Distanciamiento rob¨®tico
La pandemia acelera la implantaci¨®n de la inteligencia artificial en las empresas
Cuando una crisis econ¨®mica coincide con una tecnolog¨ªa madura, dice Kai-Fu Lee, las empresas optan por la segunda para enfrentarse a la primera. El doctor Lee fue un alto ejecutivo de Google y Microsoft, y ahora dirige Sinovation Ventures, una empresa l¨ªder de capital riesgo tecnol¨®gico basada en Pek¨ªn. Sus ideas ya se inclinaban hacia la robotizaci¨®n de la actividad productiva en tiempos prepand¨¦micos, pero el coronavirus ha acabado de sublimarlas. Piensa que los negocios online, los algoritmos y la automatizaci¨®n no solo ahorran costes y disparan la eficiencia de las compa?¨ªas, sino que tambi¨¦n protegen la salud p¨²blica, pues evitan el contacto entre personas. Cree que esto no solo afecta a las actividades de baja cualificaci¨®n, sino tambi¨¦n a los servicios financieros y de atenci¨®n al cliente, ventas, gestor¨ªa, contabilidad y recursos humanos. Que tiemble la clase media.
Sabemos ya, aunque sin datos definitivos, que los ¨²ltimos cuatro meses de pandemia han impulsado la digitalizaci¨®n de las empresas m¨¢s que los ¨²ltimos cuatro a?os. Las reuniones anta?o presenciales se han convertido en telem¨¢ticas sin merma aparente de su eficacia, fuera esta cual fuera, y que una gran parte del trabajo, o al menos de ciertos trabajos, se puede hacer desde casa. Muchos empresarios desconf¨ªan de este esquema porque creen ¨Cerr¨®neamente¡ª que eso les impide controlar la productividad de sus huestes. Pero la productividad nunca se ha medido en horas de estancia vegetativa. Tambi¨¦n hay muchos empleados que prefieren tener una oficina a la que ir en lugar de ahorrarle a su empresa un ordenador y cuatro metros cuadrados de suelo. Detalles a pulir, responder¨ªa el doctor Lee.
La interacci¨®n con la gente se ha convertido en una pr¨¢ctica de riesgo en estos tiempos oscuros. Hemos empezado a ver a nuestros compa?eros de trabajo como si fueran residuos radiactivos, a mirar con gesto reprobador a los paseantes con la mascarilla mal puesta que nos cruzamos por la calle, a preguntarnos cu¨¢l de nuestros vecinos es un trabajador sanitario para despu¨¦s deportarle de la comunidad de vecinos. Los contactos humanos que tanto a?or¨¢bamos no causan ahora m¨¢s que rebrotes y penalidad, y un estornudo al¨¦rgico ser¨¢ pronto motivo de querella. Los humanos nos hemos pasado de moda porque no hacemos m¨¢s que contagiarnos de cosas raras.
Pero miren a los robots, a los algoritmos y a la inteligencia artificial. Es verdad que estos avances matem¨¢ticos tienen sus propios virus, a veces catastr¨®ficos, pero como esos agentes infecciosos son obra de la imaginaci¨®n humana pueden inactivarse con la imaginaci¨®n humana. Cuando la madre naturaleza genera un virus, sin embargo, nuestra imaginaci¨®n sufre lo indecible para estar a la altura del reto. Ah¨ª la pelea es entre cuatro siglos de ciencia humana y 4.000 millones de a?os de sabidur¨ªa evolutiva. No hay color, por muy humillante que nos parezca eso. Los robots no solo pasan de vacaciones, huelgas y convenios laborales, sino que no se contagian ni trasmiten enfermedades infecciosas. Toda resistencia ser¨¢ f¨²til.
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