Hannah Arendt, la amistad frente al totalitarismo
La pensadora alemana exiliada en Estados Unidos pas¨® de teorizar el mal absoluto de las dictaduras a reflexionar sobre la banalidad de quienes trabajaban para ellas. Hoy habr¨ªa podido escribir sobre el poder ilimitado de la tecnolog¨ªa
Arendt es una figura excepcionalmente libre de la historia intelectual del siglo XX. Disc¨ªpula y amante de Heidegger, estudia fenomenolog¨ªa con Husserl en Friburgo y, bajo la direcci¨®n de Jaspers en Heidelberg, escribe una tesis sobre la idea del amor en Agust¨ªn de Hipona. Cartografiar¨¢ los males del siglo XX. Con el auge del nazismo, trabaja en favor del sionismo alem¨¢n, huye a Francia y, tras incontables dificultades, emigra a Estados Unidos. Ense?a en la neoyorquina New School for Social Research y conferencia en las universidades m¨¢s prestigiosas del pa¨ªs. Desacreditada en Alemania, sigue siendo una referencia fundamental para la filosof¨ªa moral y pol¨ªtica. Su pensamiento conserva una actualidad desconcertante a la luz de los nuevos totalitarismos que asoman tras la dependencia tecnol¨®gica. Aunque su an¨¢lisis de las fuentes del totalitarismo se centra en el comunismo y el nazismo, su lectura se adapta con facilidad al contexto actual de una sociedad dominada por la t¨¦cnica.
Arendt ten¨ªa una idea firme de la libertad como realidad pol¨ªtica viva, que ejerce el individuo. La libertad no es algo que pueda darse, la libertad hay que tom¨¢rsela. Es algo que ella har¨¢ en numerosas ocasiones. La libertad es como la respiraci¨®n, necesita de ¡°espacio¡± entre las personas. El totalitarismo es el intento, por parte del Estado o de cualquier otro poder, de comprimir ese espacio. El terror total destruye el espacio entre las personas y no deja respirar. Una compresi¨®n del espacio mental que se opera mediante la uniformizaci¨®n del pensamiento. El individuo singular se convierte en masa uniforme. ¡°Los totalitarismos no logran arrancar de los corazones el amor a la libertad, pero destruyen el ¨²nico prerrequisito esencial de todas las libertades, que es la capacidad de movimiento, que no puede existir sin ese espacio mental¡±.
Las fuerzas de la naturaleza y de la historia son aceleradas por el totalitarismo y solo pueden ser frenadas mediante el ejercicio de la libertad. La libertad no es un derecho otorgado por otro (el Estado), la libertad es algo que ejerce cada cual, est¨¢ en la ra¨ªz misma de la condici¨®n humana. Alienar esa condici¨®n libre y esencial de lo humano es el objetivo del terror totalitario. La gesti¨®n del miedo es aqu¨ª fundamental (lo hemos visto recientemente) y de ella se encargan los medios de informaci¨®n: la propaganda totalitaria.
Aunque su an¨¢lisis de las fuentes del totalitarismo se centra en el comunismo y el nazismo, su lectura se adapta con facilidad al contexto actual de una sociedad dominada por la t¨¦cnica
Ese freno de las fuerzas imparables de la naturaleza y de la historia es posible por el hecho de que las personas nacen. Cada individuo supone ¡°un nuevo comienzo¡±. Esta es una noci¨®n fundamental de Arendt. La referencia al origen (aunque ella no lo llama as¨ª). La vida tiene eso. El origen est¨¢ siempre presente. Cada nuevo comienzo es una fuente de libertad. Desde el punto de vista totalitario, cada nuevo comienzo es un obst¨¢culo en su labor de adoctrinamiento. ¡°El terror ejecuta las sentencias de muerte que se supone ha pronunciado la naturaleza sobre razas o individuos que no son ¡®aptos para la vida¡¯, o la historia sobre las ¡®clases moribundas¡¯, sin aguardar al proceso m¨¢s lento y menos eficiente de la naturaleza o de la historia¡±. Los totalitarismos aceleran estos procesos. En este sentido se parecen a los laboratorios. Crean las condiciones de presi¨®n y temperatura que hacen posible la aceleraci¨®n de los procesos naturales. Y se ciega a su origen, al hecho de que esa labor cient¨ªfica, cuando innova, se gesta gracias a un ¡°nuevo comienzo¡±, que es el impasse del que, el genio investigador, saca su teor¨ªa.
