La revoluci¨®n digital: calderos de bronce y sirvientas de oro
El papel de las humanidades es fundamental, pues a trav¨¦s de ellas incorporamos la reflexi¨®n y la palabra, los componentes con que barnizamos nuestra convivencia y evitamos ser esclavos del deseo, la animalidad y la violencia
La fascinaci¨®n por la tecnolog¨ªa no es una novedad en la historia de la humanidad, ni tampoco una obsesi¨®n exclusiva de ella. Los mismos dioses tambi¨¦n sucumbieron a la tentaci¨®n. Hefesto, hijo de Zeus y de Hera, qued¨® cojo al ser lanzado cuando era ni?o desde lo alto del Olimpo. Fruto de su discapacidad, se afan¨® en crear los m¨¢s curiosos ingenios mec¨¢nicos con la finalidad de facilitarse su d¨ªa a d¨ªa. Fruto de su obsesi¨®n, el dios de la forja invent¨® calderos de bronce que se mov¨ªan solos y dos sirvientas de oro, ¡°los m¨¢s bellos aut¨®matas animados¡± dotados de pshych¨¨, o soplo de la vida. Las j¨®venes doncellas, adem¨¢s de poseer fuerza f¨ªsica y voz, eran capaces de pensar por s¨ª mismas, puesto que, al igual que los humanos, tambi¨¦n dispon¨ªan del n¨®os o inteligencia. As¨ª Homero describ¨ªa en La Il¨ªada a las primeras genoides o mujeres robot.
2.800 a?os despu¨¦s, el hechizo de la t¨¦cnica est¨¢ lejos de disiparse. La vor¨¢gine y el ¨ªmpetu con que ¨¦sta se ha desarrollado constituir¨¢, lejos de toda duda, una marca indeleble de nuestro tiempo, al punto que c¨¦lebres fil¨®sofos de la tecnolog¨ªa, como ?ric Sadin, han se?alado que la inteligencia artificial (IA) modificar¨¢ la naturaleza del ser humano, por cuanto constituye una irrupci¨®n de tal magnitud, que incluso compartimentos que cre¨ªamos quedaban exentos de su influjo, tales como el pensamiento o las decisiones que tomamos, est¨¢n vi¨¦ndose moldeados por ella.
Sadin sostiene que herramientas como la IA vienen a inaugurar una nueva ¡°dimensi¨®n cognitiva¡± en el humano, en funci¨®n del cual las acciones que tomamos ya no est¨¢n determinadas por procesos reflexivos, sino m¨¢s bien por recomendaciones de algoritmos que nos orientan en base al manejo de informaci¨®n. Este vuelco, que inconscientemente podr¨ªa asomar superfluo, constituye a ojos del autor franc¨¦s una transformaci¨®n antropol¨®gica profunda y un cambio de magnitud en la relaci¨®n del ser humano con la tecnolog¨ªa y, sobre todo, con el mundo.
Asomados frente a la profundidad del desaf¨ªo, corresponde discernir con rigurosidad qu¨¦ caminos de acci¨®n adoptar. Lejos de propender a una narrativa catastrofista o negativa, es exigencia de nuestro momento hist¨®rico abocar tiempo y energ¨ªas para elucidar el impacto y la forma en que estas nuevas din¨¢micas nos afectan (sea para bien o para mal). De all¨ª la importancia que revisten espacios como el Congreso Futuro, suerte de plaza p¨²blica en donde la ciudadan¨ªa puede informarse y escuchar a quienes est¨¢n realizando estos esfuerzos.
Pero la revoluci¨®n digital tambi¨¦n supone una oportunidad para revalorizar el rol que las humanidades pueden ejercer al respecto. Es en ellas, quiz¨¢s como nunca, donde podemos encontrar refugio y certezas, verdaderas fuentes de sabidur¨ªa ante el esplendor enceguecedor que irradian las m¨¢quinas. El papel que est¨¢n llamadas a desempe?ar es fundamental, pues a trav¨¦s de ellas incorporamos la reflexi¨®n y la palabra, los componentes con que barnizamos nuestra convivencia y evitamos ser esclavos del deseo, la animalidad y la violencia.
Mal que mal, y pese a los m¨²ltiples beneficios que la t¨¦cnica nos puede reportar, sea bienestar, menos sufrimiento f¨ªsico, vidas m¨¢s largas o incluso una imitaci¨®n de nuestra inteligencia, queda a¨²n una dimensi¨®n que escapa a ella: la comprensi¨®n de lo que somos, aquello que nos hace propiamente humanos y que permite que podamos cohabitar el mundo, bosquejar proyectos, tener capacidad de iniciativa y de construir un sentido para nuestras vidas. Lo propiamente humano, y frente a lo cual las humanidades han de servir como guardianes, es la individualidad de cada uno: ese car¨¢cter ¨²nico que cada quien tiene, y que trae consigo la pluralidad b¨¢sica de la coexistencia social.
La tentaci¨®n por transformar la realidad e intentar sobreponernos a las limitaciones propias de nuestra condici¨®n guarda su propia destrucci¨®n. No vaya a pasarnos lo mismo que a D¨¦dalo, quien v¨ªctima de su propio ingenio se qued¨® solo en cielo, mientras que su hijo ?caro, seducido por alcanzar la gloria del sol, termin¨® volcando el sue?o de su libertad en tragedia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.