Ana y Ricardo: un atentado terrorista en el Biob¨ªo puertas adentro
Los jubilados fueron apuntados en agosto de 2020 por encapuchados con armas largas y obligados a ver c¨®mo quemaban su casa en la ribera del lago Lanalhue. El crimen de tres carabineros el 27 de abril, a 19 kil¨®metros del lugar, ha revivido todos sus miedos
Cada vez que Ana (65) escucha un ruido inusual o ladrar a varios perros al mismo tiempo, piensa que es una alerta de que algo malo puede ocurrir. Es una secuela que le ha quedado de lo que vivi¨® el 28 de agosto de 2020. Ese d¨ªa, a las 8.30 de la ma?ana, estaba junto a Ricardo (70), su marido que padece P¨¢rkinson, reci¨¦n levantada y en pijama, cuando cinco encapuchados vestidos con ropas oscuras y de camuflaje entraron a su casa en la ribera del lago Lanalhue, en Contulmo, provincia de Arauco de la regi¨®n del Biob¨ªo. Les apuntaron con armas largas en sus cabezas, los obligaron a salir y luego incendiaron su casa frente a ellos.
Uno de los hombres llevaba un bid¨®n de cinco litros, y otro, que oficiaba de jefe, le orden¨® que disparara hacia el ventanal del dormitorio matrimonial. ¡°T¨ªrale al colch¨®n¡±, recuerda Ana que le dijo. ¡°Solo se les ve¨ªan sus ojos, y no pesta?eaban¡±, dice Ana a El PA?S, quien ha pedido reserva de sus identidades por seguridad. ¡°Uno en esos momentos queda en blanco¡±, recuerda. El instante de mayor terror fue cuando uno de los encapuchados pas¨® una bala, mientras la pareja suplicaba: ¡°Ped¨ªamos por favor de que nos hicieran nada¡±.
Los hombres les pidieron sus tel¨¦fonos m¨®viles, pero con la tensi¨®n no lograron encontrarlos. De pronto, agachada entre unos matorrales, a escasos metros del incendio, Ana se percat¨® que ten¨ªa su celular en el bolsillo de su bata de levantar. No se explica hoy c¨®mo se atrevi¨®, pero lo sac¨® discretamente y tom¨® una fotograf¨ªa de su casa en llamas. ¡°No s¨¦ qu¨¦ habr¨ªa pasado si sonaba mi tel¨¦fono¡±, se?ala.
Contulmo es parte de la Macrozona Sur chilena, que lleva dos a?os bajo estado de excepci¨®n constitucional con presencia de las Fuerzas Armadas. Y desde hace m¨¢s de una d¨¦cada sufre ataques y atentados protagonizados por grupos radicales mapuche que reivindican tierras y que, armados, han incendiado predios y casas. Con el tiempo se ha evidenciado que a los delitos se ha sumado el robo de madera. Tambi¨¦n han surgido otras organizaciones, que trafican drogas y roban autom¨®viles. Hoy hay una frontera difusa respecto de si algunos grupos operan juntos o si en las zonas rurales hay otras bandas de crimen organizado que han aprovechado el conflicto para delinquir y ocultarse en esos sinuosos caminos.
Tras el atentado, Ana y Ricardo tuvieron que dejar la zona e irse a vivir a Santiago. Solo se han atrevido a regresar dos veces al sector, casi cuatro a?os despu¨¦s: para enterrar al padre de Ana el a?o pasado y porque su marido quer¨ªa volver, aunque fuera por unos d¨ªas. La salud de Ricardo se deterior¨® r¨¢pidamente despu¨¦s del ataque y la ¨²ltima vez que estuvieron all¨ª, en febrero, ¨¦l pensaba que desde cada ¨¢rbol alguien podr¨ªa dispararles. ¡°Tal vez no fue una buena idea ir¡±, dice Ana a EL PA?S. En el terreno ha quedado en pie solo la casa de una de sus cuatro hijas, de 50 metros cuadrados, con orificios de balas en el techo y las paredes.
El ataque que sufrieron les ha quedado como un tatuaje en su vida, y lo reviven, aunque no quieran, una y otra vez. Pero ha sido el triple homicidio de tres carabineros, el pasado 27 de abril en la peligrosa carretera P 72, a la altura de la localidad de Antiquina, a 19 kil¨®metros de donde estaba la casa de Ana y Ricardo, el que ha reactivado todos sus fantasmas. Los funcionarios fueron asesinados a balazos, y luego quemados en la camioneta que patrullaban cuando iban a realizar una fiscalizaci¨®n de medidas cautelares de personas que cumplen arrestos domiciliarios. Cuando Ana vio las fotograf¨ªas de los polic¨ªas, reconoci¨® que al menos uno de ellos era parte del grupo de carabineros que en febrero, por orden de la Corte Suprema ¨Cque acogi¨® un recurso de protecci¨®n en su favor que present¨® el abogado Andr¨¦s Cruz¨C, iban a hacer rondas a su sector. Una vecina suya, de Contulmo, tambi¨¦n los conoc¨ªa, y recuerda que dos semanas antes del crimen se encontr¨® con el cabo 1¡ã Sergio Ar¨¦valo. ¡°Eran personas de campo, como nosotros¡±, los describe ahora tras los cr¨ªmenes que han conmocionado a Chile entero.
