El pueblo que renaci¨® de las cenizas de un volc¨¢n
El Eldfell de Islandia se trag¨® la mitad de un pueblo de 5.500 personas en 1973. 48 a?os despu¨¦s ha recuperado casi toda su poblaci¨®n y es un importante centro tur¨ªstico
El pueblo que renaci¨® de las cenizas de un volc¨¢n
ir al contenidoKrist¨ªn J¨®hannsd¨®ttir recuerda perfectamente la madrugada del 23 de enero de 1973. ¡°Ten¨ªa 13 a?os. Mi padre nos despert¨® a mis hermanos y a m¨ª. Estaba muy nervioso. Dec¨ªa todo el rato: ¡®Dios m¨ªo, Dios m¨ªo¡¯. Mir¨¦ por la ventana del sal¨®n y vi que todo estaba ardiendo. Lo primero que pens¨¦ fue: ¡®Ha estallado la guerra¡¯¡±.
En realidad hab¨ªa comenzado una de las peores erupciones volc¨¢nicas de la historia de Islandia. En plena noche y sin previo aviso se abri¨® en la tierra una fisura de m¨¢s de un kil¨®metro de largo que comenz¨® a vomitar r¨ªos de lava y a escupir bombas de magma de m¨¢s de 25 kilos que ca¨ªan a las casas del pueblo de Vestmannaeyjar, situado a unos cientos de metros colina abajo. Multitud de expertos coinciden en que la erupci¨®n del volc¨¢n Eldfell y la destrucci¨®n que ocasion¨® es la m¨¢s parecida que se conoce a la del volc¨¢n de Cumbre Vieja en la isla de La Palma. La cat¨¢strofe islandesa contiene interesant¨ªsimas lecciones para la isla canaria, en especial para sus habitantes que lo han perdido todo. Este lugar es el ejemplo de c¨®mo una comunidad dada por perdida puede renacer de las cenizas de un volc¨¢n.
Egill Egilson ten¨ªa 24 a?os cuando estall¨® la erupci¨®n. Viv¨ªa con su mujer y su hijo casi reci¨¦n nacido. ¡°Eran las dos de la ma?ana¡±, recuerda. ¡°Encend¨ª la radio. Dijeron que informar¨ªan de lo que hacer. Y nos dijeron que todos al puerto. Todos los barcos de pesca estaban all¨ª. El d¨ªa anterior hizo muy mal tiempo y no hab¨ªan salido a faenar. En eso tuvimos suerte¡±.
Vestmannaeyjar es la ¨²nica poblaci¨®n de la isla de Heimaey, que a su vez es la ¨²nica habitada de un archipi¨¦lago de 15 islas al sur de Islandia. La actividad volc¨¢nica es patente. En 1963, comenz¨® otra erupci¨®n en medio del mar que dur¨® tres a?os y acab¨® formando una nueva isla: Surtsey.
En apenas seis horas, la flota pesquera y los aviones militares desalojaron a la inmensa mayor¨ªa de los 5.500 habitantes de Heimaey. Apenas pudieron llevarse consigo algo de ropa y, en el mejor de los casos, leche y alguna galleta para dar de comer a sus hijos. Muchos no regresar¨ªan a su isla hasta un a?o despu¨¦s.
El ge¨®logo canadiense Alan Morgan consigui¨® desembarcar en Heimaey seis d¨ªas despu¨¦s del inicio de la erupci¨®n armado de c¨¢maras fotogr¨¢ficas. Sus diarios de aquel d¨ªa ponen los pelos de punta. ¡°El volc¨¢n estaba justo encima del pueblo y desde ¨¦l ca¨ªa una lluvia de fuego l¨ªquido¡±, escribi¨®. ¡°Hay unas 35 explosiones por minuto. Las bombas de lava cambian de forma seg¨²n ascienden y caen. Todas las luces del pueblo est¨¢n encendidas, pero no hay ni un alma. En el puerto hay un barco partido por la mitad, medio hundido, cubierto de ceniza. La d¨¢rsena y las calles est¨¢n enterradas en 60 cent¨ªmetros de tierra negra¡±.
El ingeniero P¨¢ll Z¨®ph¨®n¨ªasson fue uno de los 200 habitantes que decidieron quedarse a hacer frente al volc¨¢n. ¡°Los primeros d¨ªas actuamos sin ning¨²n tipo de plan¡±, recuerda. ¡°Luego llegaron los de protecci¨®n civil desde Reikiavik [la capital islandesa] y nos ayudaron a sacar los muebles y las posesiones de las casas y las oficinas. Empezamos a meterlas en contenedores. Us¨¢bamos coches particulares y barcos de pesca. Luego llegaron barcos grandes con m¨¢s contenedores. Para entonces el muelle estaba lleno de coches. Tuvimos que llevarlos todos a Reikiavik. Tardamos un mes en llevarnos todo, pero vaciamos todas las casas de Vestmannaeyjar¡±, explica Z¨®ph¨®n¨ªasson. Este ingeniero ten¨ªa 30 cuando sucedi¨® la tragedia. Ahora, a sus 79, explica su historia en un mirador edificado justo encima de la colada de lava de 1973 desde donde se observa una vista maravillosa de las islas y el puerto. Es casi imposible creer que hace menos de 50 a?os casi la mitad del pueblo estaba bajo la lava y la ceniza.
