¡°Olvidamos porque nuestros recuerdos compiten entre ellos¡±
La neurobi¨®loga Mara Dierssen investiga el funcionamiento del cerebro. ¡°Una memoria infinita no nos dejar¨ªa pensar ni vivir¡±, dice
Mara Dierssen (Santander, 60 a?os) es una de las neurobi¨®logas espa?olas m¨¢s reconocidas internacionalmente y una autoridad mundial en la investigaci¨®n del s¨ªndrome de Down. Actu¨® durante a?os como soprano de la coral de Santander en conciertos de m¨²sica barroca, y es cantante del grupo de rock From Lost to The River, con cuyos conciertos recauda dinero destinado a la investigaci¨®n cient¨ªfica. Atiende a EL PA?S desde su despacho del Centro de Regulaci¨®n Gen¨®mica en Barcelona, donde trabaja, mediante conversaci¨®n telef¨®nica y correo electr¨®nico.
Pregunta. El cerebro, nuestro ¨®rgano m¨¢s misterioso, ?es un ¨®rgano m¨¢s?
R. Ram¨®n y Cajal dec¨ªa que las neuronas son c¨¦lulas de formas delicadas y elegantes, las misteriosas mariposas del alma, cuyo batir de alas qui¨¦n sabe si esclarecer¨¢ alg¨²n d¨ªa el secreto de la vida mental.
P. O sea que no.
R. Bueno. El cerebro es el ¨®rgano que nos permite contemplar y tener conocimiento del mundo, y de nosotros mismos a trav¨¦s de la consciencia. Pero s¨ª, comprender la actividad mental a trav¨¦s de su estructura biol¨®gica sigue siendo un misterio. Porque a pesar de que las nuevas tecnolog¨ªas nos permiten escanear nuestro cerebro, mapearlo neurona a neurona, poder contemplar su actividad en vivo e incluso manipularlo en cierta medida, las respuestas que buscamos, y las preguntas que hemos de hacer y c¨®mo hemos de hacerlas, son a¨²n inciertas, e ir¨¢n desvel¨¢ndose con el tiempo. Hay una frase del escritor Jeffrey Eugenides que viene muy al caso: ¡°La biolog¨ªa te da un cerebro, la vida lo convierte en una mente¡±.
P. Pero dudamos.
R. Porque seguimos dudando sobre si nuestra naturaleza se reduce a un mero y sofisticado mecanismo biol¨®gico, o si bien la ciencia es incapaz de desvelar la esencia misma de lo que somos, al menos, sin cuestionarse algunos de sus postulados m¨¢s b¨¢sicos. Tenemos que acostumbrarnos a mantenernos en la duda. Y desde la duda podemos contemplar cualquier alternativa.
P. ?Tiene buena memoria?
R. ?A qu¨¦ denominamos ¡°buena memoria¡±? Se considera que alguien tiene buena memoria cuando recuerda muchas cosas; eso se refiere a la capacidad del sistema de almacenaje, algo m¨¢s relacionado con la estabilidad del recuerdo de lo aprendido. De hecho, existen casos de personas con una memoria excesiva que se consideran incluso patol¨®gicos, como el de Brad William, al que llaman el Google humano. Y en Funes el memorioso, Borges relata la historia de Ireneo Funes, que, tras un accidente, recordaba absolutamente todo, y consideraba su memoria como un vertedero de basura. ?Qu¨¦ quiere decir esto? Que una memoria infinita no nos dejar¨ªa pensar ni vivir.
P. ?Y la relaci¨®n de la biolog¨ªa con la memoria?
R. Es que almacenar informaci¨®n no es un proceso unitario. La fase inicial es de puro registro, que implica la transformaci¨®n de la informaci¨®n sensorial en se?ales neuronales reconocibles y manipulables por el cerebro, una especie de c¨®digos de la informaci¨®n verbal (palabras, n¨²meros, letras) o visual (im¨¢genes y figuras). Y esta codificaci¨®n no es neutra: de toda la informaci¨®n sensorial que somos capaces de captar, seleccionamos una parte mediante la atenci¨®n, y esa porci¨®n de realidad la interpretamos de acuerdo con vivencias y tambi¨¦n con ideas anteriores. Es un proceso que est¨¢ influenciado por las distracciones, las preocupaciones, la falta de inter¨¦s o incluso por el estado f¨ªsico de la persona, si estamos cansados o enfermos. Todo ello modula de forma importante qu¨¦, cu¨¢nto y c¨®mo recordamos.
