¡®Woke¡¯: un viejo problema de traducci¨®n
El t¨ªtulo de ¡®Izquierda no es Woke¡¯ de Susan Neiman empantana una pregunta m¨¢s importante y profunda: ?existe el universalismo?
Hace m¨¢s de 3.000 mil a?os a Mois¨¦s alguien le habl¨®, no ten¨ªa rostro, tampoco nombre; se present¨® con una frase enigm¨¢tica: ser¨¦ el que ser¨¦. Solo un Dios rar¨ªsimo podr¨ªa hablar as¨ª, de ah¨ª que la famosa frase haya sido traducida y divulgada como ¡°soy el que soy¡±; pese a que en la lengua hebrea no exista el verbo ser en tiempo presente. La raz¨®n es que de todos nuestros ancestros, Occidente privilegi¨® el pensamiento griego, que en gran parte es una lengua del ser.
Que el ser (o el soy) sea nuestro principio de racionalidad, implica que nuestro pensamiento funciona como un motor de b¨²sq...
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Hace m¨¢s de 3.000 mil a?os a Mois¨¦s alguien le habl¨®, no ten¨ªa rostro, tampoco nombre; se present¨® con una frase enigm¨¢tica: ser¨¦ el que ser¨¦. Solo un Dios rar¨ªsimo podr¨ªa hablar as¨ª, de ah¨ª que la famosa frase haya sido traducida y divulgada como ¡°soy el que soy¡±; pese a que en la lengua hebrea no exista el verbo ser en tiempo presente. La raz¨®n es que de todos nuestros ancestros, Occidente privilegi¨® el pensamiento griego, que en gran parte es una lengua del ser.
Que el ser (o el soy) sea nuestro principio de racionalidad, implica que nuestro pensamiento funciona como un motor de b¨²squeda de una verdad que explique, ordene y que sea causa de las cosas. Un resumen arbitrario: Occidente es una historia sobre la obsesi¨®n para que las cosas sean n¨ªtidas de una maldita vez; ojal¨¢ cada vez con menor ambig¨¹edad y rodeos. Dicen que los abreviadores y ansiosos son el grupo psicopol¨ªtico m¨¢s exitoso de los ¨²ltimos 2.000 a?os. Han existido formas de abreviarnos diversas, un grito ¡ª?Libertad o muerte!, ?Por Dios!, ?Heil Hitler!¡ª, una radiograf¨ªa, una camiseta de f¨²tbol, el ADN, un diagn¨®stico o alguna categor¨ªa que nos sintetice seg¨²n nuestros gustos. Y pese a que estos esfuerzos tienen consecuencias distintas, lo com¨²n en ellos es el anhelo por borrar la soledad y ser parte de alguna categor¨ªa que permita al fin decir: esto soy.
Tambi¨¦n, la nuestra, podr¨ªa ser una historia de la paranoia. Porque para ser, inevitablemente, alguien debe no ser. Se piensa que el problema es odiar la diferencia del otro, pero lo que realmente se odia mucho m¨¢s, es que otro nos recuerde la diferencia que tenemos respecto de nosotros mismos. Toleramos mal las preguntas cuando el ser ya encontr¨® su acomodo, su casa. Por cierto, un nombre de casa es natio, palabra que antes, mucho antes, significaba nacimiento. Solo eso. El resto, era la historia, el viaje, la b¨²squeda. Despu¨¦s, mucho despu¨¦s y hace no tanto, comenz¨® a significar papeles, mostrar papeles: t¨² no eres de ac¨¢, eres el enemigo. La casa tambi¨¦n puede volverse loca. Algunos le dir¨¢n a sus hijos muere por tu patria, otros dir¨¢n: hijo por favor huye. El siglo XX fue el proyecto parcialmente suicida de ello y la reacci¨®n de Occidente fue proyectar un futuro sin muros, para que as¨ª ¡°nunca m¨¢s¡±. El mundo por venir ser¨ªa liviano de categor¨ªas, ojal¨¢ no binario; en el amplio sentido de la expresi¨®n. La iron¨ªa, como nota el escritor Alessandro Baricco, fue que ese mundo, su promesa, fue dise?ada por ingenieros inform¨¢ticos que crearon una tierra de c¨®digos binarios: el mundo se llen¨® de colores, pero tambi¨¦n se arraig¨® con fuerza el pensamiento on off. Supongo que lo que se bautiz¨® como woke no es m¨¢s que la versi¨®n globish (el sue?o de un expresidente de IBM de reducir el lenguaje a unas pocas palabras y ojal¨¢ en ingl¨¦s) de la inercia de nuestro pensamiento. El que tiende a caer hacia el lado de lo clausurado, al t¨² o yo. Es una fuerza de gravedad que arrastra, incluso cuando los contenidos de nuestro pensar sean los m¨¢s nobles, a buscar finales cerrados.
