El parpadeo lento de los gatos
Seg¨²n un estudio publicado recientemente, si nos aproximamos a un gato y parpadeamos lentamente, el animal lo captar¨¢ de seguido y devolver¨¢ el parpadeo, estableciendo as¨ª la comunicaci¨®n con nosotros
En uno de sus reportajes, a Gay Talese le da por la taxonom¨ªa y se pone a clasificar los gatos de la ciudad de Nueva York. El periodista norteamericano cuenta c¨®mo, cuando el tr¨¢fico disminuye, los gatos empiezan a aparecer en manadas y muy pronto invaden las calles, los muelles, los alrededores de los mercados de pescado de Greenwich Village y todo punto donde abunden los cubos de basura.
El promedio de vida de un gato callejero es de dos a?os, a diferencia de los gatos dom¨¦sticos, cuyo promedio de vida se extiende de diez a doce a?os o m¨¢s, escribe Talese para seguirnos contando c¨®mo los gatos callejeros se pueden clasificar en tres ¡°tipos¡±. Por un lado est¨¢n los que ¨¦l llama ¡°gatos salvajes¡±, que son los que se tienen que buscar la vida en los cubos de basura o cazando ratas. Suelen ser ¡°los m¨¢s desali?ados, tienen una mirada perturbada, una expresi¨®n demente y ojos muy abiertos¡±.
Siguiendo con la clasificaci¨®n de Talese, tenemos otro grupo de gatos bien diferenciado del anterior, por ser el de los ¡°gatos bohemios¡±, m¨¢s d¨®ciles, y que viven de la caridad, a expensas de las sobras de la comida de la gente. Por ¨²ltimo est¨¢n los ¡°gatos de media jornada en tienda (o restaurante)¡±, que utilizan la tienda (o el restaurante) como pensi¨®n para comer y dormir, y salen de paseo por las noches, a ligarse gatitas. Su n¨²mero ha disminuido desde el surgimiento de los supermercados.
Bien puede decirse que el gato es, por excelencia, el animal de la civilizaci¨®n
Con todo, la clasificaci¨®n de Talese, aunque sea una clasificaci¨®n curiosa, no deja de ser una clasificaci¨®n de conducta social llevada al reino animal. Porque todos los gatos pertenecen al mismo g¨¦nero y especie: Felis catus, cuyo origen dom¨¦stico se remonta al Neol¨ªtico, desde un lejano d¨ªa en que los gatos se acercaron a los graneros de los asentamientos de la zona f¨¦rtil del valle del Nilo en busca de los roedores que arruinaban las cosechas de grano. Fue entonces cuando el ser humano se dio cuenta de la ayuda que le pod¨ªa prestar el felino si lo ten¨ªa cerca. Por ello, bien puede decirse que el gato es, por excelencia, el animal de la civilizaci¨®n.
Her¨®doto, el primer cronista de nuestra civilizaci¨®n, cuyo amplio reportaje de la historia sirve como modelo period¨ªstico, nos cuenta en su libro II c¨®mo los egipcios ¡°les son supersticiosamente afectos a los gatos¡±. Si ocurr¨ªa una cat¨¢strofe como un fuego, ¡°sin ocuparse en extinguir el fuego, se colocan de trecho en trecho como centinelas, con el fin de preservar a los gatos del incendio¡±. Incluso, llegaba a tal el afecto de los egipcios que, cuando un gato se les mor¨ªa de muerte natural, se rapaban las cejas con navaja en se?al de duelo. Los funerales de los gatos eran verdaderas ceremonias religiosas. Conservados en sal, eran conducidos en sarc¨®fago a la ciudad de Bubastis donde recib¨ªan sepultura.
Hace unos d¨ªas sali¨® publicado el primer estudio acerca de los gestos que hacen los gatos para comunicarse con nosotros. Seg¨²n este trabajo, publicado el pasado 5 de octubre, realizado con 21 gatos de 14 hogares diferentes, cada vez que miramos a un gato y empieza a parpadear quiere decir que nos est¨¢ sonriendo. Se trata de la primera investigaci¨®n sobre el parpadeo como gesto de comunicaci¨®n entre gatos y humanos. Seg¨²n dicho estudio, si nos aproximamos a un gato y parpadeamos lentamente, el gato lo captar¨¢ de seguido y devolver¨¢ el parpadeo, estableciendo as¨ª la comunicaci¨®n con nosotros.
Seguramente los antiguos egipcios lo sab¨ªan, como tambi¨¦n sab¨ªan que nunca podremos ser due?os de un gato. El gato es nuestro due?o. De hecho, cada vez que se acercan a restregarse lo hacen para marcar su dominio, para se?alar su pertenencia, a la que luego reconocen por el olfato.
Llegados aqu¨ª, es posible imaginar a Gay Talese en la ciudad de Nueva York, parado frente a un cubo de basura, tomando notas acerca de la conducta felina, mientras una manada de gatos parpadea ante su presencia y se acerca a frotarse contra sus tobillos. Seguramente, Gay Talese pens¨® que los estaba clasificando, cuando, en realidad, eran los gatos los que estaban clasificando al periodista.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
Puedes seguir a MATERIA en Facebook, Twitter, Instagram o suscribirte aqu¨ª a nuestra newsletter
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.