P. La segunda fase.
R. La de almacenamiento, que se cre¨ªa una especie de ba¨²l de los recuerdos biol¨®gicos y ahora sabemos que no, porque cuando recordamos algo modificamos esa memoria. Ah¨ª es cuando retenemos la informaci¨®n para conservarla y poder recuperarla, pero a¨²n es una retenci¨®n a corto plazo. De hecho, nuestra memoria funciona en varias escalas temporales que pueden suceder de forma simult¨¢nea. F¨ªjese que cualquier operaci¨®n mental requiere retener moment¨¢neamente una informaci¨®n en lo que se denomina memoria operativa. Ser¨ªa la que utilizamos cuando realizamos una operaci¨®n matem¨¢tica que exige saber ¡°cu¨¢nto me llevo¡±, durante unos segundos.
P. ?Por ejemplo?
R. Mantenemos el n¨²mero de tel¨¦fono de nuestro dentista en la mente hasta que lo marcamos, y despu¨¦s lo olvidamos. Lo curioso es que existe una especie de aprendizaje oculto. Es decir, aunque solo lo retengamos durante segundos, ese n¨²mero que r¨¢pidamente olvidamos nos ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil de recordar la siguiente vez. Esta memoria operativa es tambi¨¦n la que produce la sensaci¨®n de tiempo presente, de que algo est¨¢ pasando ahora.
P. ?Pero?
R. Pero para que la informaci¨®n sea transferida a una memoria de largo plazo se exige un proceso de consolidaci¨®n. Y para consolidar la informaci¨®n que percibe el cerebro se modifica su funci¨®n, e incluso su estructura, en respuesta a la experiencia. Esta propiedad, relacionada con la capacidad de adaptaci¨®n al entorno, se llama plasticidad. Pues bien, puede existir plasticidad en diferentes ventanas temporales, a corto, medio o largo plazo, en funci¨®n de sus mecanismos biol¨®gicos, desde cambios bioqu¨ªmicos o epigen¨¦ticos hasta cambios estructurales. En los ¨²ltimos a?os ha tomado fuerza la evidencia experimental que indica que los recuerdos se localizan en circuitos cuyas neuronas se han conectado con m¨¢s fuerza mientras aprendemos. Estas peque?as asambleas de neuronas m¨¢s interconectadas conformar¨ªan lo que se denomina el engrama, o huella de memoria, y se cree que esos engramas almacenan un recuerdo gracias al refuerzo de contactos entre las neuronas que lo forman. De hecho, su existencia se ha demostrado emp¨ªricamente, ya que podemos ¡°reactivar¡± un engrama usando una tecnolog¨ªa conocida como optogen¨¦tica, y eso nos hace recordar.
P. ?La memoria se entrena?
R. Los recuerdos autobiogr¨¢ficos se imprimen casi de forma autom¨¢tica, sin esfuerzo, salvo si padecemos un trastorno cognitivo o una enfermedad neurodegenerativa como la enfermedad de Alzheimer. Adem¨¢s, tenemos informaci¨®n del contexto (d¨®nde nos pas¨®, con qui¨¦n est¨¢bamos, etc¨¦tera). En cambio hay otro tipo de memoria, denominada memoria sem¨¢ntica, que requiere un aprendizaje consciente. Es la que se asocia m¨¢s con nuestro aprendizaje acad¨¦mico. Esta memoria hace referencia a los conocimientos, al saber y la cultura de una persona a trav¨¦s de la informaci¨®n que adquirimos en los libros y las ense?anzas. Sabemos, por ejemplo, que Cervantes escribi¨® El Quijote, pero no necesariamente recordamos en qu¨¦ lugar o qu¨¦ d¨ªa lo aprendimos. La memoria sem¨¢ntica requiere m¨¢s esfuerzo y repeticiones que la epis¨®dica para aprender la informaci¨®n y recordarla.