Seg¨²n ha dicho Roberto Garrido, el fiscal que investiga el triple homicidio, ¡°el fen¨®meno de violencia que se registra en la Macrozona Sur es una manifestaci¨®n de crimen organizado, no se puede hablar de violencia rural como un concepto distinto de la criminalidad organizada¡±. ¡°Se trata de grupos que se aprovechan del control territorial que se pretende ejercer por algunas org¨¢nicas que levantan ciertas consignas de car¨¢cter pol¨ªtico, pero que utilizan ese espacio de control para imponer su voluntad y realizar acciones criminales como sustracci¨®n de veh¨ªculos, tr¨¢fico de drogas, extorsiones, sustracci¨®n de madera¡±.
Daniela Dresdner, delegada del Biob¨ªo, ha dicho en las ¨²ltimas horas: ¡°Los hechos confirman que el problema en la zona es de crimen organizado y no de reivindicaciones territoriales¡±, asegur¨® a La Tercera sobre el asesinato de los tres carabineros.
Segundo incendio en la familia
Ana y Ricardo, ingeniero mec¨¢nico que se jubil¨® por invalidez tras su diagn¨®stico de P¨¢rkinson en 2012, se conocieron en Ca?ete en 1976 y se casaron dos a?os despu¨¦s. Ella pas¨® toda su infancia en la zona, pues sus abuelos eran del Valle Elicura. ¡°Cuando ni?a iba a caballo hasta la Villa Elicura a buscar el diario, envuelto en papel blanco y lacre rojo. Todos los d¨ªas, a las tres de la tarde, llegaban encomiendas en esos trenes que echaban vapor¡±, recuerda. Por razones de trabajo, la pareja vivi¨® en distintas regiones del pa¨ªs, entre ellas Arica, en el extremo norte chileno, y Santiago. Pero se prometieron que volver¨ªan a vivir all¨ª, pues estaba la familia de Ana. En 1987 compraron un terreno en la ribera del lago y de a poco construyeron una casa. Le hicieron varias ampliaciones y, cuando fue quemada, contaba con 100 metros cuadrados.
De la casa de la abuela de Ana tampoco queda nada. En 2018 fue incendiada por desconocidos y el terreno ha sido tomado. De ella, como recuerdo, ten¨ªa un peque?o cuadro enmarcado, una ilustraci¨®n en acuarela de la antigua construcci¨®n, que le regal¨® una de sus cuatro hijas. La colg¨® en una pared de su casa que ten¨ªa en el lago Lanalhue. Su madre viv¨ªa en el ¨¢rea de Chan Chan, pero tambi¨¦n debi¨® irse de all¨ª pues al frente eran usuales los incendios de camiones. ¡°Mis pap¨¢s tuvieron que salir del sur. Su casa es una de las pocas que queda en pie en ese sector. Se fueron [a la zona central de Chile] por temor. Les pon¨ªan banderas afuera de su casa y los amenzaban¡±, dice.
Pese a esa historia familiar, Ana y Ricardo cumplieron su promesa y en 2019 decidieron radicarse en la zona-centro sur. Pensaban que la violencia en la Macrozona Sur no les tocar¨ªa a ellos. ¡°Hasta el 28 de agosto del a?o 2020, yo dec¨ªa que si algo terrible pasaba en el mundo, el lugar m¨¢s seguro era esa casa. Yo nunca quise ir a ninguna otra parte que no fuera el lago¡±, dice Ana a EL PA?S con la voz quebrada. ¡°M¨¢s que a uno le hayan quemado la casa, lo que m¨¢s duele es que uno ten¨ªa un sentido de pertenencia. Yo creo que debe ser lo que siente la gente cuando la desplazan, el dolor de no poder volver¡±, dice.
Y agrega: ¡°Cuando a alguien se le quema la casa por un cortacircuitos o porque se le inflam¨® la estufa o la cocina, hace la casa de nuevo. Pero cuando es por un atentado y una violencia tan grande, est¨¢ el miedo de no poder regresar. Eso para mi es lo peor, no lo material. Y uno tiene tantos recuerdos...Cuando quemaron la casa de mi abuela, me quemaron parte de la vida. Y despu¨¦s, lo que tanto esfuerzo nos cost¨® con mi marido, en 10 minutos ya no estaba¡±.
Hasta hoy, los responsables del ataque a Ana y Ricardo no han sido identificados.
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