Maradona, Dios y la ciencia
El astro argentino fue el jugador m¨¢s virtuoso a la hora de interpretar las leyes que rigen el movimiento de los cuerpos, las tesis del f¨ªsico Isaac Newton eran parte de su f¨²tbol. Con su muerte la cancha pierde un sabio
Maradona no necesitaba saber explicar las leyes f¨ªsicas enunciadas por Newton, y menos a¨²n el efecto combinado de rotaci¨®n y traslaci¨®n denominado efecto Magnus en honor al f¨ªsico alem¨¢n Heinrich Gustav Magnus (1802-1870).
Pero Maradona s¨ª sab¨ªa lo m¨¢s importante, es decir, aplicar la f¨ªsica a su juego. Por eso fue el mejor; un futbolista que intu¨ªa la ciencia f¨ªsica en cada chute, poniendo el principio de inercia en marcha, transformando a su antojo el reposo del bal¨®n, a sabiendas de que la fuerza que act¨²a sobre un cuerpo es directamente proporcional a su aceleraci¨®n.
Como no pod¨ªa ser menos, Maradona sab¨ªa por experiencia que, a toda acci¨®n, le sigue una reacci¨®n; una respuesta de igual fuerza y de sentido opuesto. Por esto ¨²ltimo, cada vez que ve¨ªa un bal¨®n por los aires, para alcanzarlo, Maradona apretaba sus botas a la cancha y doblaba las rodillas con el fin de impulsarse, as¨ª, de un salto, y cazar el vuelo del esf¨¦rico. Aunque no supiese qui¨¦n era Newton, fue el jugador m¨¢s completo a la hora de interpretar las leyes que rigen el movimiento de los cuerpos, adem¨¢s de combinarlas con el efecto Magnus a la hora de ¡°doblar la pelota¡±.
Aunque no supiese qui¨¦n era Newton, fue el jugador m¨¢s completo a la hora de interpretar las leyes que rigen el movimiento de los cuerpos, adem¨¢s de combinarlas con el efecto Magnus a la hora de ¡°doblar la pelota¡±
Para quien no lo sepa, se denomina efecto Magnus al efecto que se consigue haciendo girar la pelota sobre su eje; una vez golpeada, genera un flujo rotacional a su alrededor que se viene a manifestar en dos aspectos inversos. Por un lado, en su movimiento de rotaci¨®n, la pelota avanza a favor del sentido de la corriente de aire a la que est¨¢ expuesta, acelerando su velocidad, mientras que, por el otro lado, su velocidad decrece, pues su movimiento de rotaci¨®n se produce en el sentido opuesto al fluido de aire. Es lo que se conoce en lenguaje futbolero como un tiro con efecto o ¡°doblar la pelota¡±. Lejos de saber intelectualizar estas cosas, Maradona las pon¨ªa en pr¨¢ctica, como si supiera visualizar la caricia que media entre la incertidumbre y la vivencia.
Sin salirnos de la cancha, otro futbolista argentino al que muchos llaman el tercero por ir despu¨¦s de Maradona y Messi en la clasificaci¨®n de los mejores, pens¨® la ciencia f¨ªsica aplicada al f¨²tbol. Se trata de Daniel Passarella, quien siendo director t¨¦cnico de la selecci¨®n argentina, y despu¨¦s de que en 1996, durante las eliminatorias al Mundial, sus jugadores perdiesen contra Ecuador a 2.800 metros de altura sobre el nivel del mar, busc¨® razones a la derrota m¨¢s all¨¢ del azar.
Fue cuando Passarella solt¨® la c¨¦lebre frase ¡°En la altura, la pelota no dobla¡±. De esta manera, Passarella negaba el efecto Magnus en una altura considerable sobre el nivel del mar, algo imposible cient¨ªficamente, pues dicho efecto nunca se pierde. Lo que sucede es que, a mayor altura, dicho efecto disminuye, por ser el fluido del aire m¨¢s ligero; el aire pesa menos, ejerce menor presi¨®n, y el efecto es menor. Por eso resulta tan dif¨ªcil jugar al f¨²tbol en campos extremadamente elevados sobre el nivel del mar.
Lo m¨¢s probable es que a Maradona le diesen igual estas cosas tan sesudas, pero no por ello dejaba de ser un cient¨ªfico del f¨²tbol. Con su muerte, el laboratorio de la cancha se ha quedado sin uno de sus mejores cient¨ªficos, un sabio que, lejos de expresar leyes, encontraba mecanismos para hacer del f¨²tbol una fiesta de la imaginaci¨®n.
Porque la ciencia, al igual que la mentira, requiere imaginaci¨®n para hacerse creer. Ya puestos, sin imaginaci¨®n no hubiese tenido validez su gol m¨¢s pol¨¦mico, aquel que marc¨® un poco con la cabeza y otro poco con la mano de Dios. Ocurri¨® en el partido entre Argentina e Inglaterra por los cuartos de final de la Copa Mundial de F¨²tbol de 1986. Irrepetible.
Matem¨¢ticas y futbol
El f¨²tbol es un juego y la ciencia otro. Por lo mismo, f¨²tbol y ciencia son t¨¦rminos condenados a entenderse desde el principio del partido.
Desde el preciso instante en el que el bal¨®n se pone en movimiento, no s¨®lo entra en juego la ciencia f¨ªsica, sino tambi¨¦n la matem¨¢tica. Porque en cada v¨¦rtice de un bal¨®n cl¨¢sico de f¨²tbol concurren dos hex¨¢gonos y un pent¨¢gono, lleg¨¢ndose a contabilizar un n¨²mero total de 12 pent¨¢gonos y 20 hex¨¢gonos. De esta manera, el bal¨®n de f¨²tbol deja de ser un ¡°esf¨¦rico¡± para convertirse en un poliedro, un s¨®lido de Arqu¨ªmedes; un icosaedro truncado, dicho con exactitud.
Como todo poliedro que se precie, el bal¨®n de f¨²tbol tambi¨¦n posee la propiedad que el matem¨¢tico suizo Leonhard Euler (1707-1783) tradujo en una bella y sencilla f¨®rmula que se expresa as¨ª: V ¨C A + C = 2.
Con la citada f¨®rmula Euler demostr¨® con elegancia matem¨¢tica que, en todo poliedro, el n¨²mero de v¨¦rtices (V), menos el n¨²mero de sus aristas (A), m¨¢s el n¨²mero de sus caras (C), siempre es igual a dos.
Por lo dicho, las matem¨¢ticas se ponen a jugar al f¨²tbol con un esf¨¦rico que, en realidad, no es un esf¨¦rico, aunque fuera tratado como tal por un futbolista de la talla de Maradona.
Ya puestos a identificar ciencias matem¨¢ticas con el genio del Pelusa, baste aqu¨ª recordar la f¨®rmula que ¨¦l utiliz¨® para salir del paso y razonar con ello sus desbarres y farreos fuera de la cancha de juego: ¡°Estoy arrepentido del 99% de todo lo que hice en mi vida, pero el 1%, que es el f¨²tbol, salva el resto¡±. Sin duda, toda una declaraci¨®n de principios matem¨¢ticos con los que Maradona cumpli¨® con creces hasta el final de sus d¨ªas.
Puestos a delirar, ya s¨®lo falta que cumplan las matem¨¢ticas con Maradona y pongan al n¨²mero 10 su nombre.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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