¡°Pide apoyo, que la madre est¨¢ muerta. La ha descuartizado¡±
Dos polic¨ªas cuentan por primera vez c¨®mo arrestaron hace un a?o al joven que mat¨® y se comi¨® a su progenitora en el madrile?o distrito de Salamanca
Eran las tres de la tarde y los agentes del indicativo Salamanca 23 empezaban su trabajo diario de paisano y en un coche camuflado. En principio, era un d¨ªa m¨¢s, una jornada tranquila de un jueves cualquiera. Lo que no sab¨ªan es que minutos despu¨¦s iban a ver unas im¨¢genes espeluznantes que ya no olvidar¨¢n en sus vidas. Una mujer hab¨ªa sido descuartizada por su hijo y los restos estaban repartidos por la vivienda. El asesino se hab¨ªa comido algunas partes, tambi¨¦n le hab¨ªa dado a su perro, seg¨²n confes¨® el autor. Otras las estaba guisando en la cocina. Ha tenido que pasar un a?o para que estos agentes del Grupo Operativo de Respuesta (GOR) de la Polic¨ªa Nacional puedan relatar esta macabra escena.
Justo cuando empezaron su jornada de trabajo, aquel 21 de febrero de 2019, el jefe de la oficina de denuncias y de atenci¨®n al ciudadano (ODAC) orden¨® a los polic¨ªas E. y F. ¡ªprefieren no dar sus nombres¡ª que se dirigieran al n¨²mero 50 de la calle de Francisco Navacerrada, a unos 300 metros de la plaza de toros de Las Ventas. Hip¨®lita, una amiga de la due?a de un piso en ese inmueble, hab¨ªa acudido a la comisar¨ªa para denunciar que llevaba d¨ªas llam¨¢ndola por tel¨¦fono y que no contestaba. Tampoco la hab¨ªa visto en el supermercado en el que realizaba las compras. Eso hizo sospechar a la mujer que algo raro estaba sucediendo.
Los agentes se montaron en el coche camuflado y fueron a ese piso. ¡°Ya sab¨ªamos qu¨¦ es lo que pasaba. El hijo es un viejo conocido nuestro. Estaba habitualmente en el parque de Eva Per¨®n [junto a la plaza de Manuel Becerra] fumando alg¨²n porro, pero no era ni conflictivo ni violento. Eso s¨ª, ten¨ªa una orden de alejamiento de la madre¡±, recuerda E. Por el contrario, F. nunca hab¨ªa tenido contacto con este joven, por lo que su compa?ero le puso en antecedentes cuando iban de camino.
Cuando llegaron a la vivienda, llamaron al portero autom¨¢tico. Les contest¨® el hijo, Alberto S¨¢nchez Garc¨ªa, de 26 a?os y con 12 detenciones, en su mayor¨ªa por quebrantar la orden de alejamiento. ¡°Oye, Alberto, ¨¢brenos la puerta, que somos la polic¨ªa¡±, le dijo E. Pero colg¨® el telefonillo. Los agentes llamaron de nuevo, y no tuvieron respuesta. Sin ¨¦xito. Tocaron a otra vecina de esa misma planta, que les abri¨®. Subieron al primero C y comenzaron a llamar al timbre de manera insistente. ¡°Alberto, venga, abre, que sabemos que est¨¢s ah¨ª dentro¡±, le dijeron en varias ocasiones. Les cost¨® convencerle. De hecho, tuvieron que esperar varios minutos.
Primero les abri¨® con el gancho de seguridad de la puerta. Meti¨® la cabeza y vio que realmente se trataba de la polic¨ªa. ¡°Venga, abre, que queremos hablar contigo¡±, le dijo F., mientras Alberto quitaba el gancho. Fue el momento que aprovech¨® para salir corriendo hacia la cocina.
