La libertad tambi¨¦n es eso
Recuerdo esas ma?anas en las que Andrea y yo no pod¨ªamos evitar faltar a clase porque el mundo que se abr¨ªa ante nosotras no cab¨ªa en un aula
El otro d¨ªa alguien me pregunt¨® con qu¨¦ palabra identifico a Madrid. Me resulta f¨¢cil: libertad. Disculpen de antemano lo manida que est¨¢, lo maltratada y vejada que la tienen algunos en sus discursos y, por supuesto, todo aquello que dejamos de lado cuando la usamos de manera generalista, pero es que no encuentro otra si echo la vista atr¨¢s.
Recuerdo esas ma?anas en las que Andrea y yo no pod¨ªamos evitar faltar a clase porque el mundo que se abr¨ªa ante nosotras no cab¨ªa en un aula. Estaba ah¨ª afuera, en las librer¨ªas de segunda mano de Moncloa, en el color de la Gran V¨ªa a primera hora, en las tardes en las que devor¨¢bamos los libros que compr¨¢bamos en la Cuesta del Moyano tumbadas bajo ese sol que solo se pone en El Retiro, con los cuerpos llenos de calor y ganas. Todav¨ªa no viv¨ªamos en la capital y aquellos viajes eran una puerta abierta al mundo que so?¨¢bamos. Con veinte a?os todo es una primera vez, y eso es algo que solo te ense?a el paso del tiempo.
Una ma?ana nos fuimos a Chueca. Yo no pod¨ªa contener las ganas de conocer ese barrio del que tanta gente hablaba, donde el amor se da la mano sin miedo y las risas brotan bajo la luz de las farolas, ya nunca m¨¢s escondida en las esquinas. Me parece m¨¢gico el hecho de que una ciudad contenga un basti¨®n sin murallas. Nadie deber¨ªa conocer la tristeza infinita que se siente al soltar la mano de la persona que amas. Nadie.
El caso es que llegamos y fue, contra todo pron¨®stico, una decepci¨®n. Eran las diez de la ma?ana y lo que me encontr¨¦ fue un barrio totalmente normal: los negocios abr¨ªan con pausa, la gente caminaba con una prisa parecida a los que lo hac¨ªan un par de calles m¨¢s all¨¢, los vecinos eran los mismos, exactamente iguales, con los mismos trajes y los mismos ojos que los que habitaban Moncloa. Yo esperaba ver una explosi¨®n de colores, rostros felices, el amor y la libertad estallando como fuegos artificiales en cada calle, pero lo ¨²nico que me encontr¨¦ fue un par de tiendas con banderas de colores. La libertad esperada, que se me antojaba veloz en todas sus definiciones, se me mostr¨® tranquila, como un animal que duerme sin miedo: un espect¨¢culo hermoso.
Hubo otros d¨ªas, claro, en los que el animal nocturno se despert¨® y descubr¨ª lo que esperaba que fuera el barrio que m¨¢s orgullosa me hace sentir de Madrid. Existieron y se repitieron cada fin de semana. Sin embargo, si echo la vista atr¨¢s, recuerdo con mayor claridad ese primer encuentro con la libertad de Chueca, ese en el que la normalidad lo fue todo, el que me hizo ser consciente de que todo aquello que estaba viviendo por primera vez y que me causaba cierto temor, tambi¨¦n se dormir¨ªa, con la tranquilidad de saber que todo va a salir bien. Porque la libertad tambi¨¦n es eso. Madrid me mata.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.