Juguetes mort¨ªferos
El rayo de la muerte es un arma letal que tiene m¨¢s de leyenda que de realidad cient¨ªfica
Para los aficionados a las historietas de Flash Gordon, acabar fulminado por los disparos de una pistola de rayos no es asunto imposible.
Aunque el arma letal de energ¨ªa dirigida que Flash Gordon maneja sea un arma ficticia, en realidad es uno de esos pr¨¦stamos que la ciencia hace a la f¨¢bula cuando la ciencia se confunde con la leyenda. Porque seg¨²n cuenta la leyenda, el rayo de la muerte fue inventado en los albores de la II Guerra Mundial por el madrile?o Antonio Longoria, aunque mir¨¢ndolo bien pudo haberse inventado mucho antes.
Si atendemos a los escritos de Luciano de Sam¨®sata (125-181) el artefacto conocido como el rayo de calor de Arqu¨ªmedes ser¨ªa el primer rayo de la muerte conocido. Se trataba de un ingenio construido a partir de espejos ustorios que reflejaba la luz solar, dirigi¨¦ndola a los barcos enemigos para incendiarlos durante el sitio de Siracusa (213-211 a.C.). Para llevar a cabo su invento, Arqu¨ªmedes utiliz¨® una gran cantidad de escudos de metal bru?ido. De esta forma tan ingeniosa se defendieron del ataque de los soldados romanos.
Durante la d¨¦cada de los a?os veinte del siglo pasado, el inventor estadounidense de origen serbocroata Nikola Tesla (1856-1943) fue conocido por trabajar a fondo la energ¨ªa electromagn¨¦tica. A ¨¦l se deben, entre otros inventos, el invento del generador de corriente el¨¦ctrica, la bombilla fluorescente o el Teslascopio, un artilugio que nos pon¨ªa en contacto con los extraterrestres. Fue un invento pol¨¦mico, pero no tanto como lo fue su Teleforce o rayo de la muerte, un arma defensiva que funcionar¨ªa gracias a la fuerza electromagn¨¦tica y servir¨ªa para ser utilizada a la hora de destruir cualquier animal, persona o cosa que se presentase en un radio de 300 kil¨®metros. Parece ser que Tesla estuvo negociando con Gran Breta?a la comercializaci¨®n de su invento. Poco m¨¢s se sabe de esta m¨¢quina electrost¨¢tica que lanzaba impulsos el¨¦ctricos letales como si se tratase del rayo cal¨®rico del que hablaba H. G Wells en su novela ¡°La guerra de los mundos¡±.
Siguiendo el camino trazado por el invento de Tesla, un madrile?o afincado en Cleveland, Antonio Longoria, ide¨® un artefacto con el que se encontr¨® por casualidad, o como se diga eso, cuando estudiaba las radiaciones de alta frecuencia para ser aplicadas al tratamiento del c¨¢ncer. El rayo mortal actuaba de manera indolora, aguando la sangre de las v¨ªctimas. Seg¨²n la revista Popular Science en su n¨²mero de febrero de 1940, el doctor Antonio Longoria no quiso que su m¨¢quina letal viera la luz y, al final, acab¨® destruy¨¦ndola.
Su conciencia pacifista no le permit¨ªa divulgar inventos mort¨ªferos. El pacifismo de Longoria quedaba muy lejos de los fines b¨¦licos de Arqu¨ªmedes. Con todo, al no materializar su invento, el rayo mortal de Longoria ha pasado a formar parte de la misma leyenda que el rayo mortal de Tesla, la pistola de Flash Gordon o los escudos bru?idos de Arqu¨ªmedes utilizados durante el sitio de Siracusa.
Porque en San Francisco, en enero del 2006, se demostr¨® que lo de Arqu¨ªmedes fue una patra?a, ya que se hubiese requerido otro tiempo clim¨¢tico para la combusti¨®n. Sumado a esto, lo m¨¢s pr¨¢ctico hubiese sido utilizar flechas en llamas o catapultas de bolas de fuego.
Con todo, la realidad se nutre de lo imaginable cuando se trata de inventar, aunque, de momento, el invento sea inalcanzable. En algunos casos, como el del rayo de la muerte, lo mejor que puede pasar es que el progreso cient¨ªfico aparezca como un elemento m¨¢s de las leyendas y no salga de la vi?eta de un tebeo.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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