Las victorias del Me Too
La condena a Harvey Weinstein por violaci¨®n y acoso quiebra un sistema de poder machista que basa su dominaci¨®n en negar credibilidad a las v¨ªctimas. El silencio se ha roto y tambi¨¦n la impunidad
El feminismo llega a un nuevo 8 de marzo con muchos motivos para seguir moviliz¨¢ndose pero tambi¨¦n con importantes victorias que celebrar. El pr¨®ximo d¨ªa 3, la ministra de Igualdad, Irene Montero, presentar¨¢ la nueva ley de libertad sexual que incluir¨¢ importantes novedades en la lucha contra las violencias que sufren las mujeres y tambi¨¦n un cambio crucial en la tipificaci¨®n de los delitos de agresi¨®n sexual en el C¨®digo Penal. Pero la fecha llega tambi¨¦n con notables victorias en el terreno de lo simb¨®lico. La m¨¢s importante, la condena al productor de cine Harvey Weinstein por abuso sexual y violaci¨®n.
Poco pod¨ªa imaginar la actriz Alyssa Milano cuando lanz¨® la consigna #MeToo a trav¨¦s de las redes sociales en 2017 que esa frase, que hab¨ªa acu?ado en 2006 la activista social Tarara Burke, iba a ser la semilla de un movimiento global capaz de aglutinar tanta fuerza. En la diana estaba uno de los hombres m¨¢s poderosos de Hollywood, un productor prepotente, un depredador sexual capaz de arruinar la carrera de la mejor actriz si no se plegaba a sus deseos. M¨¢s de 100 mujeres le acusaban, pero finalmente solo fue juzgado por un delito de abuso sexual y otro de violaci¨®n, pues el resto hab¨ªa prescrito o presentaba problemas de prueba. La denuncia contra Weinstein puso fin al silencio y ahora la condena certifica el fin de la impunidad.
La dificultad de demostrar el abuso es lo que permite que hombres como Weinstein usen su poder en las finanzas, la universidad, la empresa o la pol¨ªtica para acosar y abusar de mujeres. El de Weinstein es el ejemplo m¨¢s claro, en palabras de la escritora Rebeca Solnit, ¡°de c¨®mo la existencia de un poder desigual es capaz de generar delitos y proteger al mismo tiempo a quienes los cometen¡±. Ese sistema de encubrimiento y protecci¨®n de los acosadores es el que pretende derribar el movimiento Me Too. Por mucho que sean conductas tipificadas como delito, raramente resultan castigadas porque la voz de las mujeres no es cre¨ªda, y esa falta de credibilidad forma parte del propio sistema de poder masculino. Adem¨¢s de la satisfacci¨®n de un deseo sexual, en el acoso suele haber una afirmaci¨®n de poder. Muchas de las v¨ªctimas de Weinstein explicaban que su negativa a mantener relaciones actuaba sobre ¨¦l como un est¨ªmulo y un factor de excitaci¨®n: al placer del abuso a?ad¨ªa el placer de la dominaci¨®n.
Cualquier mujer que se sienta humillada por una situaci¨®n de acoso o abuso sexual se lo piensa mucho antes de denunciar. Sabe que no ser¨¢ cre¨ªda y que, de persistir, se expondr¨¢ a un escrutinio sobre su conducta tan destructivo como el propio abuso. Por eso muchas acaban desistiendo. El poder que permite el abuso permite tambi¨¦n silenciarlo. La sentencia marca un punto de inflexi¨®n. La justicia sigue siendo un campo adverso para las v¨ªctimas, pero gracias a la lupa que la movilizaci¨®n feminista ha puesto sobre la actuaci¨®n de los propios tribunales, estos ya no son para los abusadores un terreno tan seguro. El escrutinio ha cambiado de bando. Las v¨ªctimas han encontrado en la sororidad del ¡°Yo s¨ª te creo, hermana¡± una fuerza que no ten¨ªan y est¨¢n consiguiendo con la denuncia p¨²blica lo que los tribunales negaban.
El caso de Pl¨¢cido Domingo es el ¨²ltimo ejemplo. Aqu¨ª no ha mediado denuncia ni ha intervenido la Justicia. Solo el factor reputaci¨®n. Este caso ha demostrado lo poderosas que son las corazas que la cultura machista crea para proteger a quienes abusan de su poder, pero tambi¨¦n la vulnerabilidad de esas corazas cuando la estrategia que utilizan es minar la credibilidad de las v¨ªctimas. Las denuncias se conocieron por una investigaci¨®n period¨ªstica de la agencia Associated Press. Varias mujeres le acusaban de acoso sexual y abuso de poder mientras dirigi¨® la ?pera de Los ?ngeles. El tenor lo neg¨® con vehemencia e inmediatamente se desencaden¨® una oleada de apoyos que ten¨ªan un denominador com¨²n: cubrir de elogios al actor y sembrar dudas sobre la investigaci¨®n y las denunciantes.
Pl¨¢cido Domingo obtuvo el apoyo de notables pol¨ªticos, desde el ministro de Cultura a la presidenta de Madrid, y no pocos articulistas entonaron un sonoro ¡°yo s¨ª te creo, hermano¡± y salieron en su defensa como si lo que estuviera en cuesti¨®n no fuera la conducta del tenor, sino el honor patrio. En muchos pronunciamientos se a?ad¨ªa alguna consideraci¨®n acerca de lo mucho que el tenor ha hecho por la ¨®pera y por Espa?a, como si fuera eximente. Pero la investigaci¨®n abierta por el sindicato norteamericano de artistas de ¨®pera ha verificado las denuncias. En un intento de controlar los da?os, el tenor ha pedido perd¨®n y ha dejado al descubierto a quienes, entre creer a las v¨ªctimas o creer al acosador, optaron por lo segundo.
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