Entusiasmo l¨ªrico en el primer recital de Javier Camarena en el Liceo
A pesar del resfriado, el famoso tenor mejicano conquist¨® al p¨²blico a base de pasi¨®n y entrega
El tenor mejicano Javier Camarena abri¨® su primer recital en el Gran Teatre del Liceu pidiendo excusas al p¨²blico -momento siempre temido- por no encontrarse al cien por cien. "Arrastro un resfriado que no acaba de marchar y he pasado la ma?ana tosiendo, pero puedo cantar, as¨ª que all¨¢ vamos". Templ¨® la garganta y, con el acompa?amiento del pianista de origen cubano ?ngel Rodr¨ªguez, fiel compa?ero en recitales y grabaciones, interpret¨®, con l¨®gica cautela, un aria tan dif¨ªcil como Ah! L¨¨ve-toi soleil, de Romeo y Julieta, de Charles Gounod. Coron¨® con ¨¦xito el luminoso agudo final y todos respiramos m¨¢s tranquilos.
Con este recital, el famoso tenor abre una gira espa?ola que se cerrar¨¢ en el Auditorio Nacional de Madrid el pr¨®ximo 7 de febrero e incluye actuaciones en San Sebasti¨¢n (23 de enero), Oviedo (28), Valencia (4 de febrero), m¨¢s un concierto en M¨¢laga (31 de enero) con la Orquesta Filarm¨®nica de M¨¢laga.
El respaldo del p¨²blico, que llenaba el coliseo barcelon¨¦s -ante el ¨¦xito en taquilla, se colocaron varias filas de butacas a ambos lados del escenario-, fue in crescendo a lo largo de un programa confeccionado con el coraz¨®n, a modo de recorrido hist¨®rico y emotivo por el repertorio l¨ªrico franc¨¦s e italiano que frecuenta el fabuloso tenor, que ha concedido bises hist¨®ricos en teatros como la Metropolitan Opera House de Nueva York, el Teatro Real de Madrid o el Liceu.
Camarena pas¨® muchos apuros, con problemas a la hora de mantener el fiato en los pian¨ªsimos y proyectar los agudos con toda su intensidad, pero hay que quitarse el sombrero ante la valent¨ªa y entrega del cantante, que derroch¨® efusividad y calidez l¨ªrica, dejando para el recuerdo frases de extraordinaria belleza en un repertorio de m¨¢ximo compromiso.
En la primera parte cant¨® arias de La favorite, Dom S¨¦bastien, roi de Portugal y La fille du r¨¦giment, todas de Gaetano Donizetti, y Le roi d?Ys, de ?duard Lalo. Y en la segunda, arias de Lucia di Lammermoor, de Donizetti, I Capuleti e I Montecchi, de Vincenzo Bellini, Martha, de Friedrich von Flotow y La traviata, de Giuseppe Verdi, con bravos y aplausos entre aria y cabaletta.
No pudo cantar siempre con la brillantez y el preciso control de sus generosos medios - a pesar de los apuros, causaron furor sus sobreagudos, pero la nobleza del fraseo y la intensidad en la expresi¨®n ganaron el favor de un p¨²blico entregado desde el inicio de la velada.
Probablemente, ante la respuesta entusiasta, un Camarena en plena forma habr¨ªa sido muy generoso en la tanda de propinas, pero, para evitar m¨¢s riesgos, solo concedi¨® dos. En la primera, la romanza Flor roja, de Los Gavilanes, de Jacinto Guerrero, hizo filigranas dando intensidad a cada palabra, con gusto en los detalles. Despu¨¦s, tras anunciarla, con mucha gracia, en catal¨¢n, abord¨® un cl¨¢sico tan emotivo como Ros¨®, la famosa canci¨®n de Josep Ribas, de su comedia musical Pel teu amor, tan ligada a la memoria de Emili Vendrell. Y, a pesar de los s¨ªntomas de fatiga y la dificultad idiom¨¢tica, Camarena recre¨® acentos de una efusividad que dispar¨® la pasi¨®n l¨ªrica en el Liceo.
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