La memoria y su monstruo
Jugar a evitar la muerte de Walter Benjamin en Portbou o leer una novela clarividente sobre el recuerdo en Israel de la Shoah: la decisi¨®n es de cada uno

Un juego de escapada, una escapada juguetona. Puede ser la traducci¨®n de escape game que no aparece en los titulares medi¨¢ticos. Si consultas la red sale algo as¨ª como ¡°juego de escape¡±, demasiado neutro en este caso: un juego de enigmas por el territorio donde se suicid¨® el fil¨®sofo y cr¨ªtico literario Walter Benjamin, en Portbou y aleda?os fronterizos, en 1940. Pobre hombre. Tantas de sus ¡°tesis sobre la historia¡± que se confirman desde que las dejara inacabadas, y su propia suerte tr¨¢gica se convierte en una de ellas, la que dice: Todo monumento de cultura es tambi¨¦n un monumento de barbarie.
En Portbou, frente al mar, en lo alto del cementerio que le recuerda con una l¨¢pida, est¨¢ el memorial WB, bello, muy bello, del escultor israel¨ª Dani Karavan. La barbarie que inevitablemente tambi¨¦n recuerda este monumento era hasta ahora todo lo que lo motiv¨®, la devastaci¨®n que tambi¨¦n se llev¨® a WB. Pero ahora, la barbarie es otra. Es esta gincana (sin premio) sobre el a?o que coincid¨ªan los huidos de los nazis, Benjamin entre ellos, y los republicanos espa?oles en los campos de concentraci¨®n all¨ª, en el otro lado de la frontera, a lo largo de la costa. Walter se dio la muerte, incapaz de esperar m¨¢s. Intentaba llegar a Portugal y desde all¨ª a Estados Unidos. No ten¨ªa la documentaci¨®n para entrar legalmente en zona espa?ola y la Guardia Civil no se lo permiti¨®. Hab¨ªa recorrido una traves¨ªa dif¨ªcil y temeroso de ser devuelto a un campo de concentraci¨®n franc¨¦s se suicid¨® en la madrugada del 26 de setiembre. Es un relato que tiene de todo, presto para ser explotado comercialmente y sumarse a las tantas versiones del arte contempor¨¢neo que lo han hecho suyo.
Por un precio que va de los 145 euros a los 190 si pasas la noche, el juego te permitir¨¢ revivir la II Guerra Mundial durante unas horas. Pero como Benjamin tiene hoy un aura que trasciende fronteras desde hace d¨¦cadas y es citado por tirios y troyanos, la cosa, y las protestas que ha motivado se centran en su figura y su recuerdo. Ha habido suficientes protestas como para que el portal Portbou1940 elimine el v¨ªdeo promocional, que seg¨²n leo por la red terminaba as¨ª: ¡°Salvad a Walter Benjamin. Esta es la misi¨®n¡±. Pero la cosa sigue.
Lo que parece m¨¢s propio del mundo del espect¨¢culo, que tomamos por ficci¨®n ¡ªcuando es realismo puro, hiperrealismo, superrealismo¡ª existe en el d¨ªa a d¨ªa de la llamada alta cultura, y tanto que s¨ª. Y ?por qu¨¦ no? Tanto llenarse la boca con divulgar, con dar a conocer la historia, y luego nos quejamos si se monta un escape game como el de Portbou. O un videojuego del campo de concentraci¨®n de Auschwitz, que tambi¨¦n esta es la semana de su memorial y de tantas iniciativas para recordarlo y que no lo olvidemos, etc.
De las iniciativas y convocatorias que me han llegado a casa sobre el recuerdo de la Shoah, am¨¦n de lo que ves una y otra vez por la tele, me quedo con una novela, El monstruo de la memoria, de Yishai Sarid (Sigilo en castellano, traducci¨®n de Ana Mar¨ªa Bejarano; Club Editor en catal¨¢n, traducci¨®n de Roser Lluch). Te explica, con enorme conocimiento documental, gracia narrativa y escepticismo hist¨®rico cr¨ªtico, lo que cualquier pa¨ªs y contexto debiera considerar: qu¨¦ hace el Estado con el pasado, c¨®mo se lo apropia y sobre todo c¨®mo lo explota sin man¨ªas. En el caso israel¨ª, se trata, claro, de la memoria de los campos del horror. En viajes guiados a los campos de Polonia (los alemanes, te advierte el narrador, se cuidaron de no estropear su propio paisaje) a estudiantes de secundaria, militares, pol¨ªticos y hasta un director de cine alem¨¢n. As¨ª es, por cierto: para los estudiantes de secundaria israel¨ªes la visita a Auschwitz es un rito de paso a la edad adulta (antes del ingreso en el ej¨¦rcito). El narrador es un historiador bastante joven que no se ha dedicado al horror nazi por ganas sino por financiaci¨®n y becas. Es riguroso y termina por saber much¨ªsimo. Pero la tesis doctoral resultante solo le garantiza un puesto ultraprecario en la universidad (en todas partes cuecen habas) y el hombre, que ya tiene familia, acaba trabajando para el Yad Vashem, instituci¨®n oficial creada en 1953 que hoy conserva la documentaci¨®n m¨¢s completa de la Shoah.
Tambi¨¦n ser¨¢ requerido para documentar un videojuego, palabra que indigna al director del departamento de inform¨¢tica de la casa, que lo llama ¡°una simulaci¨®n con finalidades did¨¢cticas¡±. Y as¨ª todo. La recomiendo de veras, lo que acabo de contar son minucias en comparaci¨®n a lo que terminas por comprender del monstruo de la memoria.
Merc¨¨ Ibarz es escritora y cr¨ªtica cultural
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