Cada ciencia es un ¡°aspecto¡± de lo real. Lo real es poli¨¦drico. Cuando una ciencia reclama el monopolio de lo real (como hizo la F¨ªsica), est¨¢ haciendo propaganda y desbarra en sus ambiciones. Cualquier ¡°teor¨ªa del todo¡± es una forma de totalitarismo. Forma parte de una ret¨®rica cient¨ªfica, resultado del imperialismo de una ciencia particular. La F¨ªsica pretendi¨® extender sus dominios sobre la Qu¨ªmica, la Biolog¨ªa o la Psicolog¨ªa. Como si una sola ciencia, una ¨²nica perspectiva, pudiera dar cuenta de lo real. Arendt, que ha le¨ªdo a Alexandre Koyr¨¦, advierte la obsesi¨®n por la ciencia que caracteriza al mundo moderno desde el siglo XVII. Y cita a Eric Voegelin: ¡°El totalitarismo parece ser la ¨²ltima fase de un proceso durante el cual la ciencia se ha convertido en un ¨ªdolo que curar¨¢ m¨¢gicamente todos los males de la existencia y que transformar¨¢ la naturaleza del hombre¡±. El cientifismo, como la propaganda totalitaria, trata de eliminar la imposibilidad de predecir las conductas individuales, ofreciendo certezas a las masas. Una idea que pertenece al sentido com¨²n decimon¨®nico, primero positivista, luego conductista. Suponen que la naturaleza humana es siempre la misma, y que la historia es el relato de las cambiantes circunstancias objetivas. El ser humano solo hace que sufrir o encajar las leyes inmutables del proceso hist¨®rico o natural. Pero los hechos dependen del poder que pueda fabricarlos. Un mundo sometido al control totalitario puede hacer realidad sus mentiras, lograr que se cumplan todas sus profec¨ªas. En todo caso, nunca ser¨¢ un sistema ¡°completo¡±. Como no lo son los veredictos de la gen¨¦tica de los nazis o la l¨®gica de la historia de los bolcheviques.
La libertad es como la respiraci¨®n, necesita de ¡°espacio¡± entre las personas. El totalitarismo es el intento, por parte del Estado o de cualquier otro poder, de comprimir ese espacio uniformando el pensamiento
Arendt no habla de historia de la ciencia, pero su visi¨®n del totalitarismo encaja con nuestro prop¨®sito. ¡°En un perfecto gobierno totalitario, todos los hombres se han convertido en Un Hombre¡±. Toda ciencia particular exige cierta uniformizaci¨®n del pensamiento. Los f¨ªsicos piensan todos de forma parecida, tambi¨¦n los psic¨®logos o los bi¨®logos. Es la consecuencia de su formaci¨®n. Pero es un abuso que un modelo particular se considere el ¨²nico v¨¢lido. De ah¨ª que el prop¨®sito de la propaganda totalitaria, que no es tanto inculcar convicciones como la capacidad de destruir la formaci¨®n de alguna.
Arendt no habla de la ¡°teor¨ªa del todo¡±, pero s¨ª de ideolog¨ªas e ismos que lo explican todo. Para el pensamiento libre y creativo, una ideolog¨ªa es una simplificaci¨®n inadmisible. Puede funcionar en los niveles m¨¢s elementales y tiernos del pensamiento, constituir un horizonte ¨²nico, pero en seguida se advierte que es una c¨¢rcel para el pensamiento. Y un truco mental para no pensar. Deducir todo a una ¨²nica premisa tiene consecuencias pol¨ªticas catastr¨®ficas, pero muy ¨²tiles para la dominaci¨®n totalitaria. El instinto de Arendt, que carece de formaci¨®n cient¨ªfica, advierte el peligro. ¡°Las ideolog¨ªas son conocidas por su car¨¢cter cient¨ªfico: combinan el enfoque cient¨ªfico con resultados de relevancia filos¨®fica y pretenden ser filosof¨ªa cient¨ªfica. La palabra ideolog¨ªa parece implicar que una idea puede llegar a convertirse en objeto de una ciencia de la misma manera que los animales son el objeto de la zoolog¨ªa, y que el sufijo -log¨ªa en ideolog¨ªa, como en zoolog¨ªa, no indica m¨¢s que las logoi, las declaraciones cient¨ªficas sobre el tema. Si esto fuera cierto, una ideolog¨ªa ser¨ªa una pseudociencia y una pseudo filosof¨ªa, trasgrediendo al mismo tiempo las limitaciones de la ciencia y la filosof¨ªa¡±.
Arendt conoce bien (lo ha sufrido) el fetiche de la ideolog¨ªa. La ideolog¨ªa es la l¨®gica de una idea y su objeto es la historia, a la que aplica esa idea. ¡°La ideolog¨ªa trata el curso de los acontecimientos como si siguieran la misma ley que la exposici¨®n l¨®gica de su idea¡±. Las ideolog¨ªas pretenden conocer los misterios de todo el proceso hist¨®rico, los secretos del pasado, las complejidades del presente, las incertidumbres del futuro, merced a la l¨®gica inherente de sus ideas¡±. Quien se rige por la ideolog¨ªa pretende ser el m¨¢s listo (lo explica todo) y acaba siendo el m¨¢s ingenuo. La ideolog¨ªa, adem¨¢s, apantalla lo real. Lo tiene todo demasiado claro, nunca se interesa por el misterio de las cosas. Tiene vocaci¨®n totalitaria. ¡°La coacci¨®n puramente negativa de la l¨®gica, es decir, la prohibici¨®n de contradicciones, se convierte en productiva¡±.¡± Ese proceso productivo no podr¨¢ ser interrumpido o desdicho por una nueva idea o una nueva experiencia. Esa es la cerraz¨®n ideol¨®gica: ¡°Cambiar la capacidad inherente de pensar por la camisa de fuerza de la l¨®gica, nos fuerza tan violentamente como si estuvi¨¦ramos forzados por un poder exterior¡±. Las principales ideolog¨ªas totalitarias del siglo XX fueron el nazismo y el estalinismo. En el siglo XXI han cambiado de m¨¢scara y son la biotecnolog¨ªa (la idea de que el ser humano es solo un algoritmo biol¨®gico) y la tecnolatr¨ªa o digitalizaci¨®n del mundo (la idea de que lo real es b¨¢sicamente informaci¨®n). Ambas replican la idea de Derrida de que ¡°no hay nada fuera del texto¡±.
