Una vida en la galaxia
Melanc¨®lica despedida de 'Star Wars' al cabo de 42 a?os, 1 mes y 6 d¨ªas de ver la primera entrega en 1977 en el desaparecido cine Montecarlo
El pasado 3 de enero, viernes, fui a ver a los Verdi, en la sesi¨®n de las 19,45 horas, la ¨²ltima entrega de la guerra de las galaxias, Stars War: episodio IX, El ascenso de Skywalker. Lo pas¨¦ en grande durante la proyecci¨®n. Me sorprendieron el beso l¨¦sbico de las dos pilotos rebeldes (que se puede ver en el planeta Yavin IV pero no en Singapur), la ingente cantidad de Siths, que parec¨ªan un culto de masas lovecraftiano (?d¨®nde se hab¨ªan metido todos ellos cuando Darth Maul tuvo que luchar solo dos contra uno?), y el hecho de que el emperador Palpatine aspire a conquistar el universo y no se pueda pagar una ortodoncia. Me gust¨® que finalmente haya llegado el poliamor a la saga as¨ª como la paridad a las Tropas de Asalto imperiales. Y que apareciera el viejo Lando Carlissian: siempre es una satisfacci¨®n ver que la vida ha tratado a otros peor que a ti. Me pregunt¨¦ si el ajado y obviamente muy contaminante Halc¨®n Milenario(en una escena saca humo) podr¨ªa escapar de la Zona de Bajas Emisiones de Colau utilizando los saltos al hiperespacio.
Al acabar la sesi¨®n, a las 22,15 horas, y concluir definitivamente, con el simb¨®lico entierro de los sables l¨¢ser de Luke y Leia y el ocaso de los soles gemelos de Tatooine la serie de nueve entregas, sent¨ª de repente, presa de una gran emoci¨®n, como le habr¨¢ pasado a mucha gente, que se cerraba todo un ciclo de mi vida. Fue como una muerte gal¨¢ctica, una sensaci¨®n de vac¨ªo c¨®smico que me empez¨® en el est¨®mago, mezclada con las palomitas y la coca-cola, para irse extendiendo por todo mi interior hasta estallar en el coraz¨®n en una oleada de desbordante melancol¨ªa. Se acab¨®. La gran aventura ha llegado a su fin y ya es historia.
La primera pel¨ªcula, La guerra de las galaxias, oficialmente el episodio IV, Una nueva esperanza, la vi ¡ªlo tengo anotado¡ª el 28 de noviembre de 1977, lunes, en la sesi¨®n de las 22,15 en el extinto cine Montecarlo de la calle Provenza; as¨ª que mi trayecto de una punta a otra de la serie ha durado exactamente 42 a?os, 1 mes y 6 d¨ªas. En ese tiempo no es que se pueda ir a Marte, es que te da para llegar a Coruscant, presentar tu candidatura al senado estelar y hasta tomarte de vuelta una copa en la cantina de Mos Eisley. En fin, todo ese tiempo ha pasado y ahora, perecidos y traicionados muchos de nuestros ideales y sue?os, tan obsoletos ya los cazas X-Wing y TIE, los AT AT, los snowspeeder y las motos imperiales como nuestras Hondas Scoopy, ya sabemos que nunca seremos Jedis, que las princesas envejecen fatal, que los maestros mueren, que la victoria del Bien nunca es definitiva y que est¨¢ en nuestra naturaleza caer peri¨®dica e irremediablemente en el lado oscuro de la Fuerza.
