La tercera v¨ªa de Boric
Con el presidente de Chile bien podr¨ªamos estar ante el nacimiento de un camino, esta vez desde Am¨¦rica Latina, entre la socialdemocracia tradicional y la izquierda de talante identitario
La solemne Cuenta P¨²blica ante el Congreso Nacional, despu¨¦s de un a?o y meses de mandato, tuvo algo de inauguraci¨®n. Ya c¨®modo en su papel, perfectamente en control de lo que dec¨ªa, y ahora plenamente consciente de las limitaciones de un cargo en que se depositan tantas ansiedades y esperanzas, Gabriel Boric pronunci¨® un discurso que el decano chileno de los estudios de opini¨®n, Roberto M¨¦ndez, calific¨® de ¡°colosal¡±: por su contenido, su oratoria¡ y su extensi¨®n (dur¨® 3 horas y media).
Se requiere tener en cuenta el contexto. El Presidente y las fuerzas que le acompa?an ven¨ªan de dos derrotas consecutivas de gran calado. Para la izquierda en el poder, el rechazo a la propuesta de la Convenci¨®n Constitucional en septiembre pasado, seguida por el triunfo de la derecha radical en la elecci¨®n de los encargado de aprobar un nuevo proyecto, fue algo as¨ª como la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn para la izquierda cl¨¢sica. Su forma de ver el mundo, as¨ª como sus banderas culturales y pol¨ªticas de fuerte corte identitario, fueron rechazadas tajantemente por el electorado. Esto parec¨ªa condenarles a la suerte del pragmatismo y la gesti¨®n, que como se sabe son altamente veleidosos. Ante tal panorama, Boric decidi¨® usar su cuenta anual para dotar de una nueva narrativa a su Gobierno y a las fuerzas pol¨ªticas que lo pusieron en La Moneda. A la luz de los efusivos aplausos de sus adherentes y de la inocultable perplejidad de sus opositores, parece haberlo logrado.
La nueva narrativa se expres¨® tanto en la sustancia como en la actitud. Boric fue singularmente honesto, revelando con ello una aproximaci¨®n a la pol¨ªtica diferente a la convencional. De entrada dijo que las dificultades encontradas al asumir, m¨¢s la obsolescencia del Estado para ofrecer seguridad y atender las urgencias de la poblaci¨®n, le hab¨ªan obligado a cambiar sus prioridades ¡ªm¨¢s no a sus principios, agreg¨®¡ª. Se fustig¨® a s¨ª mismo por no haber sido m¨¢s firme en su llamado a la pasada Convenci¨®n de allanarse al di¨¢logo y buscar convenir un texto unificador, y de paso pidi¨® aprender de la experiencia y evitar una Constituci¨®n partisana.
Pero el quiebre m¨¢s radical fue con la visi¨®n antagon¨ªstica de Carl Schmitt y sus seguidores, seg¨²n la cual la distinci¨®n entre amigo y enemigo ser¨ªa el eje de la pol¨ªtica. Su cuenta estuvo en las ant¨ªpodas de ese paradigma, que fuera tan propio de la nueva izquierda tanto en Espa?a como en Chile. Fue un discurso conciliador antes que confrontacional, unificador antes que divisivo, inclusivo antes que competitivo.
Boric se present¨® a s¨ª mismo como otro eslab¨®n de una cadena hist¨®rica (la patria, la llam¨®, que a pesar de accidentes y rupturas posee una misteriosa continuidad). Al hablar de los logros de su Gobierno, por ejemplo, mencion¨® una y otra vez a sus antecesores, incluyendo a Sebasti¨¢n Pi?era, y reconoci¨® reiteradamente el aporte de los parlamentarios de oposici¨®n. Hizo alusi¨®n, con una insistencia sin precedentes, a la colaboraci¨®n de las Fuerzas Armadas y de Orden en los m¨¢s diversos dominios. Realiz¨® fervientes llamados al di¨¢logo, a la cooperaci¨®n y a la actuaci¨®n conjunta frente a la delincuencia, la elevaci¨®n de las pensiones, la reforma tributaria y el crecimiento econ¨®mico, apelando tanto al mundo pol¨ªtico como a la sociedad civil. De ah¨ª que, si hubiese que usar un calificativo, su alocuci¨®n fue m¨¢s continuista que refundacional.
Boric fue tajante a la hora de se?alar las l¨ªneas morales que para el son sagradas: derechos humanos, democracia, racismo, misoginia, homofobia. Pero al hacer el balance de los logros del Gobierno e indicar sus metas, el foco estuvo en las urgencias de la gente real (seguridad, costo de la vida, salud, vivienda, etc.), y no en los llamados temas culturales que dominaron la Convenci¨®n Constitucional. En otras palabras, Boric tom¨® distancia del ideario posmaterialista de la izquierda identitaria para adoptar una agenda ultramaterialista, plagada de medidas concretas que responden a demandas de grupos espec¨ªficos de la poblaci¨®n. De hecho, fue su esfuerzo por describir esta multifac¨¦tica agenda en sus ¨²ltimos detalles lo que hizo tan extenso su discurso.
Algunos han cre¨ªdo ver en lo anterior la renuncia de Boric a la nueva izquierda, de donde viene, y su inclinaci¨®n hacia el alma socialdem¨®crata que forma parte de su Gobierno a trav¨¦s del Partido Socialista, el Partido Radical y el PPD. Creo que es una lectura equivocada.
A diferencia de la socialdemocracia tradicional, el discurso de Boric no reclama su validez en una comprensi¨®n total y definitiva del mundo. Su aproximaci¨®n es m¨¢s parcial, tentativa y adaptativa, lo que es propio de una generaci¨®n que posee una mayor conciencia de los l¨ªmites del conocimiento y de los estragos a los que puede conducir la acci¨®n humana.
El programa cl¨¢sicamente socialdem¨®crata apuntaba la reforma de la estructuras, en especial en sus dimensiones econ¨®micas y productivas. En Boric esto est¨¢ ausente. Lo relevante son peque?os giros, empujones o mordiscos (bit-size) que resuelven problemas y crean o empoderan actores, como es el caso ¡ªpor ejemplo¡ª del sistema de cuidado respecto a las mujeres, o la asociaci¨®n p¨²blico-privada respecto al litio. De aqu¨ª brota otra diferencia fundamental. Para la vieja socialdemocracia el cambio nace desde arriba, y su agente clave es el Estado. Boric es lo opuesto: conf¨ªa m¨¢s en el cambio desde abajo, y mira al Estado como a un agente mediocre por su burocracia, inflexibilidad y lentitud. Esto explica sus reiterados gui?os de complicidad con las organizaciones de la sociedad civil, incluida la empresa, a lo largo de su cuenta.
El discurso de Boric, en suma, parece haber buscado hacer una s¨ªntesis de las dos almas ¡ªcomo se las ha llamado¡ª que conforman su Gobierno: la de Apruebo Dignidad, de comunistas y nueva izquierda, y la socialdem¨®crata. Pero su intento podr¨ªa alcanzar proyecciones m¨¢s amplias si contara con el adecuado soporte intelectual.
En los a?os noventa del pasado siglo, bajo el liderazgo de Blair en Europa y Lagos en Chile, y la inspiraci¨®n de acad¨¦micos de la talla de Anthony Giddens, se intent¨® una tercera v¨ªa entre el capitalismo liberal y socialismo estatista. Con Boric bien podr¨ªamos estar ante el nacimiento de una nueva tercera v¨ªa, esta vez desde Am¨¦rica Latina, entre la socialdemocracia tradicional y la izquierda de talante identitario.
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