?Hay material extraterrestre en la Tierra?
Nuestro planeta parece ¨²nico y aislado de todo el resto del universo, pero en nuestro entorno vivimos con muchos elementos que no siempre han estado presentes
?Hay material extraterrestre en la Tierra? Alto el carro, que no estamos hablando de artefactos tra¨ªdos por civilizaciones alien¨ªgenas de otros mundos. Para responder a esa pregunta lo primero ser¨ªa preguntarse desde cu¨¢ndo a la Tierra se le puede llamar Tierra. Nuestro planeta se form¨® en una nube de gas y polvo interestelar por uni¨®n de objetos celestes m¨¢s peque?os, empezando por motas de polvo, que se juntaron para formar asteroides y cometas. A su vez, estos ¨²ltimos formaron lo que llamamos planetesimales, que se unieron para formar protoplanetas, y finalmente planetas hechos y derechos. As¨ª que, en este sentido, la definici¨®n de extraterrestre es confusa.
A los cient¨ªficos nos gustan las definiciones, y los astrof¨ªsicos prefieren las definiciones vagas, porque muchas veces no sabemos concretar la naturaleza de las cosas. As¨ª que digamos que definimos el principio de la historia de la Tierra cuando alcanz¨® una fracci¨®n considerable de la masa que tiene ahora, por decir un n¨²mero, el 95%. Pues bien, todos los modelos de formaci¨®n de planetas parecidos al nuestro indican que bastan unos pocos millones de a?os para pasar de una nube de gas y polvo a un planeta. Unos millones de a?os es poco tiempo en escala astron¨®mica: b¨¢sicamente la Tierra, y el propio Sol, se formaron en un tiempo parecido al que llevamos de evoluci¨®n humana desde el australopiteco.
Para avanzar, llamemos Tierra original a lo que estaba ya juntito hace 4.530 millones de a?os (lo que implicar¨ªa que ¡°la Luna no es la Tierra¡±, pero esa es otra historia) y a todo lo que lleg¨® despu¨¦s, extraterrestre. Esa edad se ha medido de varias maneras usando lo que se conoce como dataci¨®n radiom¨¦trica. Explicado de manera sencilla, determinadas formas de ciertos elementos qu¨ªmicos son inestables, se dice que son radiactivos y tienden a convertirse en otros elementos. Esas formas de un mismo elemento se denominan is¨®topos. El ritmo al que se produce este fen¨®meno depende del is¨®topo y es constante. Es lo que se llama semivida del is¨®topo.
Por ejemplo, un is¨®topo radiactivo es el carbono-14, que sale en muchas pel¨ªculas y series. El carbono-14 tiene 6 protones y 8 neutrones, y es inestable. Es carbono porque tiene 6 protones, eso es lo que define un elemento. Y tiene 8 neutrones, sumando 8+6=14 nucleones, de ah¨ª el nombre carbono-14. El is¨®topo de carbono m¨¢s com¨²n, carbono-12, tiene 6 neutrones. Todo ¨¢tomo de carbono-14 tiende a que uno de los neutrones se convierta en un prot¨®n, para lo cual emite un electr¨®n y un neutrino, y se transforma en un elemento con 7 protones y 7 neutrones. Eso es nitr¨®geno-14, un elemento estable, que, por ejemplo, es el principal componente de nuestra atm¨®sfera.
Gracias a la dataci¨®n radiom¨¦trica, al estudio de abundancias isot¨®picas y la exploraci¨®n espacial, hoy sabemos que contamos a nuestro alrededor con una gran cantidad de importaciones provenientes del espacio exterior
Cuando se forma un hueso se utiliza, entre otros muchos elementos, carbono. El carbono de la atm¨®sfera (donde forma di¨®xido de carbono) es casi todo carbono-12, pero unos pocos ¨¢tomos son carbono-13, otros carbono-11 y otros carbono-14. La relaci¨®n entre la cantidad de carbono-14 y el contenido total de carbono (de cualquier tipo) es lo que se llama abundancia isot¨®pica del C-14 y es una parte por trill¨®n. Trill¨®n americano, equivalente a bill¨®n europeo, es decir, un ¨¢tomo de cada bill¨®n de carbono es C-14. Una vez que el hueso deja de crecer, ya no hay intercambio de carbono con el exterior, y desde entonces la abundancia de C-14 decrece por radiactividad, no le afecta nada m¨¢s que este efecto (?en principio!) y cada vez ser¨¢ m¨¢s peque?a que esa parte por trill¨®n. Llegar¨¢ a ser la mitad en 5.730 a?os, que es la semivida del C-14. Midiendo la abundancia de C-14 se puede calcular, con precisiones de un 1%, la edad de restos biol¨®gicos que contengan carbono.
