H¨¦roes en el pa¨ªs de la ¨¦pica

Dec¨ªa hace unas semanas el portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, que no se puede gobernar todos los d¨ªas en base a la ¨¦pica. Y es cierto. Resulta dif¨ªcil administrar el d¨ªa a d¨ªa y al tiempo dedicar toda la energ¨ªa a dejar huella en el monte Rushmore del imaginario catal¨¢n. Tanta heroicidad, por casera que sea, suele ocultar incompetencia a la hora de hacer pol¨ªtica. El procesismo ha optado por la gloria f¨¢cil: arriar por unos minutos una bandera espa?ola ¡ªsin decir qui¨¦n lo ha hecho¡ª o mantener una pancarta en favor de los pol¨ªticos presos hasta que haga acto de presencia la en¨¦sima resoluci¨®n judicial. Quienes tienen la coartada de la bandera y los que huyen de los problemas cotidianos, escondi¨¦ndose en trivialidades disfrazadas de verdades del barquero, acostumbran a frecuentar los mismos t¨®picos. Suelen coincidir echando la culpa de la crisis de la vivienda a los okupas o reduciendo los problemas de la pobreza energ¨¦tica a quienes necesitan tener iluminadas sus plantaciones de marihuana.

Para la gran mayor¨ªa de la sociedad, en cambio, lo que resulta heroico es vivir con un salario precario, pagar un alquiler y mantener la vivienda a una temperatura adecuada. Estamos en una sociedad que premia el hero¨ªsmo del pobre a la misma velocidad que suele olvidarlo. Yassine Maati es un trabajador que el 5 de enero del a?o pasado rescat¨® a tres miembros de su familia y al hijo de un vecino durante el incendio en su bloque, en el 244 de la calle Marqu¨¦s de Mont-roig, de Badalona. Recibi¨® el reconocimiento de las autoridades ¨¦picas y de las de las verdades del barquero: del president Torra y del alcalde de Badalona, ?lex Pastor. ¡°El Palacio de la Generalitat, la casa de todos, es tambi¨¦n tu casa¡±, le escrib¨ªa en una carta Quim Torra. De eso hace un a?o. La familia de Yassine ¡ªBahija, sus cuatro hijos y uno de los abuelos¡ª ha hecho daci¨®n en pago de su piso chamuscado por el incendio en Marqu¨¦s de Mont-roig, en un edificio de nueve plantas en el que las llamas costaron la vida a tres personas. Ahora, Yassine y los suyos esperan ser expulsados de la vivienda que la Generalitat les cedi¨® en Badalona. Hace unas semanas firmaron la daci¨®n en pago a la espera de poder lograr un alquiler social, porque, trabajando la pareja, no les alcanza para pagar un alquiler a precio de mercado.

La Generalitat afirma que ya advirti¨® de que la cesi¨®n era provisional y el Ayuntamiento de Badalona, tan prosaico como el Gobierno catal¨¢n, ha decidido que si Yassine quiere vivienda social que se ponga a la cola interminable de la mesa de emergencia. Hay h¨¦roes que dan para un 30 Minuts y otros que no aguantan ni un Telenot¨ªcies, sobre todo si dan guerra y reivindican. Y es que a veces los gobiernos son met¨¢foras de la situaci¨®n en la que est¨¢n sumidos sus ciudadanos. Por ejemplo, en los locales donde se ubica la concejal¨ªa del distrito de Sant Roc y el consorcio de Badalona Sud, la fotocopiadora est¨¢ averiada, solo funciona uno de los tres lavabos existentes, el ascensor ni sube ni baja y la ¨²nica novedad biling¨¹e ha sido la sustituci¨®n de un cartel en el que pod¨ªa leerse ¡°fora de servei¡± en la puerta del elevador por otro que dice ¡°averiado¡±. Claro que eso solo son s¨ªntomas de la grave enfermedad, pues el consorcio Badalona Sud, que naci¨® en 2006, ha visto c¨®mo el presupuesto aportado por la Generalitat y el Ayuntamiento pasaba de 1,2 millones de euros a la mitad y c¨®mo de siete trabajadores se pasaba a uno.

En Sant Roc, como en otros barrios del ¨¢rea metropolitana, todo sigue igual. Muchos vecinos siguen pinchando la luz ¡ªese fue el origen del incendio del bloque en que viv¨ªan Yassine y Bahija¡ª porque carecen de contratos de alquiler y las el¨¦ctricas castigan con cortes de horas a todo el edificio, tal como denunciaban el pasado jueves dos de los que pagan la factura: Juan Francisco Cortes, del 1? 4? del bloque 790 de la calle Alfonso XII de Badalona y Antonio Pescador, del 2? 1? del bloque 782. Mientras la polic¨ªa municipal contin¨²a buscando plantaciones de marihuana, la ¨¦pica sigue y la precariedad devora a los h¨¦roes cotidianos.