La meritocracia y otros mecanismos psicol¨®gicos que sirven de excusa contra los impuestos
El cerebro humano est¨¢ dise?ado para favorecer la redistribuci¨®n, pero la desigualdad genera prejuicios que ayudan a justificar actitudes m¨¢s ego¨ªstas
Imagine el lector una partida de Monopoly ama?ada. Antes de empezar a jugar, se echa una moneda al aire que determina si usted ser¨¢ un jugador normal o un jugador privilegiado, que recibe el doble de dinero y tira dos veces el dado cada turno. Al final de la partida, sus ganancias se acumulan, y le preguntan c¨®mo lo ha conseguido, ?se acordar¨¢ de la moneda que determin¨® su fortuna? Este experimento se realiz¨® hace unos a?os en la Universidad de California y el resultado es revelador: ninguno de los ganadores mencion¨® su notable ventaja inicial, sino que lo atribuyeron a su estrategia, a las decisiones que tomaron, a los lances del juego que supieron gestionar.
Cuando la vida te sonr¨ªe, es f¨¢cil fijarse en los m¨¦ritos y olvidar las ventajas que se disfrutan frente a quienes pierden. ¡°Esto ayuda a explicar c¨®mo la desigualdad econ¨®mica ha podido crecer tanto¡±, explica Jonathan Mijs, de la Universidad de Harvard: ¡°Cuando las personas entienden el ¨¦xito y el fracaso en t¨¦rminos meritocr¨¢ticos, son el resultado merecido de un proceso justo y equitativo¡±.
En las ¨²ltimas semanas, en Espa?a se ha debatido mucho sobre el pago de impuestos tras la marcha de algunos youtubers (j¨®venes que ganan dinero con v¨ªdeos en plataformas de internet). En su discurso y el de quienes los defienden se deslizaba la idea de que es natural querer quedarse la mayor cantidad de dinero posible, pero esto no es cierto. Muchos estudios recientes ¡ªcomo este de Nature y este de Science¡ª se?alan una y otra vez que el cerebro humano est¨¢ cableado para preferir, y disfrutar con, la redistribuci¨®n de nuestra propia riqueza para corregir desigualdades.
¡°A medida que la desigualdad ha aumentado, tambi¨¦n lo ha hecho la creencia en la meritocracia. Las sociedades m¨¢s desiguales creen m¨¢s firmemente en esta¡±Jonathan Mijs, Universidad de Harvard
Al contrario de lo que pudiera parecer, el pago de impuestos le resulta hoy m¨¢s razonable que nunca a la ciudadan¨ªa espa?ola. Cuando el CIS preguntaba a los espa?oles en 1990 su opini¨®n sobre los impuestos, el 27,5% opinaba que era algo que el Estado les obligaba a pagar, mientras un 51% dijo: ¡°Son necesarios para que el Estado pueda prestar servicios¡±. En 2020, los que ven los impuestos como una obligaci¨®n son solo el 18,7% y los que opinan que son necesarios han aumentado hasta el 63,6%, el m¨¢ximo en d¨¦cadas. Lo que ha ocurrido en los ¨²ltimos meses (como public¨® Luis Miller, soci¨®logo del CSIC) es que por primera vez se ha polarizado el debate sobre los impuestos. Espa?a siempre hab¨ªa disfrutado de cierto consenso, pero ahora el 43% de los votantes de Vox los ve esencialmente como una obligaci¨®n, frente al 6,6% de Unidas Podemos. Solo el partido de ultraderecha ha respaldado a los nuevos andorranos.
Eso s¨ª, hay determinadas condiciones en las que nos cuesta m¨¢s pagar: cuanto m¨¢s tenemos. ¡°La evidencia emp¨ªrica es relativamente clara: casi todos los estudios muestran que los ricos (en promedio) cumplen menos con los impuestos que los ciudadanos de clase media¡±, explica una revisi¨®n reciente sobre este fen¨®meno. Cuando los investigadores estudian la percepci¨®n sobre la redistribuci¨®n, observan que a medida que la gente percibe que sube por la escalera social, los impuestos le generan m¨¢s recelos. En uno de estos estudios, los participantes de alto estatus pensaban que quienes creen en una mayor redistribuci¨®n est¨¢n m¨¢s sesgados por su propio inter¨¦s (muy por encima del prejuicio que les atribu¨ªan a ellos los dem¨¢s); los que se mueven por conveniencia son los pobres. En otro estudio, publicado hace unos meses, se destap¨® un mecanismo curioso: cuando se le muestran pruebas de sus privilegios a personas con ventajas sociales, tienden a responder a la defensiva, alegan las dificultades personales que han vivido y enfatizan sus propios esfuerzos.
Un estudio se?ala que ¡°la meritocracia sirve como un pegamento social, mantiene la jerarqu¨ªa basada en el estatus y hace que las desigualdades sean m¨¢s aceptables¡±
Ah¨ª es donde el concepto de meritocracia desempe?a un papel fundamental, seg¨²n muchos estudios. Por ejemplo, los que ha realizado Mijs, que muestran c¨®mo la gente de los pa¨ªses occidentales se ha vuelto m¨¢s creyente en la meritocracia en las ¨²ltimas d¨¦cadas. ¡°Espa?a no es una excepci¨®n a esta tendencia. Mi investigaci¨®n describe c¨®mo las generaciones m¨¢s j¨®venes est¨¢n m¨¢s convencidas de que su sociedad es una meritocracia¡±, se?ala Mijs. Como se observa en los datos del investigador, la creencia en que el ¨¦xito viene determinado por el esfuerzo ha crecido de forma notable en las ¨²ltimas d¨¦cadas en Espa?a.