¡°Sab¨ªamos que algo malo estaba pasando. Sacamos nuestras armas reglamentarias, pero no entramos en la casa porque no ve¨ªamos nada. No sab¨ªamos lo que iba a hacer, si iba a salir con alg¨²n cuchillo o algo parecido¡±, recuerda E. Le empezaron a gritar ¡°?sal, sal!¡± hasta que Alberto se puso en medio del pasillo con las manos en alto. ¡°Venga, Alberto, sal, que no pasa nada¡±. El joven dio unos pasos y se acerc¨® a la puerta de entrada de la casa mientras no paraba de decir: ¡°Yo no he hecho nada, yo no he hecho nada¡±. ¡°No paraba de dar manotazos con las manos, pero sin intentar pegarnos ni nada. Eso s¨ª, muy agitado y muy nervioso¡±, a?ade F.
Este agente le orden¨® que se tumbara boca abajo, a lo que accedi¨® sin poner resistencia. Ya en el suelo, le puso los grilletes. Despu¨¦s le cache¨® de arriba abajo para comprobar que no estaba armado. Le preguntaron d¨®nde estaba su madre y el joven les dijo que estaba ¡°muerta¡±. Ambos pensaron que Mar¨ªa Soledad G¨®mez, de 66 a?os, hab¨ªa fallecido por causas naturales y que el chaval no hab¨ªa sabido c¨®mo afrontar su p¨¦rdida. ¡°Lo primero que se nos vino a la cabeza es que la mujer estar¨ªa muerta tumbada en la cama. Sin m¨¢s, como ocurre otras veces, que es a lo que estamos acostumbrados¡±, confirman ambos polic¨ªas. Nada m¨¢s lejos de la realidad, esa que se ocultaba a pocos metros del descansillo.
E. enfund¨® su pistola y entr¨® en la casa. All¨ª se top¨® con una imagen propia de una pel¨ªcula de terror o de cine gore. En la habitaci¨®n principal, estaba la cabeza de la madre sobre la cama. Unas bolsas blancas rotas y desplegadas sobre el edred¨®n hac¨ªan una especie de colcha improvisada. Al lado estaba parte del cuero cabelludo. Junto a la cama y la caseta del perro se hallaban las manos y parte de los brazos seccionados hasta el codo. Gran parte del tronco se encontraba dentro de la caseta. ¡°Lo que jam¨¢s se me olvidar¨¢ son las manos. Estaban intactas. La mujer llevaba las u?as pintadas con esmalte rosa¡±, describe E. El agente no daba cr¨¦dito de lo que estaba viendo. Aguant¨® la respiraci¨®n, con la intenci¨®n de reaccionar a lo que hab¨ªa delante de ¨¦l. ¡°Llevo nueve a?os en la polic¨ªa y jam¨¢s hab¨ªa visto nada igual. No sab¨ªa ni qu¨¦ hacer¡±.
El acto m¨¢ximo de dominaci¨®n y desprecio
En la historia criminol¨®gica espa?ola no hay ning¨²n caso de canibalismo. Al menos reciente. Este tipo de cr¨ªmenes responde a tres posibles causas, seg¨²n el psic¨®logo y crimin¨®logo, Vicente Garrido. Una de ellas se da en rituales de sectas sat¨¢nicas y de vampirismo, donde comerse al otro tiene fines sagrados. Otra posibilidad es que lo ejecute alguien con problemas mentales que creen dentro de su delirio que al ingerir a un cong¨¦nere est¨¢n cumpliendo una misi¨®n. La ¨²ltima es una muestra de castigo y de acci¨®n extrema como final a una vida llena de violencia y de desprecio.
Garrido cree que esta ¨²ltima es la que m¨¢s se encuadra dentro del caso de Alberto S¨¢nchez G¨®mez, sin descartar que un estudio psiqui¨¢trico del parricida confesa revele una enfermedad mental grave. ¡°Puede resultar muy duro de comprender pero hay gente que puede actuar as¨ª¡±, reconoce el especialista. ¡°Es el sumun de la dominaci¨®n m¨¢s absoluta una vez que ya la ha utilizado para que le diera casa, comida, que le quitara todas las pertenencias para conseguir drogas o alcohol¡±, detalla Garrido.
