Por qu¨¦ la ola ¡®woke¡¯ remueve a la izquierda
Las voces cr¨ªticas que emergen de entre los progresistas cl¨¢sicos critican ¡°excesos¡± como la cancelaci¨®n, el puritanismo y la falta de universalidad de las luchas que ponen el foco en lo identitario
Woke ya no es lo que era. El t¨¦rmino, que podr¨ªa traducirse como despierto o alerta, viene utiliz¨¢ndose desde hace algunos a?os para aquellas personas sensibles e implicadas contra las injusticias sociales (sobre todo en la pol¨ªtica estadounidense, aunque asomando en otros pa¨ªses, donde estas tendencias se replican aunque no sean tan notorias). Fue la forma en la que se autodenominaron, con orgullo, ciertos movimientos en pos de la justicia social y clim¨¢tica: del antirracismo de Black Lives Matter, primero, para luego llegar al feminismo del #MeToo o la lucha contra el calentamiento global. Woke parec¨ªa preconizar un nuevo tiempo de igualdad y justicia.
Ahora se ha dado la vuelta a la tortilla por parte de una creciente tendencia antiwoke que, en virtud de la ley de acci¨®n y reacci¨®n, ha hecho fortuna convirtiendo el t¨¦rmino en un espantajo que agitar para descr¨¦dito de esas causas progresistas. Lo que empez¨® como un rechazo de la derecha, ahora tambi¨¦n engloba a un sector de la izquierda menos identificado con las luchas que nacieron con la Nueva Izquierda de los a?os sesenta, o disconforme con su protagonismo actual, o preocupado por sus excesos, o por su falta de universalidad. Woke es ya un mantra, un hazmerre¨ªr, un arma arrojadiza, un insulto. Esa cr¨ªtica desde la izquierda est¨¢ creciendo y generando tensiones, seg¨²n se refleja en el panorama editorial, con recientes ensayos de autores como Susan Neiman, Umut ?zkirimli, St¨¦phanie Roza¡, sin contar la exuberancia libresca de la cr¨ªtica derechista.
¡°Al subvertir el vocablo woke, el sector ultraconservador del Partido Republicano estadounidense consigui¨® convertirlo en una especie de caj¨®n de sastre para criticar cualquier aspecto del lado progresista del espectro pol¨ªtico que no le gustara; ya sea la educaci¨®n sobre racismo, feminismo, pol¨ªticas de identidad o incluso libros que consideran inapropiados¡±, explica la periodista y escritora Luc¨ªa Lijtmaer, autora de Ofendiditos. Sobre la criminalizaci¨®n de la protesta (Anagrama, 2019). Hoy, lo antiwoke, sobre todo en la derecha de Estados Unidos, ya podr¨ªa considerarse un movimiento en s¨ª mismo.
La respuesta a lo woke es compleja, m¨²ltiple y var¨ªa a trav¨¦s de las sensibilidades pol¨ªticas. La ultraderecha utiliza desde hace tiempo el t¨¦rmino para atacar por entero a los movimientos sociales identitarios y ecologistas, a los que califica, desde miedos conservadores, como diferentes dictaduras: dictadura woke, o dictadura ambiental, o dictadura de lo pol¨ªticamente correcto. Tambi¨¦n ideolog¨ªa de g¨¦nero, lobby gay, moda queer. Alerta del marxismo cultural que, a su juicio, viene a destruir la civilizaci¨®n blanca, cristiana, capitalista, heterosexual. ¡°Hay una compulsi¨®n mani¨¢tica por descubrir lo woke en todas partes, son como cazadores de Pok¨¦mons hipermotivados¡±, dice el escritor Gonzalo Torn¨¦, autor de La cancelaci¨®n y sus enemigos (Anagrama, 2022), quien se?ala que, pese a todo, los intentos de censura suelen provenir, por lo general, del bando conservador.
