Amaia, la muchacha que ahuyentaba a los detractores
La antigua concursante de OT enamora en el Circo Price con su mezcla de talento, desparpajo, travesura y capacidad de sorpresa
Ha conseguido Amaia Romero suscitar una mezcla de curiosidad, asombro, reticencias y hasta una pizca de morbo, con ese empe?o suyo en evitar adscripciones y apartarse de un perfil demasiado evidente. Erigida en clamoroso verso suelto dentro del universo endog¨¢mico de los triunfitos, ha sido la m¨¢s remolona a la hora de publicar su primer ¨¢lbum, la m¨¢s audaz con los compa?eros de viaje (?ese productor de los argentinos ?l Mat¨® a Un Polic¨ªa Motorizado!), la ¨²nica renuente al chunda chunda bailongo o electr¨®nico. La menos comercial y vendedora, qu¨¦ paradojas, de una hornada en la que se erigi¨® en el ¨²nico talento descarado, sin desmerecer a quienes optaran por territorios m¨¢s obvios y pragm¨¢ticos.
Pues bien, tras su esperad¨ªsimo debut madrile?o de este jueves, con todo vendido ?desde septiembre! en el Circo Price y repetici¨®n de la jugada este viernes, queda bastante claro que la navarra no es solo el fruto afortunado de un escaparate televisivo m¨¢s o menos rid¨ªculo. Qu¨¦ va. Nos esperaba una muchacha l¨²cida, brillante, ocurrente; pianista virtuosa, buena guitarrista, cantante irreprochable y con un abrumador recorrido ante sus ojos. Por no hablar de su encanto personal, tan sincero y epid¨¦rmico que le deber¨ªa resultar complicado encontrar detractores, incluso aunque no haya ahora nada m¨¢s de moda que segregar bilis.
Amaia ejerce como muy pocas el papel de cantautora c¨¢ndida, se presenta en un buc¨®lico escenario atestado de girasoles y resultar¨ªa tan natural que admire a Jeanette como a Cecilia (una deliciosa versi¨®n solista de Desde que t¨² te has ido le sirvi¨® como pen¨²ltima p¨¢gina de la velada). Pero su presumible predilecci¨®n por Carole King (escuchen la soberbia Nadie podr¨ªa hacerlo), pionera del pop femenino al piano que goza de m¨ªnima difusi¨®n entre la generaci¨®n Z, ya se escapa, y mucho, de las convenciones.
Su capacidad para la travesura resulta admirable: desde el humor negro de esa miniatura en la que repite ¡°El amor se va a caer, t¨² ser¨¢s mi ¨²ltima vez¡± a la osad¨ªa de recrear sin ¨¢pice de iron¨ªa un chotis can¨®nico como Si te casas en Madrid (¡°tom¨¢roslo en serio, porque es incre¨ªble¡±). Y qu¨¦ decir de que homenajee a ?Isaac Alb¨¦niz! con una lectura pulcra de El puerto, pesadilla de estudiantes cl¨¢sicos en el trance de rematar el Grado Medio de piano. ¡°Me examin¨¦ con esta obra el a?o pasado, me encanta... y as¨ª me hago un poco la chula¡±, se carcaje¨® con su desparpajo autopar¨®dico, tan inesperado en una chavala de 21 primaveras.
Romero desgrana las 10 canciones de su ¨²nico ¨¢lbum, Pero no pasa nada, y completa el men¨² con alg¨²n sencillo, un ramillete de in¨¦ditos y alguna versi¨®n de bandas nacionales tan poco mayoritarias como Los Fresones Rebeldes o La Buena Vida. Nada est¨¢ trillado y casi todo se antoja alentador. Y como la sesi¨®n completa se ventila en 80 minutos, acaba resultando amena, fulgurante; liviana pero encantadora. Con una buena banda paritaria de acompa?amiento, dos chicos y dos chicas, todos con pantalones de color salm¨®n y la espl¨¦ndida N¨²ria Graham como responsable de las guitarras.
Los cinco, tal que una formaci¨®n de country en los a?os cincuenta, terminan la noche arremolinados en torno a un ¨²nico micr¨®fono, dando cuenta de Nuevo Verano con despliegue de guitarras ac¨²sticas y armon¨ªas vocales. Es as¨ª de pasmosa la naturalidad de Amaia, la misma con la que maldice ¡°la mierda del vestido, que ya se me ha soltado otra vez¡±. Pero no pasa nada, como reza su t¨ªtulo. Amaia juega a no darse demasiada importancia, pero a buen seguro sabe que no nos queda m¨¢s remedio que conced¨¦rsela nosotros.
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