Las fotos de la ¨¦poca recuerdan mucho a las de La Palma. Los voluntarios se afanaban en retirar la ceniza de los tejados para evitar que se hundieran. En aquel caso colocaban adem¨¢s planchas de metal corrugado en las ventanas para intentar salvarlas de las bombas pirocl¨¢sticas. A pesar de todo la lava avanzaba imparable y amenazaba con cerrar la salida al mar desde el puerto, que era la ¨²nica forma de vida de la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n.
¡°Entonces hicimos un experimento¡±, recuerda Z¨®ph¨®n¨ªasson. ¡°Cerca del muelle cogimos un cami¨®n de bomberos y empezamos a echar agua en la lava. Cuando lo hicimos vimos que la lava se desplazaba para el otro lado. Entonces se decidi¨® traer todas las bombas a presi¨®n que hubiese en Islandia para regar la lava¡±.
Fue la mayor operaci¨®n de este tipo que se conoce. Se usaron kil¨®metros de tuber¨ªas, decenas de bombas y dos barcos de extinci¨®n de incendios. Es imposible saber si funcion¨® o no, aunque la mayor¨ªa de vulcan¨®logos cree que s¨ª. Lo cierto es que la lava avanz¨® hacia otro lado, probablemente destruyendo m¨¢s casas, pero el puerto se salv¨®.
El Eldfell estuvo en erupci¨®n cinco meses y cinco d¨ªas. En total se perdieron m¨¢s de 400 casas y unas 2.000 personas se quedaron sin hogar. Un a?o despu¨¦s de la tragedia los habitantes comenzaron a volver al pueblo.
¡°El primer invierno fue muy oscuro y silencioso¡±, recuerda Krist¨ªn J¨®hannsd¨®ttir. ¡°Todo estaba negro. Hab¨ªa que desenterrar casi toda la ciudad. Las casas que hab¨ªan quedado completamente cubiertas de cenizas ten¨ªan muchos da?os. Mi primer empleo, como el de la mayor¨ªa de chavales del pueblo, fue retirar toda esa arena negra. Todo el verano estuvimos sac¨¢ndola de los jardines de las casas y plantando hierba¡±, detalla.
Las im¨¢genes de la reconstrucci¨®n son apabullantes. En el puerto el frente de lava hab¨ªa alcanzado dos grandes naves donde se procesaba el pescado. Tan solo un a?o despu¨¦s se hab¨ªa retirado toda la lava solidificada. Los dos edificios volvieron a operar y los coches pudieron volver a pasar por esa calle.
¡°Hab¨ªa un mill¨®n de metros c¨²bicos de ceniza¡±, recuerda el ingeniero Z¨®ph¨®n¨ªasson. ¡°Llevamos unos 700.000 metros c¨²bicos al oeste de la isla y los usamos para construir cimientos de casas nuevas y una nueva pista de aterrizaje. En septiembre ya hab¨ªamos quitado el 70% de la ceniza. La lava se convirti¨® en roca y unos dos meses despu¨¦s ya pod¨ªamos subirnos a ella y trabajar. Recuperamos dos carreteras. No fue dif¨ªcil con los buld¨®ceres¡±, a?ade.
La reconstrucci¨®n se coste¨® con una peque?a subida de impuestos a todos los islandeses, recuerda Z¨®ph¨®n¨ªasson. Una de las primeras acciones fue traer 550 casas prefabricadas para alojar a los que hab¨ªan perdido sus hogares. Adem¨¢s lleg¨® mucha ayuda econ¨®mica de otros pa¨ªses escandinavos. Morgan calcul¨® que el coste total de la erupci¨®n fue de unos 100 millones de d¨®lares de la ¨¦poca.
Un a?o despu¨¦s de la erupci¨®n hab¨ªan vuelto a Heimaey 3.500 de sus 5.500 habitantes. La poblaci¨®n nunca ha llegado a recuperarse del todo, pues actualmente viven 4.300 all¨ª. Muchas familias decidieron no volver jam¨¢s. Una de ellas es la de la due?a de una casa que fue desenterrada de las cenizas del volc¨¢n 40 a?os despu¨¦s. Mientras retiraban la ¨¢spera tierra negra fueron encontrando todo lo que sus due?os hab¨ªan dejado atr¨¢s a la carrera: la ropa de sus beb¨¦s, sus ¨²tiles de aseo, platos de pl¨¢stico retorcidos de forma grotesca por el calor. Un term¨®metro se qued¨® parado en los 90 grados cent¨ªgrados.