As¨ª, la derecha antiwoke ha llevado en Estados Unidos a posturas m¨¢s reaccionarias, las que consiguen prohibir la educaci¨®n sexual en los colegios o el aborto en algunos Estados. Por ejemplo, la ley Stop Woke, con la que el gobernador conservador de Florida, Ron DeSantis, trata de prohibir a empresas e instituciones educativas la divulgaci¨®n de contenidos sobre antisexismo o antirracismo. Algunas partes de esa ley fueron declaradas inconstitucionales esta semana, cuando un tribunal de apelaciones consider¨® que podr¨ªan violar la libertad de expresi¨®n. ¡°Florida ser¨¢ la tumba de lo woke¡±, hab¨ªa dicho DeSantis.
El capitalismo woke
El llamado capitalismo woke se ha criticado desde diferentes ramas del espectro pol¨ªtico; es decir, la manera en la que estas reivindicaciones han entrado en el cine de Hollywood (por ejemplo, el feminismo de pel¨ªculas como Barbie o la elecci¨®n de actores negros para papeles que se presuponen para blancos), la publicidad con modelos diversos o la preocupaci¨®n ambiental (a veces mero greenwashing) y las pol¨ªticas inclusivas en las grandes empresas. Que algunas grandes corporaciones hayan asumido las tesis de la inclusi¨®n y la justicia social (sobre todo cuando no revierte negativamente en sus resultados econ¨®micos) es visto por algunos como un progreso; por otros, como una infecci¨®n de la izquierda radical y por otros, simplemente, como una cuesti¨®n de rentabilidad reputacional: puro oportunismo.
Seg¨²n el cr¨ªtico ?zkirimli, lo ¡®woke¡¯ se centra m¨¢s en las ofensas particulares que en las injusticias estructurales¡±
Desde posturas m¨¢s centristas se reconoce la legitimidad de luchas como la feminista, la LGTBI o la ecologista, pero se denuncian los ¡°excesos de los woke¡±, donde entrar¨ªan la llamada cultura de la cancelaci¨®n, los considerados brotes de puritanismo o la denuncia de injusticias hist¨®ricas, como la que llev¨® a una oleada de ataques contra estatuas y monumentos de colonizadores y esclavistas. Por ejemplo, dentro del feminismo se ha abierto una brecha entre un feminismo tradicional (conservador con respecto a la cuesti¨®n trans y abolicionista de la prostituci¨®n) y otro m¨¢s proclive a la teor¨ªa queer y la regulaci¨®n del trabajo sexual, como se ha vuelto a escenificar en las manifestaciones del 8M.
Brota as¨ª un fuerte debate en el seno de la izquierda. Desde algunos sectores se considera que entrar al trapo de lo woke en esos t¨¦rminos es comprarle el marco conceptual a la derecha, alimentar a su monstruo de Frankenstein, jugar en el terreno que ha dispuesto. Desde otros, se ejerce una cr¨ªtica que, adem¨¢s de se?alar los excesos (?han ido estas luchas demasiado lejos?), tambi¨¦n pone en solfa las esencias de lo identitario, reivindicando una izquierda universalista que se enfoque en el ser humano en general y no tanto en ciertas minor¨ªas oprimidas en particular. Que se ocupe de lo com¨²n y no de lo diferente.
La izquierda antiwoke
El primer libro que cuestion¨® las pol¨ªticas identitarias desde la izquierda en Espa?a fue La trampa de la diversidad (Akal, 2018), de Daniel Bernab¨¦, que gener¨® gran revuelo: denunciaba c¨®mo estas pol¨ªticas eran un producto del neoliberalismo que fragmentaba a la clase trabajadora en el individualismo identitario y distra¨ªa las luchas en lo simb¨®lico, lejos de lo material o laboral (considerado como la lucha prioritaria, por su transversalidad). En su reciente libro Izquierda no es woke (Debate, 2024), la fil¨®sofa estadounidense Susan Neiman defiende ese car¨¢cter universalista de la izquierda contra lo woke, enfocado en las minor¨ªas, y considerado por la autora como una forma de tribalismo.
