La peste y el horror al vac¨ªo
En las conversaciones privadas, son mayor¨ªa los que llaman a frenar la alarma, pero muchos de ellos ya han pasado por la farmacia porque la raz¨®n estad¨ªstica nunca ha sido suficiente para calmar la sinraz¨®n
Era Albert Camus quien dec¨ªa que la mejor manera de tener a la gente junta es, todav¨ªa, enviarle una peste. ?s indudable que el miedo es un eficaz instrumento para garantizar la servidumbre voluntaria. Y del miedo a la angustia hay un corto trecho, con efectos exponenciales en la construcci¨®n de dep¨®sitos colectivos de irracionalidad. Cuando en un horizonte lejano aparece un virus desconocido el p¨¢nico cunde y se agotan las mascarillas y los l¨ªquidos protectores. Se suspenden viajes y encuentros. Y el otro ¡ªel que pasa cerca¡ª se convierte autom¨¢ticamente en un peligro, contribuyendo as¨ª a agrandar la distancia f¨ªsica entre las personas, en unos tiempos en que las pantallas operan como poderosos muros transparentes: juntos pero guardando las distancias.
Todo es tan irracional que, mientras el p¨¢nico modelo Covid-19 conquista al mundo, miles de ciudadanos ¡ªm¨¢s de 6.000 seg¨²n los expertos¡ª morir¨¢n este a?o, como los anteriores, por otro virus, el de la gripe de temporada, sin que se produzca ninguna se?al de angustia colectiva. Confirmando de este modo que el ser humano asume con toda naturalidad lo que se ha convertido en habitual. La gripe forma parte del paisaje y sus muertos tienen la consideraci¨®n de figurantes de un entorno conocido, con lo cual su destino se asume con resignada naturalidad. El hombre raramente cuestiona lo que se ha hecho toda la vida o lo que ha ocurrido siempre. Es la amenaza nueva la que engendra desconcierto y provoca reacciones ins¨®litas en personas perfectamente racionales en otros muchos ¨¢mbitos de su vida. En las conversaciones privadas, son mayor¨ªa los que dicen que hay que frenar la alarma, pero muchos de ellos ya han pasado por la farmacia porque la raz¨®n estad¨ªstica nunca ha sido suficiente para calmar la sinraz¨®n. Todo es raro: el miedo por una amenaza remota (vestida en este caso con las fantas¨ªas qua acompa?an a todo lo que viene de este territorio misterioso que es el lejano Oriente) y la indiferencia ante los miles de personas ¡ªla mayor¨ªa ancianos¡ª que mueren cada a?o por la gripe, asumida como un ritual de nuestra precariedad.
La amenaza nueva engendra desconcierto y provoca reacciones ins¨®litas en personas racionales
Pero precisamente porque hay conciencia del desajuste entre la amenaza y las reacciones, porque mucha gente asustada es todav¨ªa capaz de interrogarse sobre su propio p¨¢nico porque se siente inc¨®moda ante conductas que en el fondo sabe que son desproporcionadas hay que encontrar la manera de justificarlas. Y autom¨¢ticamente se despliega uno de los recursos preferidos de la condici¨®n humana: las teor¨ªas conspirativas, que en nuestras tierras han encontrado hist¨®ricamente alimento en la perfidia de Sat¨¢n. Un recurso inventado para explicar lo inexplicable: que un Dios bondadoso permitiera las atrocidades que habitan la experiencia humana. De modo que la pregunta inmediata es qui¨¦n hay detr¨¢s, qui¨¦nes son los diab¨®licos personajes que nos han lanzado la peste encima y qu¨¦ pretenden.
Una de las ¨²ltimas teor¨ªas que he o¨ªdo, es que es una operaci¨®n para reducir la poblaci¨®n anciana y, por tanto, los costes en sanidad. Cualquier cuento sirve para buscar un culpable como forma de tranquilizarnos. Borges lo cont¨® de maravilla: lo que nos asusta es que el centro del laberinto este vac¨ªo, preferimos que el Minatouro lo habite porque as¨ª tenemos un responsable de nuestra suerte. Ver poderosas fuerzas ocultas detr¨¢s del coronavirus en el fondo nos tranquiliza. Y al mismo tiempo debilita la respuesta: en vez de plantar cara al p¨¢nico, nos columpiamos en las teor¨ªas conspirativas, a la b¨²squeda del malvado universal.
Si realmente se cree que todav¨ªa tiene sentido el discurso emancipatorio, el que pretende armar al hombre para que progrese en el control de su precaria aventura sobre la tierra, hoy tocar¨ªa militar contra el miedo al coronavirus. Y aqu¨ª la inseguridad de la especie se hace visible no s¨®lo en la calle sino en la cumbre de la pir¨¢mide: en los poderes pol¨ªticos, econ¨®micos y medi¨¢ticos. ?Por qu¨¦ se contribuye a generar el miedo? Seguro que lleva raz¨®n Camus: el miedo sirve al poder para dominar al personal. Pero los que mandan son de la misma pasta que los dem¨¢s: seres precarios y miedosos que participan del horror al vac¨ªo de la mayor¨ªa. Y gesticulan no tanto para tranquilizar a la ciudadan¨ªa como para tranquilizarse a s¨ª mismos, por miedo a que las cosas vayan a peor y las desgracias se atribuyan a su impotencia.
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