Esa casa es hoy uno de los s¨ªmbolos del renacimiento de Vestmannaeyjar. El edificio se conserva tal y como se desenterr¨®, con todos sus objetos tirados por el suelo. Los techos est¨¢n apuntalados para que no se vengan abajo. Lo m¨¢s interesante es que esta casa est¨¢ ahora dentro de un moderno edificio de cristal y hierro forjado. Es el museo de la erupci¨®n del Eldfell, que en island¨¦s significa monta?a de fuego.
¡°Tras la erupci¨®n nos convertimos en una de las principales atracciones tur¨ªsticas¡±, explica Krist¨ªn J¨®hannsd¨®ttir, directora del museo. ¡°Todos los viajeros que llegaban a Islandia ven¨ªan a Vestmannaeyjar a ver el volc¨¢n y caminar en esta tierra nueva. Nos llev¨® un tiempo convencer a la gente de llevar a cabo este proyecto, pero finalmente entendieron que ser¨ªa interesante para contarle a las nuevas generaciones lo que pas¨®. Siete a?os despu¨¦s, la mayor¨ªa est¨¢n muy orgullosos del museo¡±, a?ade. Esta iniciativa financiada entre el Ayuntamiento del pueblo y el Estado de Islandia cost¨® unos seis millones de euros. Recibe unos 40.000 visitantes al a?o y, seg¨²n J¨®hannsd¨®ttir, ya ha sido rentabilizado.
Aquella noche de enero de 1973 J¨®hannsd¨®ttir respir¨® sorprendentemente tranquila. ¡°Cuando mi padre nos dijo que era una erupci¨®n volc¨¢nica pens¨¦, ¡®OK, no pasa nada, podemos superarlo¡¯¡±, recuerda.
Aquella chavala de 13 a?os creci¨®, se hizo historiadora, fue gu¨ªa tur¨ªstica y periodista en el Berl¨ªn de la ca¨ªda del Muro e intent¨® tratar a los habitantes de la Alemania Oriental como a ella la trataron cuando fue una refugiada volc¨¢nica en Islandia. ¡°Ahora pienso en la gente de La Palma y puedo entender que est¨¦n desesperados¡±, explica. ¡°As¨ª es como se sent¨ªa la gente aqu¨ª al ver arder sus casas. Viendo c¨®mo desaparec¨ªa aquello por lo que hab¨ªan trabajado toda su vida en unos minutos. Muchos pensaron que todo acabar¨ªa mal, pero pasado un tiempo la situaci¨®n cambi¨®. Incluso la gente que hab¨ªa perdido sus casas dec¨ªa: quiero vivir en esta isla, en ning¨²n otro sitio. Construiremos otra casa. Lo importante es que estamos vivos¡±.
¡°La Palma puede convertirse en la Pompeya moderna¡±
El geólogo estadounidense Richard Williams estuvo en la erupción cuando trabajaba para el Servicio Geológico de EE UU. El veterano investigador lanza una advertencia. “La erupción del Eldfell fue la segunda registrada en esta isla en los últimos 6.000 años. La actividad volcánica en La Palma es mucho más frecuente”.
“La gente de Heimaey que perdió su casa y la tenía asegurada no recibió compensación porque las aseguradoras consideraban la erupción “un hecho de Dios”, explica Williams. “Una de las cosas más importantes que sucedieron entonces es que el Parlamento islandés pactó un plan de compensación para que esa gente pudiese volver a la casilla de salida. Es algo encomiable que por ejemplo no sucedió en EE UU tras la tragedia del Katrina”, resalta. De hecho la erupción de Heimaey fue el germen del seguro estatal que a día de hoy sigue indemnizando a los islandeses que pierden sus casas y propiedades por erupciones y otros desastres naturales. La gente es libre de construir donde quiera, solo se le informa de los riesgos. La única excepción son las zonas de riesgo de avalanchas de nieve. “En La Palma, el Gobierno tiene una responsabilidad clara”, opina Williams. “Cuando haya cesado la erupción habrá que planear la edificación en la zona de forma que la gente que ha perdido sus casas pueda tener otras nuevas en la zona que decidan. A la gente de La Palma les diría que miren al futuro con optimismo y que estén unidos. Hay un gran potencial turístico, por ejemplo usando las casas medio consumidas por la lava como atracción turística. La Palma puede convertirse en una Pompeya moderna”, señala. Las ruinas de la ciudad romana reciben 2,5 millones de turistas cada año y son una de las principales atracciones turísticas de Italia, según Reuters.
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