El amanecer de todo y el dinosaurio como animal modernista
El hallazgo en 1858 de hachas de s¨ªlex junto a huesos de especies extinguidas vino a demostrar que el ser humano es un animal antiguo, aunque no tanto como el mundo
La imaginaci¨®n y su capacidad para simular hechos y acontecimientos se pone en marcha cuando toca rellenar periodos remotos en los que la evidencia de acci¨®n hom¨ªnida resulta tan escasa como inexistente.
Siempre ha resultado dif¨ªcil resistirse a la tentaci¨®n de especular con historias que podr¨ªan haber sucedido. Hubo etapas en la historia de la humanidad en las que toda evidencia de vida ha sido un diente o alguna herramienta de piedra tallada. Por ello, componer el escenario y la acci¨®n a partir de dichos hallazgos es lo m¨¢s parecido a recomponer una pel¨ªcula a partir de un fotograma....
La imaginaci¨®n y su capacidad para simular hechos y acontecimientos se pone en marcha cuando toca rellenar periodos remotos en los que la evidencia de acci¨®n hom¨ªnida resulta tan escasa como inexistente.
Siempre ha resultado dif¨ªcil resistirse a la tentaci¨®n de especular con historias que podr¨ªan haber sucedido. Hubo etapas en la historia de la humanidad en las que toda evidencia de vida ha sido un diente o alguna herramienta de piedra tallada. Por ello, componer el escenario y la acci¨®n a partir de dichos hallazgos es lo m¨¢s parecido a recomponer una pel¨ªcula a partir de un fotograma.
Debido a ello, los profesores David Graeber y David Wengrow sostienen que cuando a los cient¨ªficos les da por asegurar que saben m¨¢s de lo que realmente saben, sus explicaciones quedan m¨¢s cerca de las narraciones b¨ªblicas que del m¨¦todo cient¨ªfico. Graeber y Wengrow lo explican al principio de su monumental trabajo El amanecer de todo (Ariel, 2022), un ensayo recientemente publicado en castellano; un estudio antropol¨®gico lleno de referencias arqueol¨®gicas que viene a desarticular el relato fundacional arraigado en nuestro inconsciente desde los tiempos de la ilustraci¨®n, el mismo relato que sostiene que, a mayor complejidad en las relaciones sociales, menos libertad y menos igualdad.
Tanto Rousseau como Hobbes son desmontados en este libro y, con ello, todo lo que concierne a las hip¨®tesis que han venido desarroll¨¢ndose en cualquiera de las direcciones, ya sea la del buen salvaje o la del hombre como lobo para sus semejantes.
Con todo, el trabajo que presentan Graeber y Wengrow traspasa los l¨ªmites de la ciencia social para trasladarnos hasta el tiempo de los dinosaurios, mucho antes de que el dinosaurio se convirtiera en un animal modernista por excelencia, a decir del famoso profesor de arte norteamericano W. J. T. Mitchell, cuando record¨® que en la ¨¦poca de Shakespeare no se ten¨ªan noticias de su existencia.
Porque la Prehistoria lleg¨® en 1858 con el ge¨®logo William Pengelly y el descubrimiento de hachas de s¨ªlex junto a huesos de especies extinguidas en la Cueva de Brixham, en Devon, Inglaterra. El hallazgo vino a demostrar que el ser humano es un animal antiguo, aunque no tanto como el mundo. La publicaci¨®n de El origen de las especies, casi al mismo tiempo, vino a reforzar el desarrollo cient¨ªfico aplicado al estudio de la Prehistoria, consolidando su especializaci¨®n.
Al margen de este hallazgo relativamente moderno, nuestra imaginaci¨®n se ha visto desbordada por descubrimientos como el de la Eva mitocondrial a finales de los a?os 80, que nos abri¨® la posibilidad de imaginar que se trataba de la primera mujer de nuestra especie que vivi¨® en un escenario semejante al del relato b¨ªblico con su Jard¨ªn del Ed¨¦n. Pero nada m¨¢s lejos, tal y como sostienen los autores de El amanecer de todo, quienes desmontan el hecho de que la citada Eva mitocondrial fue la ¨²nica mujer viva en el momento de su existencia y, por lo mismo, la ¨²nica mujer que tuvo descendencia.
Seg¨²n cuentan en su libro, el ser humano no tuvo una ascendencia com¨²n y aunque sea cierto que nuestro origen tuvo lugar en ?frica, las primeras poblaciones fueron m¨¢s diversas de lo que nuestra imaginaci¨®n puede alcanzar. Nuestros ancestros biol¨®gicos se distribu¨ªan por todo el continente africano, desde Marruecos al Cabo de Buena Esperanza.
A partir de aqu¨ª, podemos cerrar los ojos y abrir a la imaginaci¨®n su posibilidad de crear nuevas realidades que cubran algo m¨¢s de tres millones de a?os. El libro que han firmado Graeber y Wengrow es la herramienta apropiada.
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