El totalitarismo se consolida cuando es destruida la forma m¨¢s elemental de la creatividad humana, que se suscita siempre en el origen, en el ¡°nuevo comienzo¡±, al que la persona creativa regresa continuamente. Mientras existan personas creativas, que a?adan algo propio al mundo com¨²n, podr¨¢ sortearse la amenaza totalitaria y su sistem¨¢tica preparaci¨®n de ejecutores y v¨ªctimas. La persona creativa, como dec¨ªa Marco Aurelio, no es ni amo ni esclavo. O, en este contexto, ni ejecutor ni v¨ªctima. Ambos han renunciado al ejercicio de la libertad. La mayor¨ªa de los amos del mundo, ni siquiera saben que son esclavos.
Mientras que el totalitarismo pretende convertir al ciudadano en aut¨®mata., en nuestro momento presente, pretende convertirlo en algoritmo biol¨®gico: programable, jaqueable, prescindible
Arendt parece hablar del ¨¡tman cuando habla de la soledad y la distingue de la vida solitaria. ¡°Lo que torna tan insoportable la soledad es la p¨¦rdida del s¨ª mismo que puede realizarse en la vida solitaria. Cuando se pierde la confianza en el s¨ª mismo como compa?ero del pensamiento y la elemental confianza en el mundo necesaria para tener experiencias. El s¨ª mismo y el mundo, la capacidad para el pensamiento y la experiencia, se pierden al mismo tiempo¡±. Parece seguir al primer Wittgenstein cuando dice que la ¨²nica capacidad de la mente que no requiere del s¨ª mismo ni del mundo, que no necesita del pensamiento y la experiencia, es la l¨®gica. La verdad de la l¨®gica, tautol¨®gica, es una verdad vac¨ªa, que no revela nada, por lo que no es una verdad en absoluto. Y, entre par¨¦ntesis: ¡°definir la conciencia como verdad, tal como hacen algunos l¨®gicos modernos, significa negar la existencia de la verdad¡±. Esa es la ¨²ltima coacci¨®n, la negaci¨®n de las contradicciones, que son la esencia de lo que est¨¢ vivo. Esa autocoacci¨®n, extendida, ¡°encaja en el anillo de hierro del terror¡±, haciendo que se desvanezca la posibilidad de que la soledad se transforme en vida solitaria y la l¨®gica en pensamiento.
Mientras que el totalitarismo pretende convertir al ciudadano en aut¨®mata., en nuestro momento presente, pretende convertirlo en algoritmo biol¨®gico: programable, jaqueable, prescindible. ¡°La dominaci¨®n totalitaria porta los g¨¦rmenes de su propia destrucci¨®n¡±. El miedo y la impotencia son principios antipol¨ªticos y ¡°lanzan a las personas a una situaci¨®n contraria a la acci¨®n pol¨ªtica.¡± Hannah se despoja de fatalismo. Cada final en la historia anuncia un nuevo comienzo, y ese comienzo se identifica con la libertad humana. Her¨¢clito ha regresado. Un conocimiento garantizado por cada nuevo nacimiento, por cada ser vivo.
Una vida del siglo XX
Hannah Arendt niega ser fil¨®sofa, escribe ensayos, a veces con tono de manifiesto, que no son enteramente filos¨®ficos, hist¨®ricos o period¨ªsticos, sino que navegan libremente entre los g¨¦neros. Aunque colabora con revistas norteamericanas de izquierdas, es dif¨ªcil decir si es conservadora o progresista. Naci¨® en 1906 en Hanover, la ciudad de Leibniz, en el seno de una pr¨®spera familia jud¨ªa. Apenas conoce a su padre, que muere de s¨ªfilis cuando ella es solo una ni?a. Crece en la ciudad de Kant, cuya filosof¨ªa ser¨¢ una referencia constante. Un lugar seguro en el que refugiarse. Filos¨®ficamente, se educa con Heidegger. Aunque el ¨¦nfasis del maestro en el ser, lo dirige la disc¨ªpula al actuar. Su vida recorre muchos de los episodios que han hecho del siglo XX el m¨¢s despiadado de la historia.