En geolog¨ªa o astrof¨ªsica, usar el C-14 para medir la edad de rocas o meteoritos no es posible, tarda muy poco en desaparecer. Se usan otros elementos radiactivos, como el yodo-129, que forma xen¨®n-129 con una semivida de 16 millones de a?os. Pero aun as¨ª, esa edad es muy peque?a comparada con la edad de la Tierra. El rubidio-87, que decae a estroncio-87, es de los m¨¢s usados en astrof¨ªsica, su semivida es 49.000 millones de a?os. Y seguramente el mejor elemento para estudiar el Sistema Solar es el uranio, que tiene varios is¨®topos (por ejemplo el U-238) que se convierte en plomo (Pb-206 o Pb-207) con una semivida de 4.500 millones de a?os, muy parecida a la edad de la Tierra y el Sol.
Volvemos entonces a la pregunta principal de este art¨ªculo: ?Hay material extraterrestre en la Tierra? Pues gracias a la dataci¨®n radiom¨¦trica, al estudio de abundancias isot¨®picas y la exploraci¨®n espacial, hoy sabemos que contamos en nuestro entorno con una gran cantidad de materiales provenientes del espacio exterior.
Entre el material cuyo origen exterior est¨¢ confirmado sin ninguna duda encontramos, por supuesto, los cerca de 400 kilogramos de muestras de roca lunar que trajeron las misiones Apolo hace 50 a?os, o los casi dos kilogramos que trajo la misi¨®n china Chang¡¯e-5 hace un par de meses. Este material tiene edades variadas, entre 3.000 y 4.500 millones de a?os. Tambi¨¦n podemos hablar de los pocos gramos de material que trajo la misi¨®n Stardust de un cometa, 5 gramos tra¨ªdos de un asteroide por la Hayabusa-2, o los esperados (al menos) 60 gramos de otro asteroide que traer¨¢ la misi¨®n Osiris-Rex, actualmente de camino a casa.
Material extraterrestre en forma de meteoritos ha llegado a la Tierra durante eones por sus propios medios (bueno, gracias a la interacci¨®n gravitatoria). Algunos de ellos son tan viejos como el propio Sistema Solar y nos dan informaci¨®n sobre el or¨ªgen de nuestro planeta. Es el caso del meteorito Allende, que cay¨® en M¨¦xico en 1969, del que se recuperaron cerca de dos toneladas de material, y que cuenta con peque?as zonas, llamadas c¨®ndrulos, que se solidificaron en los or¨ªgenes del Sistema Solar y han sido datados gracias a su contenido en is¨®topos radiom¨¦tricos. Hay algunos meteoritos tan espectaculares como el Hoba, un bloque de 60 toneladas de hierro y n¨ªquel que se encontr¨® en Namibia en 1920 y solo tiene unos cientos de millones de a?os y debi¨® caer en la Tierra hace unos 80.000 a?os. Cualquier posible ca¨ªda de meteoritos en la Tierra, ¨Da veces, visibles como b¨®lidos como el que se vio en Madrid en enero¨D, puede ser de gran inter¨¦s para entender los or¨ªgenes del Sistema Solar. Y no solo los or¨ªgenes, sino tambi¨¦n la evoluci¨®n. Otros meteoritos muy interesantes son aquellos que han sido identificados, gracias a una comparaci¨®n con rocas de otros mundos estudiadas in situ por misiones como Viking o Dawn, con las procedentes de otros grandes astros. Por ejemplo, en la Tierra hay rocas del planeta Marte o del asteroide Vesta que debieron ser arrancadas de su superficie debido a violentos choques de meteoritos sobre ellos y que acabaron llegando hasta la Tierra. Finalmente, el propio agua de la Tierra o incluso la vida pueden tener un origen m¨¢s all¨¢ de nuestro planeta. Ya daremos m¨¢s detalles de todas estas importaciones de materiales extraterrestres en futuros art¨ªculos.
Pablo G. P¨¦rez Gonz¨¢lez es investigador del Centro de Astrobiolog¨ªa, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas y del Instituto Nacional de T¨¦cnica Aeroespacial (CAB/CSIC-INTA)
Patricia S¨¢nchez Bl¨¢zquez es profesora titular en la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
Vac¨ªo C¨®smico es una secci¨®n en la que se presenta nuestro conocimiento sobre el universo de una forma cualitativa y cuantitativa. Se pretende explicar la importancia de entender el cosmos no solo desde el punto de vista cient¨ªfico sino tambi¨¦n filos¨®fico, social y econ¨®mico. El nombre ¡°vac¨ªo c¨®smico¡± hace referencia al hecho de que el universo es y est¨¢, en su mayor parte, vac¨ªo, con menos de 1 ¨¢tomo por metro c¨²bico, a pesar de que en nuestro entorno, parad¨®jicamente, hay quintillones de ¨¢tomos por metro c¨²bico, lo que invita a una reflexi¨®n sobre nuestra existencia y la presencia de vida en el universo.
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