En Funes el memorioso, Borges relata la historia de Ireneo Funes, que, tras un accidente, recordaba absolutamente todo, y consideraba su memoria como un vertedero de basura. ?Qu¨¦ quiere decir esto? Que una memoria infinita no nos dejar¨ªa pensar ni vivir.
P. ?Qu¨¦ hace el cerebro cuando queremos borrar un recuerdo?
R. Las bases biol¨®gicas del olvido se han estudiado menos que las de la memoria. ?Olvidar supone desaprender lo aprendido o es que se desvanece la huella biol¨®gica de la memoria? Cuando no conseguimos recuperar un recuerdo, podr¨ªa ser por destrucci¨®n de los contenidos o porque no funcione correctamente el mecanismo de b¨²squeda y recuperaci¨®n. El primer caso ser¨ªa, por ejemplo, el de una amnesia: la p¨¦rdida de la memoria puede ser definitiva o temporal. Lo interesante es que, si fuera el segundo mecanismo, la memoria podr¨ªa recuperarse si se repararan esos procesos de b¨²squeda y recuperaci¨®n. En los ¨²ltimos a?os algunos experimentos apuntan a que ese podr¨ªa ser el caso en fases tempranas de alzheimer.
P. Ese segundo mecanismo...
R. Es la raz¨®n m¨¢s extendida del olvido: la existencia de interferencias o elementos competidores con un recuerdo. Por ejemplo, si aparcamos cada d¨ªa en plazas diferentes del mismo aparcamiento. De hecho, si construimos una curva del olvido viendo cu¨¢nta informaci¨®n somos capaces de retener y durante cu¨¢nto tiempo, en los primeros momentos tras la adquisici¨®n de informaci¨®n es cuando la memoria es m¨¢s fr¨¢gil.
P. ?Y olvidar o tratar de hacerlo perjudica a nuestro cerebro?
R. ?En absoluto! Trabajos neurocient¨ªficos sugieren que nuestro cerebro est¨¢ construido para que olvidemos y recordemos cosas, y parece ser que muchas de las c¨¦lulas cerebrales asociadas con la memoria promueven activamente el olvido. Un ejemplo son las nuevas neuronas que nacen en el cerebro despu¨¦s de nuestro nacimiento, en la neurog¨¦nesis. Gracias a esas neuronas, el cerebro sobreescribe y borra memorias. De hecho, cuando aprendemos de nuevo algo que hemos olvidado, a menudo ese aprendizaje es m¨¢s duradero y se asocia a una mejor comprensi¨®n de lo aprendido. Tambi¨¦n se ha reportado que las memorias d¨¦biles pueden mejorar la comprensi¨®n y facilitar la resoluci¨®n de problemas, cosa que es m¨¢s dif¨ªcil con una memoria muy r¨ªgida. Al margen del olvido generado por la lejan¨ªa temporal, los recuerdos est¨¢n influidos por las emociones de la persona. Y aunque a todos nos gustar¨ªa borrar de la mente las experiencias negativas, los malos recuerdos pueden tener un valor de supervivencia, para evitar repetir los errores cometidos o para protegerse mejor en el futuro.
P. La memoria es fr¨¢gil.
R. Pero se reconstruye cada vez que recordamos algo. Se pueden a?adir recuerdos de cosas que no sucedieron, modificar otros e incluso tergiversarlos. Existen tambi¨¦n patolog¨ªas del olvido, como el trastorno de estr¨¦s postraum¨¢tico, en que sucesos generan terror e indefensi¨®n, facilitan una mejor consolidaci¨®n de la memoria. Es decir, se recuerda mejor lo que emociona, as¨ª que no siempre se puede olvidar cuando se quiere.