Arendt pertenece a una familia jud¨ªa acomodada, culta y liberal. Su abuelo Jacob Cohn es un lituano que ha hecho fortuna con la importaci¨®n de t¨¦ ruso. Hannah hereda el car¨¢cter de su madre: valiente, independiente y orgullosa. No sabe mentir y parece no temer a nada ni a nadie. Martha registrar¨¢ en un diario la evoluci¨®n de su ¨²nica hija. Con tres a?os la familia se traslada a K?nigsberg, para que su padre sea tratado de su enfermedad. Martha y su marido son cultos y comprometidos. Afiliados al socialismo (entonces ilegal en Alemania), participan del ideal de un mundo m¨¢s justo. En la biblioteca familiar encuentra los cl¨¢sicos griegos y latinos, que comienza a leer con precocidad. Tras sucesivos trastornos, par¨¢lisis, delirios, su padre es hospitalizado. Hannah lo cuida y no permite que su madre le hable con dureza. Lo visita en el hospital, juegan a las cartas. Reza por ¨¦l sin que nadie le haya ense?ado a hacerlo. No es en su casa donde descubre que es jud¨ªa. Sus padres no practican, pero permiten que los abuelos lleven a Hannah a la sinagoga. Su abuelo Max promueve la integraci¨®n de los jud¨ªos en el Estado alem¨¢n y no renuncia a su germanismo, sin ceder a la asimilaci¨®n o el sionismo. El juda¨ªsmo, m¨¢s que una fe, evoca una historia. Hannah no recordar¨¢ las lecturas del Talmud, sino los dulces del Sabbat, el aroma de las alm¨®ndigas de pescado y los cantos en la sinagoga. La muerte de su padre le lleva a buscar refugio en la filosof¨ªa y afianza el lazo entre madre e hija. Hannah buscar¨¢ siempre amparo en su madre, enfermera y confidente. Algunos amigos cuentan que, incluso despu¨¦s de los cuarenta a?os, acude a acurrucarse junto a Martha y, hecha un ovillo, pasa con ella veladas enteras.
Hannah hereda el car¨¢cter de su madre: valiente, independiente y orgullosa. No sabe mentir y parece no temer a nada ni a nadie
Su madre admira las convicciones y la firmeza de Rosa Luxemburgo. En K?nigsberg, asiste con su hija a las veladas clandestinas y manifestaciones del socialismo alem¨¢n. En 1918 ver¨¢ el nacimiento del partido comunista alem¨¢n, tras los Consejos de Obreros y Soldados en el Reichstag. La guerra ha arruinado a Alemania. Pero no todo est¨¢ perdido. Franz Rosenzweig, ha escrito en las trincheras del frente balc¨¢nico La estrella de la redenci¨®n, Wittgenstein el Tractatus. Ambos dejar¨¢n su huella en Hannah. El rigor de la l¨®gica se ahoga en su virtud: es tautol¨®gico. Arendt ser¨¢ siempre esc¨¦ptica respecto a la posibilidad de cambiar la sociedad. Rosa Luxemburgo es asesinada un a?o despu¨¦s en el parque de Tiergarten y su cuerpo arrojado a un canal. En K?nigsberg, Martha lleva a su hija a la manifestaci¨®n silenciosa en memoria de las v¨ªctimas del levantamiento de Spartakus. Tiene 13 a?os. Con catorce ya ha le¨ªdo a Kant. A los diecisiete escribe sus primeros poemas. J¨®venes de excepcional talento se acercan a la filosof¨ªa. La primera gran guerra ha hecho madurar a Walter Benjamin, Hans Jonas y Gershom Scholem. Buscan comprender los tormentos que asedian sus vidas y su ¨¦poca: el fracaso de la revoluci¨®n, el horror de la guerra, la delgada l¨ªnea roja que separa el bien del mal. Hannah vive con ellos la crisis de inteligibilidad del mundo. En Berl¨ªn, Kierkegaard le distancia de Hegel. Reducir la filosof¨ªa a una forma de representaci¨®n simb¨®lica, a una ciencia puramente conceptual, es un error. Supone negar el ser y el valor del individuo en favor de totalidades abstractas como el pueblo o el Estado. Un sentimiento de angustia prepara su encuentro con Heidegger. El mago de Messkirch ser¨¢ el primero en sintonizar con su desasosiego, y en reconocer la fuerza intelectual de Arendt.
Una noche la alumna va a ver al profesor. La oscuridad reina en el despacho. Cuando se levanta para despedirse sucede algo ins¨®lito. ¡°De repente se arrodill¨® delante de m¨ª. Yo me inclin¨¦ y ¨¦l, desde su posici¨®n, alz¨® los brazos hacia m¨ª y cog¨ª su cabeza entre mis manos: medi¨® un beso y yo se lo devolv¨ª¡±. El profesor tiene 35 a?os, ella 19. ¡°Jam¨¢s podr¨¦ atribuirme el derecho de quererla para m¨ª, pero usted ya no saldr¨¢ de mi vida¡±. No se equivoca. Los encuentros se prolongar¨¢n hasta poco antes de la muerte de Hannah. Ser¨¢ una interlocutora privilegiada mientras redacta El ser y el tiempo. Una obra fecundada por la inmersi¨®n amorosa. Heidegger admira en ella su car¨¢cter libre y pertinaz, y su capacidad de compartir el silencio. Los encuentros son secretos. Ella se acomoda a la apretada agenda del profesor. Se intercambian poemas.
Conoce a un estudiante con el que traba una s¨®lida amistad. Hans Jonas se enamora de Hannah y le confiesa su amor. Es rechazado, pero se convierte en su confidente. Ambos comparten el gusto por la teolog¨ªa. Jonas la describe como t¨ªmida y reservada, de sorprendente belleza y ojos solitarios. Admira su aplomo intelectual, su independencia, la intensidad de su b¨²squeda, su determinaci¨®n absoluta para ser ella misma y su gran vulnerabilidad. Una combinaci¨®n irresistible para el futuro investigador de los gn¨®sticos.