El hecho de que tambi¨¦n diera de comer al perro resulta ¡°muy significativo¡± para el crimin¨®logo. ¡°Es una muestra m¨¢s del desprecio que sent¨ªa por su madre y de la comuni¨®n que tiene con su mascota¡±, a?ade el psic¨®logo.
El funcionario volvi¨® sobre sus pasos y empez¨® a rastrear el resto de la vivienda. En el ba?o, hab¨ªa restos de la mujer ¡ªsupuestamente, los brazos¡ª, restos de sangre y un cuchillo de cocina, todo dentro del plato de ducha. Tambi¨¦n se top¨® con un tupper abierto con un tenedor dentro y unos guantes de fregar amarillos, junto con manchas de sangre. En la cocina, que est¨¢ abierta al sal¨®n, hab¨ªa un plato y varios t¨²per con restos humanos ¡ªlas piernas¡ª y varias cazuelas con bolsas y m¨¢s trozos en su interior. En la mesita baja del centro del sal¨®n, todav¨ªa estaba una tabla blanca de cortar manchada de sangre y una especie de serrucho de carpintero junto a m¨¢s fragmentos de carne. Mientras, Coque, el perro de la familia, no paraba de ir de un lado a otro de la casa.
¡°El cerebro se me qued¨® paralizado. No paraba de preguntarme qu¨¦ es lo que estaba pasando all¨ª. He vivido cosas duras, como personas muertas en soledad que estaban en avanzado estado de descomposici¨®n, pero todo aquello lo superaba. Era indescriptible¡±, confiesa E. Pese a estar el cuerpo descuartizado, no hab¨ªa mal olor en la casa. ¡°Deb¨ªa llevar muerta ya unos d¨ªas porque la sangre estaba coagulada y de color oscuro, pero el ambiente era normal y no hab¨ªa restos podridos. Quiz¨¢s la hab¨ªa conservado en el frigor¨ªfico¡±, a?ade.
Como pudo, el agente sali¨® al rellano. Despacio. Intentando asimilar todo lo que aquella casa encerraba. Mir¨® a su compa?ero, que tambi¨¦n en el rellano, con Alberto: ¡°Pide apoyo, que la madre est¨¢ muerta. La ha descuartizado¡±. F. no daba cr¨¦dito a lo que acaba de o¨ªr. ¡°?Qu¨¦ me est¨¢s contando? ?Est¨¢s seguro de lo que dices?¡±, le respondi¨®, mientras vio a su compa?ero p¨¢lido, con la cara desencajada. E. le dijo que llamara al Grupo de Homicidios y a la Polic¨ªa Cient¨ªfica, y sac¨® al perro a la terraza. ¡°Fueron momentos de mucho estr¨¦s, de muchos nervios, por todo lo que hab¨ªa pasado all¨ª. Ten¨ªamos que asegurar la zona y que no se destruyera ninguna prueba¡±, comenta.
E. fue el encargado de llamar a su jefe que les mand¨® al n¨²mero 50 de la calle de Francisco Navacerrada. Al otro lado del tel¨¦fono m¨®vil, el mando no pod¨ªa creer lo que estaba oyendo. ¡°?Pero est¨¢s hablando en serio? ?Lo hab¨¦is verificado bien?¡±, le pregunt¨® con voz incr¨¦dula. ¡°Est¨¢ muy mal. La historia parece de pel¨ªcula, pero es real, jefe. Se lo asegur¨®. Que vengan Homicidios y Cient¨ªfica, que esto es muy grave¡±, le contest¨® el agente. Su compa?ero estaba pidiendo los refuerzos por la emisora, pero sin dar un solo detalle del descuartizamiento y del canibalismo. Como iban en un coche camuflado, pidieron un radio patrulla con mampara para detenidos para trasladar al hijo a la comisar¨ªa.