P. ?Las neuronas tienden a la anarqu¨ªa?
R. Esa idea viene de las simulaciones. Sabemos que las neuronas se comunican entre s¨ª emitiendo pulsos r¨¢pidos de se?ales el¨¦ctricas que son capaces (o no) de liberar un neurotransmisor, es decir una sustancia qu¨ªmica que se traduce en un cambio en la actividad de la neurona con la que se comunica. Viene a ser lo mismo que la palabra en la comunicaci¨®n humana. Si yo digo algo, la persona que recibe esa informaci¨®n reacciona de una manera determinada. En t¨¦rminos de la actividad bioel¨¦ctrica cerebral, esas peque?as corrientes el¨¦ctricas que produce nuestro cerebro y que podemos registrar con un electroencefal¨®grafo se producen gracias a la actividad de los dos tipos b¨¢sicos de neuronas corticales (excitadoras e inhibidoras). Ambos tipos neuronales est¨¢n interconectados en una red, y producen oscilaciones en las corrientes el¨¦ctricas. De hecho, lo que sucede es que no comprendemos c¨®mo el cerebro puede determinar la certeza de la informaci¨®n que transmiten las neuronas debido a las peque?as incertidumbres en sus patrones de actividad. Simplemente no es posible entender o crear un modelo computacional con los miles de est¨ªmulos que provienen de todo el cerebro. Y, como solemos hacer los seres humanos, lo que no comprendemos lo denominamos ruido o pensamos que no tiene ninguna funci¨®n, como suced¨ªa con la materia oscura del ADN, o ADN basura, que con el tiempo ha resultado ser m¨¢s importante que los propios genes que codifican prote¨ªnas.
P. Todos los actos pueden ser pr¨¢cticamente controlables, ?pero las emociones? Una persona puede decidir no ser infiel, pero no puede decidir que otra persona le atraiga.
R. La certeza de tener el control de nuestra conducta, y nuestro cerebro, es muy posiblemente una mera ilusi¨®n. Sabemos que muchas decisiones, por no decir la mayor¨ªa, se toman en el modo no consciente de funcionamiento de nuestra mente. Dicho de otra manera: la libertad como concepto desborda los l¨ªmites de la ciencia, porque no puede ser medido como tal, sino que depende de cada individuo en cada momento. Pero la libertad no es simplemente la sensaci¨®n de que hacemos lo que nos da la gana: sabemos que son muchos los condicionantes no conscientes que afectan a nuestro comportamiento.
P. Tenemos m¨¢s informaci¨®n que nunca, pero no tenemos ni idea de d¨®nde la guardamos en el cerebro. ?Cu¨¢l es su capacidad? ?Se podr¨¢ saberlo en el futuro o ampliar el disco duro?
R. Hay estudios que intentan determinar las similitudes entre la capacidad de almacenamiento de informaci¨®n de un cerebro y un ordenador. De tales met¨¢foras surgen datos como que somos capaces de almacenar petabytes de informaci¨®n. Esas comparaciones son una falacia porque se basan en cuantificar el n¨²mero de contactos entre neuronas, llamados sinapsis, y ahora ya sabemos que no es en la sinapsis donde se guardan los recuerdos. La pregunta en mi opini¨®n ser¨ªa: ?para qu¨¦ querr¨ªamos aumentar ese disco duro, ese almacenamiento? En realidad, el exceso de informaci¨®n puede ser tan da?ino como la escasez de informaci¨®n: genera dificultades para comprender, y para tomar decisiones.
P. Ya adultos, nuestro cerebro crece.
R. Ya adultos, como dices, incluso f¨ªsicamente. En algunos trabajos se ha estudiado, por ejemplo, c¨®mo cambia incluso el volumen de algunas estructuras cerebrales con la experiencia. Durante mucho tiempo hemos pensado que el cerebro con el que nac¨ªamos ya no se modificaba, al menos en lo que se refiere al n¨²mero de neuronas y a sus conexiones estructurales. Sin embargo, ahora sabemos que existe un fen¨®meno que se conoce como plasticidad cerebral y que viene a resumir la famosa frase de Cajal: una persona es escultora de su propio cerebro. Se crean nuevas conexiones entre las neuronas o incluso en algunos nichos neurobiol¨®gicos nacen nuevas neuronas que se integran en los circuitos ya existentes.
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