Quiz¨¢ la fil¨®sofa Susan Neiman encendi¨® la discusi¨®n sobre estos asuntos, porque su t¨ªtulo es una provocaci¨®n: Izquierda no es Woke. Por un lado, utiliz¨® el peor insulto para los fan¨¢ticos del ser, los mismos que gustan de acusar a otros de ser o no alguna cosa. Pero por otro lado, el t¨ªtulo empantana una pregunta m¨¢s importante y profunda. ?Existe el universalismo?, aquel pensamiento pol¨ªtico que se opondr¨ªa a los particularismos de las identidades, y que s¨ª ser¨ªa de izquierda. Con justa raz¨®n algunos alegan que el universalismo es ilusi¨®n, mal que mal, si cosas tan universales como un ladrillo o un celular han sido dise?adas para la mano masculina, y los s¨ªntomas de ataque cardiaco m¨¢s propios de las mujeres se socializan menos; ?c¨®mo entonces aceptar que el sujeto del universalismo es neutral? Situar el problema como un asunto de causas ¨Clas que ser¨ªan importantes y las que no, las materiales y culturales ¨C es volver a ejercitar el m¨²sculo de las oposiciones. El deber que tenemos de cuestionar a algunos lenguajes que han abreviado fatalmente ¡ªlos que cierran discusiones y que a veces se convierten en nuevas mercanc¨ªas¡ª no significa que las causas detr¨¢s de esas jerigonzas se den de baja. Se?ores y se?oros, esto no es el fin, por ejemplo, del feminismo.
Pero, ?esta sospecha significa que entonces habr¨ªa que renunciar al universalismo? Desde luego que no. Si al menos aceptamos que es una especie de utop¨ªa ¡ªquiz¨¢ de las pocas que valga la pena. El asunto es usar la imaginaci¨®n para resistirse a la inercia de nuestra forma de pensamiento. La imaginaci¨®n ¡ªa diferencia de la fantas¨ªa que corre sin l¨ªmites hacia arriba¡ª trabaja a ras de suelo, con las orillas que nos marca el vivir con otros, en un cuerpo, en un mundo. As¨ª abrirnos a la complejidad, admitir finales abiertos, iluminar con matices antes que con oposiciones duras. Tambi¨¦n usar la sospecha, en primer lugar respecto de las propias certezas. Hannah Arendt por su parte, imagin¨® el universalismo como un pluralismo construido por una mesa (simb¨®lica). La mesa ¡ªno las ra¨ªces, el g¨¦nero o el apellido¡ª nos re¨²ne, es lo com¨²n y a la vez nos separa; luego cada quien puede aportar su pensamiento singular. Si quitamos la mesa, entonces caen unos arriba de otros: todos piensan igual. A eso le llam¨® banalidad del mal, y sobre ello escribi¨® tambi¨¦n Neiman hace algunos a?os. Ese libro aborda el problema de pretender imponer el bien por la fuerza, y sobre la convivencia del mal con el bien. Aceptar esa condici¨®n es otra manera de despertar. No como autoafirmaci¨®n, sino en primer lugar, asumir que para despertar, primero hay que dormir, so?ar, es decir, abandonarse a ratos.
La pregunta que nos queda es qu¨¦ es una mesa, cu¨¢les defender, cu¨¢les crear, a quienes ha faltado invitar, y sobre todo, c¨®mo recuperar la confianza en la conveniencia de una ley para la vida en com¨²n.
Cuando Dios ¡ªel antiguo, aquel sin una palabra para decir ¡°yo soy¡±¡ª liber¨® activamente a los hebreos de la esclavitud, luego los abandon¨® en el desierto. ?Otra rareza? El mensaje de esas historias antiguas, que nuestros inventos y ansiedades han llevado al olvido, era que si la liberaci¨®n es una fiesta, la libertad en cambio, es dura. No se llega al para¨ªso, no hay palabras como p¨®cimas, no hay soluci¨®n final (por ahora. Y crucemos los dedos). Liberarnos de algo, significa entrar reci¨¦n al problema de la libertad. No somos lo que decimos, sino que seremos lo que hemos hecho al pedacito de mundo del que somos responsables. El woke, de hoy y siempre, no ha sido m¨¢s que un error de traducci¨®n. Porque la nuestra, es tambi¨¦n una historia de muchas personas que han hecho lo posible porque en un mundo duro e incierto, exista bondad y justicia. Es conmovedor.
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