Huye junto a su madre de la Alemania nazi. Encuentra una Francia hostil con el inmigrante alem¨¢n y devastada por el paro. Solo algunos intelectuales como Raymond Aron les prestan ayuda
Hannah conoce a Jaspers en Heidelberg en 1926. Jaspers es psiquiatra y fil¨®sofo. Le atrae su profunda bondad y su firmeza moral. Forjan una amistad de por vida. ?l dirigir¨¢ su tesis sobre el concepto de amor en Agust¨ªn de Hipona. Conoce tambi¨¦n a G¨¹nther Stern, su primer marido, que pone orden en su vida de estudiante atormentada. Aunque se seguir¨¢n escribiendo de por vida, ella nunca reconocer¨¢ p¨²blicamente su talla intelectual y omitir¨¢ las referencias a los trabajos que hicieron juntos. Los dos son jud¨ªos desasimilados. Comparten un mismo amor por la filosof¨ªa, un mismo origen, las mismas amistades y un apartamento en Berl¨ªn, que s¨®lo pueden ocupar por la noche. Durante el d¨ªa se alquila a una escuela de danza. G¨¹nter y Hannah se casan en una ceremonia sencilla en 1929. Hannah entra en contacto con el sionismo a trav¨¦s de Kurt Blumenfeld, que ha sido su mentor desde que era ni?a, y que se declara sionista por la gracia de Goethe. Hannah trabaja para una organizaci¨®n sionista reuniendo textos antisemitas que visibilicen el conflicto en el exterior. Es arrestada con documentos comprometedores. Pasa ocho d¨ªas en una celda, sometida a interrogatorios a puerta cerrada. Cuenta historias absurdas al agente que la interroga y, mediante la astucia, logra finalmente quedar libre a la espera de juicio.
Tras una fiesta de despedida con los amigos, huye junto a su madre de la Alemania nazi. En mitad de la noche, cruza la frontera con Checoslovaquia por el bosque de Erzgebirge. Les gu¨ªa una organizaci¨®n sionista. Praga, Ginebra y finalmente Par¨ªs, donde se re¨²ne con su marido. Encuentra una Francia hostil con el inmigrante alem¨¢n y devastada por el paro. Solo algunos intelectuales como Raymond Aron les prestan ayuda. No encuentran trabajo y viven en la miseria. Emmanuel Levinas publica el primer un art¨ªculo contundente contra el hitlerismo, una nueva criminalidad erigida en doctrina legal, cuya lectura fascina a Hannah. Retoma el tema de la servidumbre voluntaria de La Bo¨¦tie, del que ella se servir¨¢ cuando escriba Eichmann en Jerusal¨¦n.
Hannah encuentra trabajo como secretaria en una organizaci¨®n sionista. Recita a Baudelaire para mejorar su franc¨¦s y lee a Kafka, cuyos libros le ayudan a superar la desesperaci¨®n. En los caf¨¦s, donde siguen arreglando el mundo, conoce a Heinrich Bl¨¹cher, un marxista dial¨¦ctico, autodidacta y culto, que pasa las noches jugando al ajedrez con Walter Benjamin. Heinrich prefiere el cine de vanguardia al catecismo leninista. Filosofan hasta la madrugada. Heinrich, que est¨¢ casado, le declara su amor. Viven con angustia el auge del nazismo, con la culpabilidad de sentirse lejos de sus camaradas. Marxismo y sionismo se introducen en la alcoba. Amor significa respeto mutuo. Una eterna conversaci¨®n que durar¨¢ hasta el final de sus vidas. Ambos cuidan de ¡°Benji¡±, que no tiene un c¨¦ntimo y vive como un vagabundo. Intelectualmente agotado y asediado por la depresi¨®n, escribe el libro de los Pasajes.
En Francia, los enemigos de Hitler de origen alem¨¢n son internados en campos. A Heinrich lo env¨ªan al campo de Villemard, con el ¨²nico pretexto de su nacionalidad alemana. El 23 de junio de 1940, Hannah ingresa en el campo de Gurs, donde convive en condiciones deleznables con nueve mil trescientas reclusas. Soldados franceses custodian las alambradas, s¨®lo se permite la ducha cada quince d¨ªas. Barro, suciedad y hambre. Piensa que Francia les ha encerrado para dejarles morir. En septiembre se inicia el censo de los jud¨ªos en la zona ocupada. El r¨¦gimen de Vichy proh¨ªbe a los extranjeros viajar. Hannah escapa a pie de Gurs, con un cepillo de dientes como ¨²nica pertenencia. Encuentra refugio en la ciudad de Montauban, cuyo alcalde socialista acoge a evadidos de los campos. Est¨¢ al borde de la desesperaci¨®n cuando, de pronto, se encuentra a Heinrich por la calle.
