨¢ngulos analizables. Con la necesidad de ilusionar a una sociedad cansada de tantos desprop¨®sitos acumulados. Con la obligaci¨®n de poner al d¨ªa un pa¨ªs que se las da de m¨¢s de lo que hace y, a veces, de menos de lo que es. Con la exigencia de salvar los muebles de un sistema que la derecha m¨¢s enconada y descarada pretende fustigar mientras que sus cong¨¦neres, amilanados, la dejan campar. Es el sue?o de buena parte de una ciudadan¨ªa expectante que, como al Gran Gatsby, puede parecerle tan cercano que dif¨ªcilmente puede dejar de alcanzarlo. Claro que no depende s¨®lo de ellos. De lo contrario, y siguiendo la estela de F. Scott Fitzgerald, podemos seguir avanzando con laboriosidad, barcos contra la corriente, en regresi¨®n y sin pausa hacia el pasado.
El nuevo gobierno nace con la voluntad de dar un vuelco a una situaci¨®n enquistada desde todos los ¨¢ngulos
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.