¡°Los debates actuales son herederos de esa declaraci¨®n de guerra a la Ilustraci¨®n¡±St¨¦phanie Roza, fil¨®sofa
Lo woke, seg¨²n Neiman, se basa en emociones comunes a toda la izquierda progresista, como la defensa de los oprimidos o la reivindicaci¨®n de injusticias hist¨®ricas. ¡°Pero, al mismo tiempo, est¨¢ influenciado por teor¨ªas filos¨®ficas que son de derechas, incluso reaccionarias: el tribalismo, por ejemplo, o la creencia de que todas las reclamaciones de justicia son pretensiones encubiertas de poder¡±, dice la autora. Denuncia c¨®mo la derecha aprovecha el espantajo de lo woke para desacreditar a la izquierda global, hasta casi convertir a lo woke en sin¨®nimo de izquierda (de ah¨ª el t¨ªtulo refutatorio de su obra). ¡°La derecha utiliza woke como insulto para desacreditar a cualquiera que luche contra el racismo, el sexismo o la homofobia. Es peligroso, porque a¨²n hay que combatir esos males. Pero la forma en que los woke los combaten a menudo conduce a un rechazo total. Tambi¨¦n lleva a muchos en la izquierda a sentirse alienados porque no est¨¢n de acuerdo con cada una de sus demandas¡±, explica la pensadora.
El malestar tiene sus ra¨ªces. La modernidad, basada en el fulgor de la Ilustraci¨®n, fue criticada durante el siglo XX por diferentes corrientes filos¨®ficas, como la Escuela de Frankfurt (por ejemplo, Adorno y Horkheimer) o los pensadores posmodernos (como los ubicuos Foucault o Deleuze), acusada de haber usado la raz¨®n para producir colonialismo, dominaci¨®n, homogeneizaci¨®n, destrucci¨®n de la naturaleza, y hasta campos de concentraci¨®n y bombas nucleares. El humanismo ilustrado, denuncia la fil¨®sofa Rosi Braidotti, puso al humano en el centro, pero a un humano muy particular: blanco, europeo, var¨®n, heterosexual; marginando al resto.
Para perseguir los objetivos de emancipaci¨®n, que son nobles, Neiman propone precisamente el retorno a las ideas de la Ilustraci¨®n. ¡°Lo que une a la mayor¨ªa de los woke y poscoloniales (las categor¨ªas se superponen) es el rechazo de toda idea derivada de la Ilustraci¨®n. Si miraran las teor¨ªas, encontrar¨ªan que algunas importantes ideas woke, como que el mundo no solo debe verse desde perspectivas europeas, provienen directamente del movimiento del siglo XVIII que creen despreciar¡±. La estadounidense, adem¨¢s, critica la efectividad de lo woke para desarrollar pol¨ªticas, siempre perdido en el terreno simb¨®lico y en ¡°hacer de polic¨ªa del lenguaje¡±.
Neiman no es la ¨²nica que critica la hostilidad hacia los valores de la Ilustraci¨®n en el discurso identitario. La fil¨®sofa francesa St¨¦phanie Roza, en el reciente ?La izquierda contra la Ilustraci¨®n? (Laetoli), denuncia que la cr¨ªtica al racionalismo, al progresismo y al universalismo cada vez es m¨¢s feroz. ¡°Los debates contempor¨¢neos son herederos de esa declaraci¨®n de guerra a las Luces¡±, escribe. Piensa que esa oposici¨®n no conlleva ning¨²n avance en la emancipaci¨®n intelectual, moral o pol¨ªtica, sino que, m¨¢s bien, supone una ¡°regresi¨®n¡± a los ¡°argumentos y tesis de la vieja cr¨ªtica conservadora y contrarrevolucionaria de los antiilustrados¡±. La toma de conciencia de esta situaci¨®n es necesaria para el ¡°rearme ideol¨®gico de la izquierda frente a los desaf¨ªos contempor¨¢neos¡±.