Europa es un inmenso campo de batalla y de concentraci¨®n. Marsella es Casablanca: la ciudad de la esperanza. Hannah viaja all¨ª en busca de un visado que le permita emigrar a Estados Unidos. Los exiliados son arrestados cada d¨ªa. Se mueve con precauci¨®n para no verse atrapada en una redada. Pasa d¨ªas enteros en el consulado. Benjamin le conf¨ªa el manuscrito con sus tesis sobre la filosof¨ªa de la historia. Finalmente, logran tomar un tren hacia Lisboa, donde los barcos son m¨¢s numerosos y las gestiones para el visado menos draconianas. Logran embarcar. Heinrich viaja en la sala de m¨¢quinas, ella con las mujeres. En tres semanas divisan la isla de Ellis. Recuerdan a Kafka. Ninguno de ellos habla ingl¨¦s. Heinrich descree de los soviets, pero no renuncia a su ideal revolucionario. Hannah tiene 36 a?os y no sabe qu¨¦ hacer con su vida.
Walter Benjamin, desesperado, se quita la vida en Portbou. Su obra ser¨¢ rescatada por sus amigos: Bertold Brecht, Gershom Scholem y la propia Arendt
Walter Benjamin, desesperado, se quita la vida en Portbou. Su obra ser¨¢ rescatada por sus amigos: Bertold Brecht, Gershom Scholem y la propia Arendt, y publicada en Am¨¦rica. Hannah aprende ingl¨¦s y consigue trabajo cuidando a una pareja de ancianos. Luego como profesora en un college de Brooklyn. Publica sus primeros art¨ªculos, donde increpa a la opini¨®n p¨²blica por su silencio ante el destino de los jud¨ªos europeos. Mientras arden los guetos en Europa, una sinagoga de Manhattan organiza una fiesta en honor de un actor. En junio de 1942, la conferencia nazi de Wannsee pone en marcha la ¡°Soluci¨®n final¡±. Hannah inicia sus reflexiones sobre el totalitarismo. Rechaza tanto a Hegel como a Marx y su idea de un provenir m¨¢s brillante. Benjamin la inspira. Se libera de cualquier hipoteca sobre el futuro. La justicia y la libertad son un asunto del presente, una invenci¨®n cotidiana, que se ha de reconquistar incesantemente. Se opone al concepto de ¡°pueblo elegido¡±, sin¨®nimo de aceptaci¨®n de un sufrimiento eterno. Se declara sionista, pero ataca al sionismo oficial y fustiga el comportamiento de los extremistas jud¨ªos, a los que tacha de fascistas. Ser jud¨ªo no es una singularidad o una carga, sino un deber moral, un compromiso con la dignidad y la libertad. Tiene la certeza de que el fundamento del nazismo es el antisemitismo. Rinde homenaje a los levantamientos jud¨ªos en el gueto de Varsovia y Vilnius.
A partir de 1944, Hannah empieza a levantar el acta del fracaso del sionismo y se opone con m¨¢s fuerza a sus pol¨ªticas. Defiende un acuerdo con los ¨¢rabes y un estado binacional
La moral jud¨ªa debe ser combate, no victimizaci¨®n. Los ¨²nicos jud¨ªos valerosos son los que toman las armas. La Shoah es una derrota de todo el pueblo jud¨ªo. A partir de 1944, Hannah empieza a levantar el acta del fracaso del sionismo y se opone con m¨¢s fuerza a sus pol¨ªticas. Defiende un acuerdo con los ¨¢rabes y un estado binacional. Denuncia acuerdos de los nazis con los sionistas y les culpa de haber hecho negocios con Hitler en 1933. Los nazis quer¨ªan a los jud¨ªos fuera de Alemania, los sionistas que se instalaran en Palestina. El acuerdo de Haavara establec¨ªa que los jud¨ªos alemanes que emigraban a Palestina deb¨ªan llevarse mil libras, que era la cantidad que exig¨ªan las autoridades brit¨¢nicas para que se instalasen en calidad de capitalistas con divisas extranjeras. Las compa?¨ªas de seguros jud¨ªas y alemanas se encargaban de las transferencias. Los beneficios se destinaron a la adquisici¨®n de tierras y la implantaci¨®n de colonias. El sistema estuvo operativo hasta la mitad de la guerra. Veinte mil jud¨ªos alemanes lo utilizaron.
En 1945, Arendt publica ¡°Reconsideraci¨®n del sionismo¡± que cae como una bomba en los c¨ªrculos sionistas y provoca una profunda herida en su amistad con Kurt Blumenfeld, que considera su postura agresiva y arrogante. No ser¨¢ el ¨²ltimo desencuentro. Deja entrever su malestar con esa mentalidad jud¨ªa que ha interiorizado su supresi¨®n en lugar de enfrentarse al antisemitismo. Todo comenz¨® cuando los jud¨ªos asimilados y acomodados de Alemania no salieron en defensa de los jud¨ªos de Europa del este. Hannah indaga en la responsabilidad de los jud¨ªos en el exterminio. El antisemitismo no es un problema de raza o de clase, sino una cuesti¨®n pol¨ªtica. La definici¨®n de juda¨ªsmo es esencialmente externa. Los jud¨ªos son personas como las dem¨¢s. La existencia de los campos es una advertencia, el experimento puede repetirse. Para Primo Levi, Hannah habla demasiado y demasiado a la ligera de la falta de resistencia en los campos. ?Con qu¨¦ derecho se permite juzgar a las v¨ªctimas? Lo exagera todo, es demasiado brillante y pasional, pero no convence. Arendt nunca renunciar¨¢ a sus textos provocadores y a su capacidad de meter el dedo en la llaga. Desaprueba la pol¨ªtica de Ben Gurion en Palestina. Lo considera un terrorista que expande los territorios israel¨ªes mediante la iniciativa armada. Descree de los sue?os de un estado mod¨¦lico. Pelea porque los ¨¢rabes reconozcan a Israel.
