Juan Palomo y la cirug¨ªa
Un par de ejemplos extravagantes de cirujanos que se operaron a s¨ª mismos nos sirven para ilustrar que la autosuficiencia es determinante en casos extremos

Si hay un dicho castellano que se identifica con la autosuficiencia ese es el de Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como. La citada expresi¨®n se la debemos a Francisco de Quevedo que, en una de sus letrillas sat¨ªricas, la suelta a modo de estribillo: ¡°Yo soy el rey Palomo: yo me lo guiso y yo me lo como¡±.
Con el tiempo el rey Palomo perder¨ªa la corona en el Valle de los Pedroches donde, a principios del siglo XIX, actuaba el bandolero Diego Padilla al que todo el mundo conoc¨ªa por el apodo de Juan Palomo, ya que era hombre resoluto capaz de hacer todo por ¨¦l mismo sin necesidad de cuadrilla que le ayudase. Desde entonces, el apodo servir¨ªa para se?alar a la persona que se basta y se sobra con ella misma; seg¨²n la RAE, una manera coloquial para designar al hombre que no se vale de nadie.
Y todo esto viene al hilo por las historias que hoy nos ocupan, claros ejemplos de autosuficiencia y resoluci¨®n en lo que a la medicina, y en especial a la cirug¨ªa, se refiere. Son casos singulares que han servido para demostrar que la autosuficiencia no siempre es sin¨®nimo de ego¨ªsmo.
Siguiendo el orden cronol¨®gico, el primer caso tiene como protagonista al cirujano estadounidense Evan O?Neill Kane (1861 ¨C 1932), para el cual la cirug¨ªa era un arte, por ello firmaba con su inicial, la letra K, tatu¨¢ndola en la piel de sus pacientes una vez terminada la intervenci¨®n. En el a?o 1921, O?Neill se extirp¨® su propio ap¨¦ndice con el fin de demostrar que la anestesia local se pod¨ªa aplicar a dicha operaci¨®n. A?os m¨¢s tarde, O?Neill volver¨ªa a mostrarse como un Juan Palomo cuando decidi¨® extirparse a s¨ª mismo una hernia inguinal.
No pude dormir en toda la noche. ?Me duele como el demonio! Una tormenta de nieve azota mi alma, gimiendo como 100 chacalesLeonid Rogozov, cirujano sovi¨¦tico
Siguiendo con la autosuficiencia, el caso del cirujano sovi¨¦tico Leonid Rogozov (1934-2000) fue distinto, pues se oper¨® a s¨ª mismo de apendicitis para salvar su propia vida. Ocurri¨® en la Ant¨¢rtida, en 1961, durante la expedici¨®n que le llev¨® a la base Novolazarevskaya junto a una docena m¨¢s de personas. De haber sido supersticioso, Rogozov hubiese echado la culpa al n¨²mero 13 cuando le empezaron los s¨ªntomas en el cuadrante inferior derecho del abdomen. Al estar aislado en la base, y no disponer de ayuda inmediata, Rogozov no tuvo m¨¢s remedio que operarse a s¨ª mismo con ayuda de un espejo. Para no perder el tacto, decidi¨® no utilizar guantes.
Cada cuatro o cinco minutos descansaba alrededor de 25 segundos. Casi dos horas despu¨¦s de haber empezado, dio por terminada la operaci¨®n. ¡°No pude dormir en toda la noche. ?Me duele como el demonio! Una tormenta de nieve azota mi alma, gimiendo como 100 chacales¡±, escribi¨® en su diario. Tras la intervenci¨®n, despu¨¦s de una semana de descanso, las fiebres bajaron y Rogozov se dio cuenta de que ten¨ªa otra oportunidad para seguir viviendo. As¨ª hizo hasta el a?o 2000, que muri¨® v¨ªctima de un c¨¢ncer de pulm¨®n.
Hay fotos de la operaci¨®n, donde se muestra a Rogozov tumbado, con las tripas abiertas, practic¨¢ndose la operaci¨®n con la misma autosuficiencia que un Juan Palomo a la hora de salvar su propia vida.
Rogozov fue tratado como un h¨¦roe nacional. Representaba al hombre que ven¨ªa de la clase trabajadora que hab¨ªa logrado una haza?a digna de ejemplo para el mundo de la ¨¦poca, dividido en los dos grandes bloques que, tras la II Guerra Mundial, manten¨ªan su conflicto denominado Guerra Fr¨ªa.
Ya ha pasado el tiempo de todo aquello; el Muro de Berl¨ªn no existe y muchas cosas cambiaron, pero aquel episodio que protagoniz¨® Rogozov servir¨ªa para que las apendicectom¨ªas fueran obligatorias en las expediciones ant¨¢rticas. A partir de entonces, lo de hacerse un Juan Palomo se qued¨® fuera de los planes de los exploradores ant¨¢rticos.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento
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