Violencia de g¨¦nero, educaci¨®n y tecnoculturas
Un an¨¢lisis de lo ocurrido con los estudiantes del Saint George debe considerar no solo la evidente agresi¨®n sexual y misoginia implicadas, sino tambi¨¦n los elementos t¨¦cnicos que les dieron lugar
El reciente caso de los estudiantes del colegio Saint George involucrados en la generaci¨®n y posterior difusi¨®n de im¨¢genes modificadas con inteligencia artificial para hacer aparecer desnudas a sus compa?eras (fen¨®meno conocido como deepfake) ha dado lugar a una serie de debates. Por un lado, se ha relevado la necesidad de contar con tipificaci¨®n legal para los actos que impliquen la producci¨®n de im¨¢genes e informaci¨®n falsa por medios tecnol¨®gicos, as¨ª como la importancia de comprender lo acontecido como una expresi¨®n de violencia de g¨¦nero. Por otro, se ha cuestionado el rol de las escuelas en la prevenci¨®n de usos maliciosos de la tecnolog¨ªa y en la alfabetizaci¨®n digital.
Creemos que toda discusi¨®n acerca de c¨®mo abordar las consecuencias del acelerado desarrollo t¨¦cnico debe partir de la base de que la tecnolog¨ªa es un producto sociot¨¦cnico y, por lo tanto, una pr¨¢ctica cultural. Esto quiere decir que las tecnolog¨ªas no son elementos aut¨®nomos e independientes de sus contextos de producci¨®n y uso, mientras que la cultura es tambi¨¦n permeable a las posibilidades que ofrece la tecnolog¨ªa. De este modo, sociedad y t¨¦cnica se van dando forma mutuamente y no est¨¢n separadas.
Siguiendo esta premisa, un an¨¢lisis de lo ocurrido con los estudiantes del Saint George debe considerar no solo la evidente agresi¨®n sexual y misoginia implicadas, sino tambi¨¦n los elementos t¨¦cnicos que les dieron lugar. Las im¨¢genes en cuesti¨®n fueron compartidas en un grupo de la aplicaci¨®n Telegram, donde hab¨ªa m¨¢s de 100 participantes. El medio por el cual ocurre el hecho no es irrelevante. Telegram se caracteriza por ofrecer un sentido de anonimato (solo se requiere un n¨²mero celular para registrarse, luego se pueden adoptar apodos) y facilitar la formaci¨®n de comunidades cerradas a las cuales usualmente solo se puede acceder por invitaci¨®n. Estas cualidades de la plataforma pueden favorecer la normalizaci¨®n de pr¨¢cticas generizadas, espec¨ªficamente la reafirmaci¨®n de la masculinidad por medio del ejercicio de violencia contra cuerpos feminizados.
Lo anterior no quiere decir que sea la aplicaci¨®n la culpable de generar culturas de agresi¨®n sexual. Se trata m¨¢s bien de dar cuenta de que el contexto tecnol¨®gico sirvi¨®, en este caso, para la proliferaci¨®n de problemas ya existentes. La literatura acad¨¦mica ha acu?ado el t¨¦rmino tecnoculturas t¨®xicas para referirse a c¨®mo el desarrollo de softwares ¨Ccomo los generadores de deepfakes¨C acarrea procesos de reproducci¨®n de normas de g¨¦nero binarias que se pasan por alto entre las comunidades desarrolladoras. Particularmente, al tratarse de contenido generado artificialmente, resulta m¨¢s f¨¢cil deshumanizar a quien se hace part¨ªcipe del deepfake y relativizar el da?o que estas tecnolog¨ªas pueden llegar a causar. De esta forma, las tecnoculturas t¨®xicas son dependientes de la suma entre una configuraci¨®n cultural espec¨ªfica y una plataforma.
Entonces, para pensar estrategias educativas que sean capaces de abordar fen¨®menos complejos como la intersecci¨®n de tecnolog¨ªas y culturas opresivas, no basta con la prohibici¨®n de los artefactos tecnol¨®gicos o la tipificaci¨®n de castigos ejemplares. Es necesario analizar c¨®mo la red de relaciones implicadas conduce a consecuencias sexistas da?inas y qu¨¦ otras posibles relaciones podr¨ªan existir. En este sentido, la educaci¨®n sexual integral (ESI) puede educar en la consolidaci¨®n sana de relaciones sexoafectivas y la prevenci¨®n de la violencia de g¨¦nero. Adem¨¢s, puesto que la tecnolog¨ªa puede ser ¨Cmas no necesariamente es¨C un agente amplificador del sexismo y la violencia de g¨¦nero, as¨ª como de otras formas de injusticia (racista, clasista, capacitista, edadista), tambi¨¦n es necesario generar propuestas educativas en torno al cuidado digital. Ahora bien, estas propuestas deben considerar que la literacidad tecnol¨®gica no es una habilidad neutra, ya que implica situar pr¨¢cticas sociales en contextos digitales con miras a la construcci¨®n de espacios a base de un mayor bienestar y menor da?o. Teniendo en cuenta estas consideraciones, podr¨ªa ser posible desarticular las estructuras de opresi¨®n que permean en el mundo material y digital.
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