Alberto estuvo en todo momento inm¨®vil, sin abrir la boca, aparentaba estar ajeno a todo lo que pasaba. ¡°Estaba fr¨ªo como el hielo y en silencio. Parec¨ªa muy calmado. Ni siquiera le cambi¨® la respiraci¨®n cuando habl¨¦ con mi compa?ero. Hab¨ªa pasado de la euforia a una calma total¡±, recuerda E. La calma de quien confiesa, de quien se ve liberado. ¡°De hecho, a nosotros ni nos dijo que se hab¨ªa comido parte de su madre. Lo hizo a otros compa?eros¡±, apostilla F, un cordob¨¦s de 38 a?os, con ocho a?os y medio en la Polic¨ªa Nacional.
Los primeros compa?eros en llegar tardaron unos minutos. Minutos eternos en los que se mezclaron nervios y mucha angustia: ¡°No entend¨ªamos la situaci¨®n y no encontr¨¢bamos una explicaci¨®n para lo que hab¨ªa ocurrido. No nos entrenan para esto. Est¨¢bamos en una nube de tensi¨®n en la que intentamos controlarnos lo mejor que pudimos¡±, reconoce E, de 32 a?os y oriundo de Las Palmas de Gran Canaria.
Los dos polic¨ªas hablaron con una vecina, que les dijo que por la ma?ana hab¨ªa visto a Alberto bajar una bolsa de basura. De inmediato, se fueron al contenedor m¨¢s cercano para recuperarla, pero estaba vac¨ªo. Luego se enteraron de que el edificio tiene cuarto de basuras. Pidieron la llave a la presidenta de la comunidad y bajaron a comprobarlo. En el fondo de uno de los contenedores hab¨ªa una bolsa negra. Cuando la abrieron, se toparon con v¨ªsceras y con m¨¢s restos humanos. La dejaron sin manipular a disposici¨®n del forense y de la Polic¨ªa Cient¨ªfica.
A los pocos minutos, ambos terminaron su trabajo en la casa y se dirigieron al Grupo de Homicidios, en la sede de la Jefatura Superior de Polic¨ªa de Madrid, cerca de Cuatro Caminos. La vuelta al coche camuflado fue de silencio total. Ambos compa?eros intentaban digerir todo lo que acababan de ver. No hab¨ªa ganas de hablar. De exteriorizarlo. ¡°Al principio, ni hablamos entre nosotros. Luego empezamos a comentar c¨®mo alguien puede hacer algo as¨ª. Busc¨¢bamos una explicaci¨®n para algo que quiz¨¢s no la tiene¡±, explica F. Muchas preguntas y ninguna respuesta. ¡°Cuando sali¨® la noticia, se dijo que salimos a la calle a vomitar por la escena que vimos. Nosotros desde luego no fuimos. Aguantamos hasta que vinieron los refuerzos y nos marchamos a Homicidios¡±, a?ade E.
Ya en comisar¨ªa, ?ngel, el inspector jefe de Seguridad Ciudadana, les dio la enhorabuena por la profesionalidad que mostraron en la intervenci¨®n y por haber detenido a Alberto. Tambi¨¦n les ofreci¨® ayuda psicol¨®gica, que hasta la fecha no han necesitado. Eso s¨ª, no han recibido una felicitaci¨®n p¨²blica ni una medalla.
Ambos reconocen que aquella noche no pudieron dormir y que durante la primera semana lo pasaron ¡°muy mal¡±, en especial E. No se borraban de sus mentes lo que hab¨ªan visto. Los dos agentes volvieron al servicio al d¨ªa siguiente. Tambi¨¦n al turno de tarde. Ambos ten¨ªan dentro un c¨®ctel de emociones, una mezcla de haber cumplido con su trabajo, nervios y cierta falta de ganas. El s¨¢bado siguiente, E. se present¨® al examen para ascender a oficial. Lo suspendi¨®, pese a que se lo hab¨ªa preparado durante meses. ¡°?C¨®mo iba a hacer un buen examen si ten¨ªa la cabeza en otro lado? Era imposible¡±, resume E., que este a?o se presentar¨¢ de nuevo. Ahora ya sin tener tan reciente al can¨ªbal que se comi¨® a su madre.