Las fuentes del totalitarismo
En 1951, apenas cinco a?os despu¨¦s del fin de la guerra, Arendt publica su obra fundamental: Los or¨ªgenes del totalitarismo. Un trabajo que, por diversas razones, tiene hoy una actualidad electrizante. Ella analiza el totalitarismo nazi y estalinista. Hoy podr¨ªa escribirse su ep¨ªlogo apuntando hacia el totalitarismo tecnol¨®gico. Pese a que las credenciales filos¨®ficas del nazismo (chapuza neodarwinista y nietzscheana) y el estalinismo (bodrio cristiano y hegeliano) no son comparables; Arendt establece un paralelismo entre el genocidio del pueblo jud¨ªo y el asesinato de los campesinos rusos a manos de los bolcheviques, la persecuci¨®n y destrucci¨®n sistem¨¢tica de todo movimiento democr¨¢tico, la purgas internas dentro del partido, la desaparici¨®n de intelectuales, artistas y disidentes, y la supresi¨®n de una sociedad civil aut¨®noma
La gran intuici¨®n de Arendt es que ve en el totalitarismo el culmen de la idea moderna del mundo que se empieza a gestar con el mecanicismo del siglo XVII. Un logro facilitado por la t¨¦cnica y la ciencia aplicada, espoleadas por la idea fija de un crecimiento econ¨®mico ilimitado. Tres impulsos estrechamente relacionados que culminan en la producci¨®n industrial de la muerte, la obsesi¨®n por el control y la gesti¨®n del miedo. Parad¨®jicamente, la ciencia y la t¨¦cnica desbocadas llevan a la sinraz¨®n y a la negaci¨®n de la dignidad y la libertad humanas.
Para Arendt la caracter¨ªstica principal de las masas modernas es que no conf¨ªan en la realidad de su propia experiencia (lo hemos visto recientemente). ¡°No conf¨ªan en sus ojos ni en sus o¨ªdos, s¨®lo en sus imaginaciones¡ (configuradas por los medios de informaci¨®n). Las masas se niegan a reconocer el car¨¢cter fortuito que penetra la realidad. Est¨¢n predispuestas a todas las ideolog¨ªas porque ¨¦stas explican los hechos como simples ejemplos de leyes y eliminan las coincidencias, inventando una omnipotencia que lo abarca todo. La propaganda totalitaria medra en esa huida de la realidad a la ficci¨®n, de la coincidencia a la constancia¡±.
Hay en las masas un miedo general a la libertad, y un deseo de escapar de la realidad. Una ceguera voluntaria. Ese miedo es el que gestiona el proyecto totalitario, utilizando el anhelo de consistencia. Hitler afirmaba que en el Estado total no deb¨ªa haber diferencia alguna entre ley y ¨¦tica. ¡°La dominaci¨®n total aspira a organizar la pluralidad y diferenciaci¨®n infinitas de los seres humanos como si fueran un ¨²nico individuo, algo que s¨®lo es posible si cada individuo particular es reducido a un complejo de reacciones nunca cambiante¡ El asunto es fabricar algo que no existe, un tipo de especie humana cuya ¨²nica libertad consista en preservar la especie¡±. Darwin y el determinismo de Laplace (la tentaci¨®n geom¨¦trica) se dan aqu¨ª la mano. Se trata de eliminar, mediante condiciones cient¨ªficamente controladas, la espontaneidad como expresi¨®n del comportamiento humano y transformar a las personas en simples ¡°perros de P¨¢vlov¡±, regidas bajo la ley ¨²nica del reflejo condicionado. Este es el primer paso para volver a todas las personas superfluas (i. e., prescindibles, jaqueables, programables).
Las ideolog¨ªas preparan el terreno para el totalitarismo. Y lo hacen gracias a la ¡°fuerza de la l¨®gica¡±, a la reivindicaci¨®n de la ¡°validez total¡±. ¡°En los sistemas l¨®gicos, como los sistemas paranoicos, todo se deduce comprensiblemente e incluso obligatoriamente una vez que ha sido aceptada la primera premisa. La locura de semejantes sistemas radica no s¨®lo en su primera premisa, sino en la l¨®gica con la que han sido construidos. La curiosa cualidad l¨®gica de todos los ismos, su confianza simplista en el valor salvador de la devoci¨®n tozuda sin atender a factores espec¨ªficos y variables, alberga ya los primeros g¨¦rmenes del desprecio totalitario por la realidad y los hechos¡±. Ese desprecio esconde la ambici¨®n orgullosa de dominar el mundo. Un dominio que exige la creaci¨®n de un individuo prefabricado (un aut¨®mata) y una fuerte devaluaci¨®n de la realidad. Lo ¨²nico que importa es ser consecuente. Arendt asocia ese impulso con los fines de la burgues¨ªa y del imperio. ¡°Con estas nuevas estructuras, construidas sobre la fuerza del supersentido e impulsadas por el motor de la l¨®gica, nos hallamos en el final de la era burguesa del incentivo y el poder tanto como en el final del imperialismo y la expansi¨®n¡±. El imperialismo, como la l¨®gica, es una fuerza de coerci¨®n, ya sea de los pueblos o de la naturaleza.
