La herida constitucional en Chile
Este ¨²ltimo intento de cambiar la Constituci¨®n tiene algo que no tuvo el anterior, y es la experiencia de un fracaso. Si cometemos los mismos errores vamos a tener los mismos resultados
En tres meses se cumple el quincuag¨¦simo aniversario del golpe de Estado en Chile, que instal¨® una dictadura c¨ªvico militar que a lo menos ¨Cseg¨²n cifras oficiales¨C tortur¨® a 28.459 personas, ejecut¨® a 2.125 y desapareci¨® a 1.102, y dej¨® como legado una Constituci¨®n que pese ha haber sido modificada en m¨¢s de 50 oportunidades, sigue siendo la Constituci¨®n del 80 en su esencia.
Este problema constitucional fue abordado en la reforma del 2005 por el presidente Ricardo Lagos, de tradici¨®n hist¨®rica socialista, quien declar¨® el 2020 estar insatisfecho con la Carta Magna, pues segu¨ªa siendo un ¡°remanente¡± de la dictadura. La presidenta Michelle Bachelet, tambi¨¦n socialista, el a?o 2018 antes de finalizar su segundo Gobierno envi¨® al Congreso Nacional un proyecto para una nueva Constituci¨®n que qued¨® en un caj¨®n, luego de que el Ministro del Interior del presidente Sebasti¨¢n Pi?era se?alara sin titubeos: ¡°No queremos que avance el proyecto de nueva Constituci¨®n presentado por Michelle Bachelet¡±.
As¨ª la herida constitucional se arrastr¨® hasta la crisis institucional del 2019 que termin¨® con un acuerdo entre gallos y media noche, que habilit¨® por primera vez un proceso democr¨¢tico para redactar una nueva Constituci¨®n por una Convenci¨®n Constitucional, no reformando la vigente, sino que partiendo desde una hoja en blanco. Luego de terminados los plazos, frente a la propuesta el pueblo fue claro y la rechaz¨®.
Este resultado se explica por m¨²ltiples causas, y ninguna lo hace por s¨ª sola. Por un lado, elementos internos del ¨®rgano: excesos y faltas de decoro para la dignidad del cargo que lograron distraer lo atenci¨®n de los avances institucionales propuestos como el establecimiento de un Estado Social de derecho e innovaciones en materia ambiental. Esto sumado a una mayor¨ªa holgada de simpatizantes de distintas izquierdas que pudimos acordar con el qu¨®rum requerido de 2/3 gran parte de las normas prescindiendo de los votos de las derechas (incluso de las m¨¢s moderadas), cuesti¨®n que no favoreci¨® la transversalidad.
Estos elementos internos se entremezclaron con otros externos: una crispaci¨®n del ¨¢nimo y una polarizaci¨®n social que permeaba cada una de las discusiones, subiendo el tono del debate fomentado por la luz de las c¨¢maras y las redes sociales ¨¢vidas de entretenci¨®n. Con un proceso dise?ado con una elecci¨®n de constituyentes con voto voluntario, y un plebiscito de salida con voto obligatorio. As¨ª el texto final fue sancionado por m¨¢s de 13 millones de personas, y los redactores de esta propuesta fueron elegidos en una elecci¨®n con menos de la mitad de los votos. Todo lo anterior en un contexto de evidente falta de informaci¨®n y trivializaci¨®n de las discusiones pol¨ªticas, interpretaciones torcidas y catastrofistas de las normas propuestas, fake news corriendo a raudales al puro estilo de las campa?as del Brexit, Bolsonaro o Trump, que se hac¨ªan cre¨ªbles para muchos frente a un ¨®rgano que se gan¨® el descredito con el paso de los meses, con una campa?a de comunicaci¨®n de relojer¨ªa que logr¨® imponerse con holgura en el plebiscito de salida. Y as¨ª volvimos al principio: la herida constitucional abierta.
Con mucho menos inter¨¦s y esperanza, se insiste en proponer una nueva Constituci¨®n con un 70% de la poblaci¨®n encuestada declarando estar poco o nada interesada en el nuevo proceso y un 44% declarando que votar¨¢ en contra del texto que a¨²n no est¨¢ escrito. En este contexto se inicia el trabajo del Consejo Constitucional reci¨¦n electo e instalado, que deber¨¢ trabajar sobre el texto escrito por una comisi¨®n designada por ambas c¨¢maras del Congreso.
El texto base conserva en gran medida elementos de la Constituci¨®n vigente, incorporando algunos t¨ªmidos avances e innovaciones bastante transversales. En ese sentido, si la elecci¨®n fuera sobre el texto escrito por la comisi¨®n o quedarnos con la vigente: me quedar¨ªa con el primero. Pero no, la elecci¨®n ser¨¢ sobre el texto que proponga el Consejo Constitucional, un Consejo que tiene la misma particularidad que la Convenci¨®n Constitucional pasada pero en sentido inverso: una composici¨®n de mayor¨ªa aplastante de integrantes de extrema derecha, siendo las derechas tradicionales , una fracci¨®n de menos relevancia.
Pese a todo, este ¨²ltimo intento tiene algo que no tuvo el anterior, y es la experiencia de un fracaso. Si cometemos los mismos errores vamos a tener los mismos resultados. Si se aprueban las normas solo porque ¡°est¨¢n los votos¡± dentro del Consejo, se correr¨¢ el riesgo de una nueva ca¨ªda. La extrema derecha constituyente liderada por Luis Silva, quien hace pocos d¨ªas declar¨® su admiraci¨®n por Augusto Pinochet y su rol de ¡°estadista¡±, gan¨® 23 de los 51 esca?os del actual Consejo, y han sido expl¨ªcitos en no querer una nueva Constituci¨®n, negocio redondo. Si proponen un texto m¨¢s a la derecha que la Constituci¨®n vigente, ganan si se aprueba, y tambi¨¦n ganan si se rechaza. El l¨ªder de la extrema derecha, Jos¨¦ Kast, que obtuvo 44% de la votaci¨®n en la ¨²ltima elecci¨®n presidencial, necesita que el texto se apruebe para para aumentar sus chances presidenciales. Las derechas tradicionales tendr¨¢n un rol clave en tender puentes con las izquierdas o en homogeneizarse con la extrema derecha.
Se cumplir¨¢n el 11 de septiembre 50 a?os del golpe de Estado, en plena discusi¨®n constituyente en un ¨®rgano con la mayor¨ªa en quienes reivindican el legado de la dictadura. ?Seguir¨¢ abierta la herida constitucional?
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