Es la gran explicaci¨®n para la llamada paradoja de la desigualdad: cuanto m¨¢s crece la brecha en la sociedad, m¨¢s gente cree que se debe a que los de arriba se esfuerzan m¨¢s. ¡°Al estudiar las tendencias en la opini¨®n p¨²blica sobre la desigualdad en los pa¨ªses occidentales y con el tiempo, descubr¨ª que a medida que la desigualdad ha aumentado, tambi¨¦n lo ha hecho la creencia en la meritocracia. De hecho, los ciudadanos de algunas de las sociedades m¨¢s desiguales creen m¨¢s firmemente en la meritocracia¡±, se?ala Mijs.
Mijs explica su hallazgo ¡°desconcertante¡± por las consecuencias sociales de la creciente desigualdad: ricos y pobres viven sus vidas casi completamente desconectadas unas de otras
Un repaso reciente a todos los estudios cient¨ªficos sobre este fen¨®meno llega a una conclusi¨®n clara: ¡°En tales sociedades, la meritocracia como sistema de creencias socialmente compartido sirve como un pegamento social, mantiene la jerarqu¨ªa basada en el estatus y, lo que es m¨¢s importante, hace que las desigualdades sean m¨¢s aceptables, promoviendo as¨ª la estabilidad dentro del sistema social estratificado¡±. En cambio, cuanto m¨¢s se fija una sociedad en las causas estructurales de la riqueza y la pobreza, m¨¢s inter¨¦s se manifiesta por intentar corregirlo con pol¨ªticas p¨²blicas. Algo que tambi¨¦n se ha detectado en el contexto de la pandemia de covid.
La psic¨®loga social Alexandra V¨¢zquez ha estudiado c¨®mo funciona este sesgo: en un estudio reci¨¦n publicado, mostraba c¨®mo la sociedad le atribuye menos capacidad y peor criterio moral a una joven de clase baja. ¡°La meritocracia es de gran ayuda para darle sentido a la jerarqu¨ªa social: los de abajo no se lo han ganado y los de arriba son m¨¢s competentes. Se sobrestima su autorrealizaci¨®n y se atribuyen sus ¨¦xitos a sus caracter¨ªsticas personales y no al contexto que les han llevado hasta ah¨ª¡±, se?ala V¨¢zquez, de la UNED. En un estudio realizado en 27 pa¨ªses se observ¨® que los ricos tienden a ser percibidos como competentes y fr¨ªos, mientras que los pobres son descritos como amables e incompetentes. Estos estereotipos, como el de que los pobres son felices y los ricos no, contribuyen a la percepci¨®n de que el sistema es justo en cierto modo: cada extremo tiene algo de bueno y algo de malo, as¨ª hay cierto equilibrio.
¡°Cuando cometemos una transgresi¨®n, buscamos justificarnos para no plantearnos nuestra propia inmoralidad y para proteger la autoestima¡±Alexandra V¨¢zquez, UNED
Mijs explica su hallazgo ¡°desconcertante¡± por las consecuencias sociales de la creciente desigualdad: ricos y pobres viven sus vidas casi completamente desconectadas unas de otras. ¡°Desde sus c¨ªrculos sociales cada vez m¨¢s aislados, el mundo parece m¨¢s igualitario y m¨¢s meritocr¨¢tico de lo que realmente es. Cuando tus amigos, vecinos y colegas comparten el mismo conjunto de privilegios o desventajas, ya no se notan las fuerzas estructurales que lo frenan o lo impulsan¡±, resume este soci¨®logo. Muchos estudios han identificado que cada vez es m¨¢s complicado para la poblaci¨®n siquiera imaginar el verdadero calibre de la desigualdad: pensamos que el director cobra 30 veces el salario medio de su empresa, cuando en realidad ronda las 300.
En su libro La tiran¨ªa del m¨¦rito (Debate), el profesor de Harvard Michael Sandel expresa as¨ª una idea que bien puede aplicarse a los youtubers andorranos: ¡°Ganar mucho dinero no es ning¨²n indicador del m¨¦rito o la virtud de una persona, pues refleja simplemente la feliz casualidad de que las capacidades que una persona ofrece en el mercado son justamente aquellas para las que hay demanda en ¨¦l¡±. Y a?ade: ¡°Desde el momento en que una sociedad instaura una legislaci¨®n fiscal justa, sus miembros tienen derecho a quedarse aquella parte de sus ingresos que la ley estipule, pero lo que no est¨¢ justificado es que reclamen que la normativa sobre impuestos deba redactarse como si tuviera que pagar o recompensar sus m¨¦ritos y logros¡±.
Una investigaci¨®n sobre gestores de patrimonios en para¨ªsos fiscales mostr¨® que se consideran unos incomprendidos que ¨²nicamente se dedican a rescatar a sus clientes de las garras de codiciosos herederos o a evitar que arruinen sus vidas. Para V¨¢zquez hay un factor esencial: ¡°A nadie le gusta verse como un ego¨ªsta o un inmoral¡±. Se produce una disonancia cognitiva al mirarse al espejo y por eso se pone en tela de juicio la eficiencia del Estado, por ejemplo, como pretexto para no pagar. ¡°Cuando cometemos una transgresi¨®n tenemos que reconstruir la realidad, buscamos justificarnos para no plantearnos nuestra propia inmoralidad y para proteger la autoestima¡±. Y de ah¨ª muchas de las explicaciones que se dan. Como escribe Thomas Piketty en su c¨¦lebre libro El capital del siglo XXI, a prop¨®sito de las desigualdades que motivaron la Revoluci¨®n Francesa: ¡°Al menos, nadie estaba tratando de representar la desigualdad del Antiguo R¨¦gimen como justa¡±.
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