Me pregunto si el ajado? y obviamente contaminante ¡®Halc¨®n Milenario¡¯ escapar¨ªa de la Zona de Bajas Emisiones? de Colau pegando saltos al hiperespacio
Dec¨ªa que vi la primera entrega, con veinte a?os, en 1977. El mundo era entonces muy diferente. No solo porque fui al cine con Marta Segura, con la que pensaba ingenuamente que ten¨ªa opciones y que ya no me contest¨® cuando al d¨ªa siguiente la telefone¨¦ para que me devolviera la bufanda que hab¨ªa dejado a prop¨®sito en su coche (?qu¨¦ mala estrategia!), ni lo hizo a?os despu¨¦s, en 1983, cuando volv¨ª a llamarla con la vana ocurrencia de que viniera a ver la tercera entrega, El retorno del Jedi (la segunda, El imperio contrataca, la vi en octubre de 1980 en Madrid, mientras hac¨ªa la mili y muy pertinentemente vestido de uniforme). En 1977, no exist¨ªa Internet, claro, ni siquiera en la imaginaci¨®n de George Lucas; para hablar por tel¨¦fono hab¨ªa que hacer cola en casa, sobre todo si ten¨ªas hermano con novia, y faltaban tres a?os para los primeros Walkman. Ese oto?o descubr¨ªamos a Nacha Guevara en el Tal¨ªa, a Lindsay Kemp con Flowers en el Romea, a Eugenio en Sausalito, al hoy tan denostado David Hamilton (proyectaban Bilitis en el Atlanta). En televisi¨®n daban la serie hist¨®rica Europa, poderoso continente, con Peter Ustinov de presentador. Yo jugaba al rugby, estudiaba en el Institut del Teatre y Periodismo en la Aut¨®noma. Mi bar era el Friends, le¨ªa Demian, de Herman Hesse, Cal¨ªgula, de Camus, C¨®mo acabar de una vez por todas con la cultura, de Woody Allen, rondaba a Jung, Gurdjieff y Castaneda, ve¨ªa Annie Hall en el Diagonal, era fan de Jody Sheckter y el 1 de diciembre fui a la puesta de largo de Isabel God¨®.
Mi vida actual es definitivamente menos intensa y todo ha cambiado tanto que parece que vivamos no ya en otro mundo, sino en otra galaxia. Una galaxia en la que la Alianza Rebelde ha llegado al poder con apoyos tan inesperados como peligrosos, mientras el Imperio, precipitado a la oposici¨®n al igual que la Primera Orden suma personalidades dignas del conde Dooku. Star Wars ha acabado antes que el proc¨¦s, qu¨¦ cosas.
Fui yo solo a ver El ascenso de Skywalker, pues mis hijas me abandonaron en mi afici¨®n hace a?os ya, en La amenaza fantasma, y mis ¨²ltimas noticias de Marta Segura son que se cas¨® con un descendiente de la antigua casa real de Hawai y vive felizmente en Molokai, un lugar que me parece tan remoto como Naboo. Me gustar¨ªa creer que conserva mi bufanda, aunque all¨ª poca falta le ha de hacer.
Cada uno atesorar¨¢ sus recuerdos favoritos de Star Wars. Para m¨ª es inolvidable el combate a sables de luz que enfrenta a Qui-Gon y Obi Wan, a la saz¨®n su padawan, con Darth Maul, apoteosis de la esgrima gal¨¢ctica (aunque reconozco que no est¨¢ nada mal el de Rey y Kylo Ren entre los restos de la Estrella de la Muerte en el mar de Endor). O la batalla en la nieve de Hoth. Y el entrenamiento de Luke por Yoda en Dagobath. Tambi¨¦n el "yo soy tu padre", claro, y? la escena de Leia esclavizada por Jabba el Hutt, que a¨²n despierta mis m¨¢s bajos instintos. Recordar la aparici¨®n ante Rey del Luke envejecido en el islote de Ahch-To en El despertar de la Fuerza me pone un nudo en la garganta... ?Ay!, c¨®mo los echo de menos a todos, jedis, contrabandistas, pilotos rebeldes, androides, tropas imperiales, hasta a los Siths. Pero como dec¨ªa sabiamente Yoda, y quiz¨¢ este es su gran legado, ¡°llorarlos no debes, a?orarlos tampoco¡±, pues ¡°el miedo a la p¨¦rdida es un camino hacia el lado oscuro¡±, y ¡°el final es parte de la vida¡±.
Adi¨®s Star Wars, adi¨®s.
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