Hip¨®lita, la mujer que alert¨® del crimen: ¡°La recuerdo muy a menudo¡±
Hip¨®lita, una peluquera de 65 a?os que se jubilar¨¢ el pr¨®ximo diciembre, fue la persona que dio la voz de alarma. Gracias a ella se pudo descubrir uno de los cr¨ªmenes m¨¢s atroces que se recuerdan en la capital. ¡°Ha sido un a?o fatal. La recuerdo muy a menudo y la echo de menos¡±, afirma al otro lado del tel¨¦fono.
Esta mujer con tono triste conoci¨® a Mar¨ªa Soledad en el colegio Natividad de Nuestra Se?ora. Llevaban a sus hijos a este centro situado en la calle de Mart¨ªnez Izquierdo. De eso hace ya unos 25 a?os. Desde entonces se trab¨® una amistad, al igual que con el resto de madres. ¡°Ella tambi¨¦n ven¨ªa a mi peluquer¨ªa, que la ten¨ªa en la calle de Alonso Heredia. A veces solo se pasaba para saludarme y tom¨¢bamos un caf¨¦¡±, recuerda Hip¨®lita. Ya ha traspasado el negocio y ahora se dedica a limpieza hasta que se jubile.
Poco antes del asesinato, Mar¨ªa Soledad la llam¨® por tel¨¦fono, pero Hip¨®lita no pudo atenderla en ese momento. Le dijo que la devolver¨ªa la llamada m¨¢s tarde. Sin embargo, nunca obtuvo respuesta. ¡°No me cog¨ªa el tel¨¦fono por m¨¢s que la llamaba. Tampoco la ve¨ªa nunca. Yo sab¨ªa el cuadro que ten¨ªa con su hijo, pero pens¨¦ que estaba mala, que la hab¨ªan ingresado en el hospital o a alguno de sus hijos¡±, recuerda. Hip¨®lita coment¨® la ausencia con otra amiga com¨²n, que tambi¨¦n le confirm¨® que llevaba d¨ªas sin tener noticias de ella.
Ante estos hechos, Hip¨®lita decidi¨® aquel 21 de febrero acudir a la comisar¨ªa y denunciar lo que estaba pasando. ¡°Pens¨¦ que ellos sabr¨ªan lo que ocurr¨ªa o, al menos, lo podr¨ªan averiguar. Lo que jam¨¢s se pas¨® por la cabeza es que la pobre mujer podr¨ªa terminar as¨ª...¡±, se le quiebra la voz sin poder terminar la frase. No quiere hablar porque este a?o ha sido ¡°muy duro¡±. ¡°Ya he declarado ante la polic¨ªa y ante el juez y creo que es un tema muy triste para la familia que es la que tiene que solucionarlo¡±, a?ade.
La peluquera describe a Mar¨ªa Soledad como ¡°una madre preocupada que siempre estaba pendiente de sus hijos¡±. Se qued¨® ¡°solita¡± tras el fallecimiento de su marido hace unos 10 a?os. Sus hijos a¨²n eran adolescentes y tuvo que hacer frente a su crianza y a su educaci¨®n.
Alberto S¨¢nchez G¨®mez se encuentra en prisi¨®n provisional desde que fue detenido el 21 de febrero. Est¨¢ pendiente de que se fije una fecha para la celebraci¨®n del juicio en la Audiencia Provincial por el procedimiento del jurado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
M¨¢s informaci¨®n
Archivado En
- Canibalismo
- Parricidios
- Polic¨ªa Nacional
- Barrio Salamanca
- Antropolog¨ªa
- Ciencias sociales
- Asesinatos
- Polic¨ªa
- Ayuntamiento Madrid
- Distritos municipales
- Madrid
- Fuerzas seguridad
- Ayuntamientos
- Comunidad de Madrid
- Sucesos
- Delitos
- Gobierno municipal
- Espa?a
- Administraci¨®n local
- Pol¨ªtica municipal
- Pol¨ªtica
- Administraci¨®n p¨²blica
- Justicia
- Ciencia