Las desventuras del paradigma intercultural en Chile
Las preocupaciones del Estado deben abrazar un di¨¢logo m¨¢s horizontal y desde ah¨ª realizar conversaciones al interior de las comunidades
Es un lugar com¨²n afirmar que, desde inicios de los a?os 90, coincidentemente con el retorno a la democracia en Chile, las relaciones entre el Estado y los pueblos originarios se vienen gestionando bajo el paradigma intercultural, basadas principalmente en la comprensi¨®n de las identidades a partir de las enemizaciones, diferencias etno-ling¨¹¨ªsticas y pol¨ªtico-culturales.
Actualmente, las pol¨ªticas p¨²blicas orientadas a los pueblos ind¨ªgenas (que representan m¨¢s de un 12% de la poblaci¨®n del pa¨ªs) emplean la interculturalidad como marco normativo, administrativo e interpretativo, aplicadas homog¨¦neamente tanto a la educaci¨®n (educaci¨®n intercultural biling¨¹e), la salud (salud intercultural) como la econom¨ªa (emprendimientos ind¨ªgenas), la justicia (defensor¨ªa ind¨ªgena) y la pol¨ªtica (esca?os reservados). Mientras tanto el mundo acad¨¦mico sigue funcionando desde la holgura cognitiva de esta categor¨ªa normalizadora.
Luego de m¨¢s de 30 a?os de modernizaci¨®n acelerada, el modelo intercultural atraviesa un desgaste de legitimidad en las comunidades ind¨ªgenas del pa¨ªs, y no se trata solamente de un problema conceptual, sino que de contenidos, deseos de identidad y articulaci¨®n territorial.
Tal crisis ¨Cde la interculturalidad¨C debe entenderse como un s¨ªntoma de las relaciones que gestiona el Estado entre las diferentes culturas existentes en la sociedad chilena en un paisaje de diferenciaci¨®n y complejidad, de manera que el rechazo a la interculturalidad es al mismo tiempo una expresi¨®n de repulsi¨®n a las pol¨ªticas p¨²blicas y una se?al del agotamiento de un modo de interacci¨®n que, contra todo, se viene extendiendo en el tiempo.
El principal desaf¨ªo es c¨®mo el pa¨ªs contin¨²a dise?ando e implementado sus pol¨ªticas desde un modelo relacional deslegitimado por los interlocutores del Estado a quienes van dirigidas. De hecho, para algunos actores ind¨ªgenas el pa¨ªs intercultural se acab¨®, aunque los policy makers, partidos pol¨ªticos e instituciones en general insisten en extender su uso, lo cual hace menos perceptible la crisis, que se incuba como una herida que no deja de sangrar.
Es preciso recordar que este nuevo modelo de relaciones con los pueblos originarios estaba entre las demandas del estallido social (2019) que quedaron diferidas por el d¨¦ficit de las multitudes. A diferencia de este sismo sociopol¨ªtico, en este caso es posible anticiparnos, considerando que las iniciativas contenidas en la primera propuesta constitucional post-estallido no representaron ¨Cnecesariamente¨C un nuevo modelo relacional, sino m¨¢s bien una agudizaci¨®n de las enemizaciones, identitarismos radicales (agenda securitaria) y un mapa de subjetividades agresivas.
Uno de los principales problemas del m¨ªtico paradigma intercultural es que est¨¢ centrado en los conflictos, generando una constante producci¨®n y reproducci¨®n de relaciones basadas en enemistades y transformando las pol¨ªticas p¨²blicas en los distintos ¨¢mbitos en espacios de brechas y disputas. Prueba de ello es que las diferentes iniciativas desde 1990 hasta las recientes, como es el caso de las comisiones de paz tanto presidenciales como de otras entidades (Centro Nansen), siguen motivadas por el conflicto o la ingenuidad.
Con todo, est¨¢ claro que conciliar una salida no consiste en proponer un nuevo concepto, porque antes se requiere un nuevo consenso participativo para llenar de contenido cualquier vocablo express. No se trata solamente de renombrar, sino de resignificar. Este proceso de reconceptualizaci¨®n es parte de un fen¨®meno m¨¢s amplio que forma parte de un nuevo acuerdo relacional, similar al pactado a fines de la dictadura.
Los interlocutores aludidos exigen participar tambi¨¦n en la construcci¨®n de las nuevas relaciones. En suma, se requiere de un proceso participativo y no de la simple adquisici¨®n de alg¨²n concepto ocasional, entre los que han sido propuestos, como interculturalidad cr¨ªtica, interculturalidad cient¨ªfica o transculturalidad. De hecho, podr¨ªamos utilizar uno u otro sin transformar en absoluto las condiciones relacionales actuales.
M¨¢s importante que el concepto que se define es el proceso de reflexi¨®n mediante el cual se inscribe su contenido. Por lo tanto, es un concepto para dar cuenta de una tarea relacional-comunitaria, m¨¢s que jur¨ªdica o pol¨ªtica. Es necesario realizar conversaciones para redefinir las relaciones y reconceptualizarlas en funci¨®n del sentido que se atribuye a las relaciones. Se trata de un proceso de co-construcci¨®n de las relaciones, ya que la interculturalidad es un modelo relacional y, precisamente, es necesario reconstruir esas relaciones, articulaciones y comunidades.
Considerando la necesidad de llevar a cabo un proceso amplio de conversaciones con los diferentes actores, algunas de las acciones urgentes son la revisi¨®n de la verticalidad irreflexiva de las pol¨ªticas p¨²blicas, as¨ª como la desconexi¨®n de ¨¦stas con los requerimientos reales. Este distanciamiento ha tenido un rol relevante en la crisis actual.
Las preocupaciones del Estado deben abrazar un di¨¢logo m¨¢s horizontal y desde ah¨ª realizar conversaciones al interior de las comunidades, que permitan analizar y reflexionar para luego redefinir las relaciones y situar categor¨ªas de acuerdo al sentido de las mismas.
El declive del paradigma intercultural puede ser una oportunidad para establecer nuevas relaciones socio-identitarias. Por de pronto, estamos apremiados ante un horizonte que concierne al futuro del pa¨ªs.
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