La llamada cultura de la cancelaci¨®n es otro de los puntos de fricci¨®n. Para unos, se trata de un atentado contra la libertad de expresi¨®n; para otros, todo lo contrario: la voz de los que nunca la tuvieron, que expresan su disconformidad mediante el consumo o gracias a las tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n. ¡°Yo dir¨ªa que la cancelaci¨®n es una cultura de humo por la que personas p¨²blicas y con escaparate tratan de evitarse las cr¨ªticas que les puedan venir de un p¨²blico formado que ha encontrado su altavoz en las redes sociales¡±, dice Gonzalo Torn¨¦. Tambi¨¦n se?ala que, por lo general, quienes se quejan de la cancelaci¨®n suelen hacerlo, parad¨®jicamente, desde potentes tribunas p¨²blicas. ¡°Es un victimismo que tiene como objetivo recortar la leg¨ªtima libertad de expresi¨®n de las audiencias¡±, a?ade.
De la cancelaci¨®n parte otro cr¨ªtico izquierdista de lo woke, Umut ?zkirimli, en su libro Cancelados. Dejar atr¨¢s lo woke por una izquierda m¨¢s progresista (Paid¨®s, 2023). ¡°Cuando trato de explicarles lo woke a mis amigos y familiares mayores, les digo que piensen en el estalinismo. Todo encaja¡±, dice el autor. ¡°En lugar de gulags, tenemos muerte social, cancelaci¨®n. Por supuesto, el viejo estalinismo es peor, pero no muy diferente¡±. ?zkirimli piensa que, en efecto, lo woke se refiere a las versiones m¨¢s extremas de las pol¨ªticas identitarias, pero tambi¨¦n piensa que las pol¨ªticas identitarias son hoy as¨ª: extremas. ¡°Lo woke es una distorsi¨®n y una traici¨®n a las pol¨ªticas identitarias originales, que eran abiertas a la construcci¨®n de coaliciones, preocupadas por todo tipo de desigualdades y descaradamente socialistas¡±. Grandes avances sociales, como el matrimonio homosexual en algunos pa¨ªses y otros derechos para la comunidad LGTBI, fueron conquistados antes de la irrupci¨®n de lo woke.
Lo woke es, seg¨²n ?zkirimli, narcisista, m¨¢s interesado en las ofensas individuales percibidas que en las injusticias hist¨®ricas estructurales, y prioriza el empoderamiento individual antes que el cambio sist¨¦mico, la resistencia simb¨®lica antes que la lucha colectiva. Tambi¨¦n incide, como las autoras citadas, en su car¨¢cter particularista frente al universalismo. Un universalismo que, desde las pol¨ªticas identitarias, ha sido visto como restringido a las clases dominantes y generador de opresi¨®n. Por tanto, se argumenta, hay que incluir la diferencia para ampliar el rango de la representaci¨®n humana.
Hay quien, observando el debate desde una perspectiva global, piensa que la oposici¨®n entre pol¨ªticas materiales e identitarias genera cisma en la izquierda y solo beneficia a la derecha, que siembra as¨ª la ciza?a, oponiendo clase a raza, g¨¦nero u orientaci¨®n sexual. Y que la izquierda debe rechazar esas falsas alternativas. ¡°Lo que se plantea es un falso dilema: las minor¨ªas est¨¢n sobrerrepresentadas entre las clases trabajadoras, y, a la inversa, la proporci¨®n de clases trabajadoras es mayor entre las minor¨ªas raciales¡±, explic¨® a este peri¨®dico ?ric Fassin, profesor de Sociolog¨ªa y Estudios de G¨¦nero en la Universidad de Par¨ªs 8. ¡°No hay raz¨®n para oponer las pol¨ªticas de reconocimiento y redistribuci¨®n¡±.
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