Para Arendt la ecuaci¨®n es sencilla: la idea de una l¨®gica de la historia conduce al totalitarismo estalinista, as¨ª como la idea de unas leyes naturales universales conduce al racismo de los nazis
Para Arendt la ecuaci¨®n es sencilla: la idea de una l¨®gica de la historia conduce al totalitarismo estalinista, as¨ª como la idea de unas leyes naturales universales conduce al racismo de los nazis. ¡°Ninguna ideolog¨ªa que pretenda explicar todos los acontecimientos hist¨®ricos del pasado o la delimitaci¨®n de todos los acontecimientos futuros puede soportar la imprevisibilidad que procede del hecho de que los hombres sean creativos, que puedan producir algo que nadie lleg¨® a prever.¡± Un sistema l¨®gico, como un sistema ideol¨®gico, no puede ser creativo. Su naturaleza es tautol¨®gica. Imponerlo sobre el individuo es cercenar los m¨¢s sagrado de la condici¨®n humana: la libertad y la creatividad. Y eso es lo que hace la propaganda totalitaria, que hoy, en el milenio de los prodigios tecnol¨®gicos, toma la forma del data¨ªsmo o culto al dato. Lo que est¨¢ en juego es la naturaleza humana como tal. Esa es la nueva manipulaci¨®n global. El monstruo totalitario dice obedecer a leyes positivas, de las que obtiene su legitimaci¨®n. Absolutiza la ley natural, que ha dejado de ser un constructo humano (un h¨ªbrido naturaleza-cultura), para convertirse en ley irrevocable. Los nazis hablaban de la ley de la naturaleza, los bolcheviques de la ley de la historia, los tecn¨®cratas de la ley de la informaci¨®n, que el algoritmo hace efectiva tras la digitalizaci¨®n de la realidad.
Despedida
Arendt, que ha sido sionista, no est¨¢ contra el Estado de Israel per se, est¨¢ contra algunas de sus pol¨ªticas que reproducen las perversidades de una l¨®gica racista. En una carta a su amigo Scholem, el gran estudioso de la m¨ªstica hebrea, escribe lo siguiente: ¡°Siempre he considerado mi cualidad de jud¨ªa como uno de los hechos reales e indiscutibles de mi vida y jam¨¢s he querido cambiarlo o desmentirlo¡±. No le causa verg¨¹enza ser jud¨ªa, aunque tampoco un orgullo especial. Y, respecto a su falta de amor a Israel, deja escrita una frase que cualquier amante de la libertad suscribir¨ªa: ¡°Tiene usted raz¨®n, no me anima ning¨²n amor de esta clase, y esto por dos motivos: jam¨¢s en mi vida he amado a ning¨²n pueblo, a ninguna colectividad; ni al pueblo alem¨¢n, ni al franc¨¦s, ni al norteamericano, ni a la clase obrera, ni nada de todo eso, Yo amo ¨²nicamente a mis amigos y la sola clase de amor que conozco y en la que creo es el amor a las personas¡±. Se puede amar lo concreto, no lo abstracto. El amor a las ideas es tan rid¨ªculo como en amor a unos colores. Eso no quiere decir que no podamos ejercerlo, siempre y cuando seamos conscientes de nuestra propia ridiculez. Solo ese amor concreto puede ser profundo y radical.
Se puede amar lo concreto, no lo abstracto. El amor a las ideas es tan rid¨ªculo como en amor a unos colores
Cuando Hannah cumple 60 a?os, Heidegger le env¨ªa un poema de H?lderlin de felicitaci¨®n. Le responde que su carta es la mayor alegr¨ªa imaginable. El fil¨®sofo, al cumplir los 80, recupera sus honores universitarios. Hannah supervisa sus traducciones en Am¨¦rica. En 1970, Heinrich muere de un ataque al coraz¨®n. Heidegger, con quien mantiene una correspondencia constante, le dar¨¢ impulso y energ¨ªa para seguir viviendo. Lee a Eckhart e Iris Murdoch. En 1975 tiene el ¨²ltimo encuentro con el fil¨®sofo del Ser en Friburgo. Lo encuentra viejo, sordo, lejano e inaccesible. Ella sigue siendo una mujer profunda, humana, leal y con sentido del humor. Se burla de los que predicen el futuro, una costumbre arraigada en la historia prof¨¦tica de marxistas y jud¨ªos. La contingencia es el factor primordial de la historia. La l¨®gica de la historia es una superstici¨®n. ¡°A todos nos da miedo la libertad, pero no lo decimos¡±. Cada persona, al llegar al mundo, tiene la posibilidad de conquistar la libertad. Sigue fumando dos paquetes de cigarrillos al d¨ªa. Tras un acceso se tos, se desploma sobre el sill¨®n. Muere como ha vivido, junto a sus amigos, a los que ha preparado la cena, en su apartamento neoyorkino, claro y luminoso, frente al r¨ªo Hudson. Cada muerte es un nuevo comienzo, una ventana abierta a la libertad.
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.